El 7 de octubre se cumplió un año de la matanza de civiles en Israel llevada a cabo por un conjunto de milicias lideradas por Hamás y de la respuesta del Estado de Israel ordenada por Benjamin Netanyahu en contra de esta organización, y de todos los palestinos que viven en la Franja de Gaza, que ha provocado decenas de miles de muertos. Durante todo este tiempo conflicto que se circunscribía a la Franja de Gaza, lejos se solucionarse se ha extendido a Cisjordania, Líbano, al Yemen, Siria, Irán, y al propio Israel. Hamás, Hezbolá, los huties, o el Ejército iraní y sirio, son objetivos del Estado de Israel liderado por Benjamin Netanyahu en una guerra que va mucho más allá del derecho a la legítima defensa y que amenaza con desestabilizar toda la región. En este artículo vamos a analizar que ha supuesto este conflicto durante este tiempo, y vamos a dar algunas claves públicas y evidentes pero no suficientemente divulgadas, que no se circunscriben solamente a lo que sucedió hace un año, sino que obedecen a una tensión geopolítica regional, un nuevo planteamiento del sistema de poder en esta región por parte de Israel, y un contexto histórico que se remonta a la fundación del Estado de Israel en 1948.
Erradicación de Hamás
El Ejército israelí inició una campaña de bombardeos sobre la Franja de Gaza para eliminar «terroristas de Hamás» que se ha saldado hasta hoy con más de 42.000 civiles muertos directos y decenas de miles de heridos, las muertes indirectas provocadas por el conflicto -según la revista médica de The Lancet– podrían ascender a más de 85.000. Estos bombardeos han destruido la mayoría de edificios y más de un millón de palestinos se han vistos obligados a desplazarse internamente en la Franja de Gaza, que recordemos tiene sus accesos sellados por el Ejército israelí y el Ejército egipcio. La eliminación del líder de Hamás Ismael Haniyeh cuando se encontraba en Teherán fue un paso más allá y muestra que el Estado de Israel no quiere negociar la paz con Hamás si no que quiere su erradicación: el hecho que esta organización estuviera fuertemente implantada en la Franja de Gaza y sea virtualmente imposible separar sus miembros del resto de palestinos, justificaría según Israel los bombardeos indiscriminados, haciendo valida aquella nefasta respuesta del legado papal Arnau Amaldric durante la cruzada albigense en Beziers, cuando Simón de Monfort le preguntó sobre cómo distinguir a los herejes del resto y éste le dijo «Matadlos a todos, el Señor sabrá reconocer a los suyos». De ahí que por estos hechos, aunque le moleste a Benjamin Netanyahu, parte de la opinión pública internacional, incluida la estadounidense más izquierdista que votó por Joe Biden en las últimas elecciones, diga que el Estado de Israel está cometiendo un genocidio sobre los palestinos.
Erradicación de Hezbolá
Cuando la prensa internacional ya disminuyó la intensidad de su cobertura sobre el conflicto en Oriente Medio, y volvió a fijarse en la Guerra de Ucrania, con la fantástica decisión de Volodímir Zelensky de llevar la guerra a territorio de Rusia con la incursión en la región de Kursk y el lanzamiento de misiles de medio alcance contra objetivos militares, Israel iniciala segunda fase de la guerra, esta vez respondiendo al lanzamiento de cohetes hacía el norte del país desde el sur del Líbano por parte de la milicia de Hezbolá, que si bien no ocasionaron apenas muertes entre los militares y civiles israelíes, sí provocaron un efecto psicológico nocivo entre la población que llevó a la evacuación de 60.000 personas. Y lo hace primero con bombardeos sobre objetivos militares de esta organización, luego con una operación de inteligencia que hizo estallar más de mil dispositivos de envío de mensajes y Walky Talky que usaban los milicianos, que produjo más de mil muertes y otro tanto de heridos, y luego con bombardeos en Beirut y el sur del Líbano contra la cúpula del Partido de Dios, que han provocado hasta el momento 2.000 muertes, y que efectivamente, si incluimos el asesinato de su líder Hasán Nasralá, demuestran que Benjamin Netanyahu tampoco quiere la paz con esta organización si no que quiere también su erradicación. Si a esto le sumamos los ataques con cohetes por parte de los huties del Yemen, y su campaña de ataque a buques mercantes en el Mar Rojo, que fueron contestados por parte de Israel y los Estados Unidos, podemos comprobar como el conflicto se ha expandido por la región.
Neutralización de Irán
Ahora llega la madre del cordero. La República de Irán el pasado 13 de abril llevó a cabo un ataque con 320 drones y misiles de medio alcance sobre Israel, que no produjo apenas victimas mortales porque el sistema de defensa israelí Cúpula de Hierro interceptó la mayoría de estos proyectiles. Este ataque fue una represalia de Irán por el ataque israelí de su embajada en Damasco, donde murieron 16 militares de alto rango, y también por el asesinato en Badgad de Qasem Soleimani, un general de la Guardia Revolucionaria que se distinguió por el combate contra el Estado Islámico en Siria e Iraq, que llevó a cabo Estados Unidos por orden directa de Donald Trump. La respuesta israelí llegó el 18 de abril cuando fue atacada la base aérea de Artesh, ubicada en Isfahán, desde donde se presume que partieron los drones del ataque días antes hacía Israel. El 1 de octubre los iraníes vuelven a lanzar un ataque sobre Israel, esta vez son 180 misiles de medio alcance hacia bases militares y de inteligencia, que según Teherán lograron alcanzar la mayoría de objetivos y según los israelíes fueron de nuevo interceptados. Una vez más la República de Irán ha demostrado que si se lo propone puede golpear Israel, cuestión diferente es que quiera ir más allá. La respuesta israelí aún no se ha producido, probablemente porque el 7 de octubre ha cumplido un año de la masacre que inició esta guerra y eso es lo que primero había que conmemorar, pero los iraníes han afirmado que «si Israel bombardea sus centrales nucleares o su infraestructura energética», harán lo propio con este tipo de infraestructuras de otros Estados en toda la región: Irán podría de hecho intentar cerrar el Estrecho de Ormuz impidiendo salir a los grandes buques petroleros del Golfo Pérsico y las consecuencias económicas por la interrupción del suministro de crudo entonces serian globales. En el horizonte, y no tiene que estar muy lejos, tanto Israel como Estados Unidos están preocupados por el plan iraní de obtención de armas nucleares.
La larga mano de Teherán
Llegados aquí creo que va quedando claro que el objetivo de Benjamin Netanyahu va más allá de responder o contener a las milicias palestinas lideradas por Hamás y a la milicia libanesa de Hezbolá, o incluso su erradicación de la región. Estas milicias tienen el soporte pleno por parte de la República de Irán que se identifica con la causa palestina y son al mismo tiempo la defensa de su régimen en la región frente la hostilidad de Israel.
Hamás, una organización emparentada con los Hermanos Musulmanes que no reconoce el Estado de Israel, pero que paradójicamente contó con el apoyo de este Estado en su formación con el objetivo de contrarrestar a la Organización para la Liberación de Palestina, finalmente, tras la muerte de Yaser Arafat, se hizo con el poder en la Franja de Gaza a través de unas elecciones. Hamás es apoyada por Irán porque cumple una función en beneficio de Irán, y en cuanto a Hezbolá, surge en el contexto de la invasión de Israel del sur del Líbano en los años ochenta del pasado siglo, con una gran implantación social, y cómo me decía recientemente un amigo mio experto en esta organización, es un autentico martillo con el que golpear a Israel. De ahí que el objetivo del Estado de Israel no sea otro que la República de Irán. Israel, después de alcanzar la paz con la mayoría de Estados árabes, quiere provocar temerariamente una situación que neutralice Irán de una vez por todas. El cómo lo quiere hacer es lo más fantástico y desconcertante de toda esta historia.
Bendición y maldición
Benjamin Netanyahu el 22 de septiembre del año pasado dio un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas en el que haciendo una referencia religiosa que aparece en la Biblia (Deuteronimo 27-28), menciona la facultad de elegir entre la bendición y la maldición: si obedecéis a Dios obtendréis las bendiciones de lo contrario obtendréis las maldiciones. El Primer Ministro israelí hizo una retrospectiva histórica recordando que cuando se fundó el Estado de Israel en 1948 todos los países árabes estaban en su contra pero que primero llegó la paz con Jordania y Egipto, y recientemente a través de los Acuerdos de Abraham, promovidos por Donald Trump, su país firmó la paz con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán, y Marruecos. Benjamin Netanyahu dijo que faltaba Arabia Saudita. El líder israelí planteó que estos acuerdos iban a posibilitar un plan muy ambicioso para transformar la región, convirtiéndola tanto en un vergel en el desierto, con la construcción de grandes infraestructuras energéticas y de comunicaciones, para ser un punto de encuentro entre Asia y Europa, en el que Israel tendría un papel de intermediario por su privilegiada situación geográfica. Una auténtica competencia a la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China. Sin embargo, este plan no sólo requiere de la unión de Israel con los Estados árabes si no que precisaba la neutralización de la República de Irán y de todos sus aliados. Y para ello que mejor forma que contar con la ayuda de los Estados árabes que disputan el poder en la región, incluida Arabia Saudita, el Estado donde se encuentran las ciudades santas del islam, con todo el simbolismo que eso provoca, y que se disputa el poder ideológico y religioso con su interpretación sunita con la República de Irán que promueve su interpretación chiíta.
Benjamin Netanyahu llegó a afirmar que la paz con los palestinos se podía hacer sin que estos pudieran vetar este mismo plan de paz, es decir sin que su voluntad fuera precisa para nada, imponiéndosela tanto por parte de Israel como por parte de sus aliados convencionales como por parte de sus nuevos aliados. Nada dijo de la solución de los dos Estados que propone la comunidad internacional, ni nada dijo de que propone el Primer Ministro para los palestinos. Sólo dejar por escrito una vez más que la guerra que hoy contemplamos en Oriente Medio obedece a una guerra entre potencias a nivel regional, pero también a la permanencia del conflicto entre israelíes y palestinos desde la fundación del Estado de Israel en el año 1948.
Desconozco realmente si esta propuesta para la región, con tantas bendiciones y maldiciones, es el objetivo a medio plazo de Benjamin Netanyahu, y por lo tanto del Estado de Israel, o es un sofisticado plan para neutralizar a Irán con el apoyo de los Estados árabes y los Estados Unidos, y por lo tanto obtener la supervivencia de Israel, quién sabe si adjudicándose de paso nuevos territorios, bajo la teoría del Gran Israel que va mucho más allá de los Territorios Ocupados. El sentido común nos indica que la supervivencia de Israel no puede llevarse a cabo sin hacer la paz con sus enemigos, pero por el contrario Benjamin Netanyahu parece que quiere alcanzarla con la guerra y su derrota. Lo que sabemos es que 14 días después de su primer discurso se produjo la matanza de civiles por parte de Hamás, automáticamente se puso en marcha la respuesta desproporcionada por parte de Israel en forma de bombardeos, poco después Arabia Saudita se inhibió de los Acuerdos de Abraham, y finalmente Israel expandió el conflicto a toda la región, insistiendo Benjamin Netanyahu en un nuevo discurso en las Naciones Unidas en su plan, esta vez con otro mapa más en el que Irán y sus aliados aparecían pintados en negro bajo el título de maldición, una situación que en palabras del veterano periodista Rafael Poch de Feliu parece ser una apuesta por el suicidio colectivo de Israel.
Guerra sujeta a un calendario
El hecho que el próximo 5 de noviembre se celebren las elecciones presidenciales en los Estados Unidos explica en parte los últimos pasos dados en el conflicto por Benjamin Netanyahu, y explicaran los que va a llevar a cabo, porque el Primer Ministro quiere que el próximo presidente heredé el conflicto. No sería la primera vez que el Estado de Israel involucra a Estados Unidos en el conflicto, y es que los amigos de Oriente Medio a cambio de ser su principal aliado en la región son muy exigentes. Lo mismo ha intentado y seguirá intentando Volodímir Zelensky en la Guerra de Ucrania. Se da la circunstancia que Donald Trump apoya abiertamente a Israel a llevar soluciones radicales en contra de Irán mientras aseguraba que solucionaría la Guerra de Ucrania en 24 horas, y Joe Biden ha apostado durante todo este tiempo en mantener esta última guerra mientras intenta contener a un Benjamin Netanyahu que parece haber enloquecido. De Kamala Harris no sabemos nada. Parece que el tiempo de los tipos duros, de los duros de cabeza, ha llegado. Causa sonrojo y estupefacción que los Estados Unidos e Israel puedan estar coqueteando con aquellos que promueven la misma ideología que los que les golpearon el 11 de Septiembre de 2001 para ir a una guerra contra una República de Irán que nunca ha hecho nada igual. La Guerra en Ucrania y la Guerra en Oriente Medio son dos conflictos armados con sus consecuentes antecedentes que van más allá del inicio de las hostilidades, que están íntimamente relacionados por las alianzas existentes, y que forman parte de un desorden mundial en un mundo multipolar agresivo que con urgencia debemos neutralizar.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 8 / 11 Octubre 2024.