Cuando los bárbaros cruzaron la alambrada todos volvimos a acordarnos de los palestinos – por Francesc Sánchez

Aunque no te ganes la vida con ello algo te dice que en algunos momentos debes informar y también decir lo que piensas. El 7 de octubre los israelíes van a recordarlo como una mala efeméride en la que se ha demostrado que son vulnerables. Ni el cuarto Ejército más poderoso del mundo, ni la fama de infalibilidad de su servicio de inteligencia, ni el sistema de destrucción de cohetes Cúpula de Hierro, ni la alambrada equipada con tecnología de última generación que convierte efectivamente la Franja de Gaza en un campo de concentración, fueron capaces de evitar una implacable operación militar palestina con un lanzamiento de miles de cohetes hacia todas la direcciones, y con una incursión de las milicias palestinas lideradas por Hamás y la Yihad Islámica en territorio de Israel, que terminó con la vida de casi un millar de israelíes y el secuestro de otros centenares, que serán una moneda de cambio en este conflicto, por el que en palabras del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, Israel se encuentra en estado de guerra. Podemos jugar con los eufemismos o las categorías morales, pero da exactamente lo mismo si empezamos a enumerar los hechos, y lo que es peor, sus consecuencias: este nuevo episodio en la guerra entre palestinos e israelíes lo han iniciado los palestinos de una forma salvaje y despiada.  

No se puede definir de una manera diferente los actos que los milicianos palestinos han perpetrado en el territorio controlado por Israel matando y secuestrando a civiles, por mucho que estos fueran conscientes tanto de que la tierra que estuvieran pisando como de la realidad política que hay en esa misma tierra. La reacción del Ejército israelí con el bombardeo de edificios en la Franja de Gaza que hace que edificios llenos de civiles se desplomen sobre sí mismos es igual de salvaje y el número de víctimas ya supera al que han provocado los palestinos. Y esto no ha hecho nada más que empezar. Los palestinos son considerados unos terroristas y los israelíes un pueblo civilizado y disciplinado, pero los muertos si somos imparciales pesan exactamente lo mismo. Hay un contexto inmediato que explica lo que está pasando, uno a medio plazo, y también otro de larga duración que debería llevarnos a la reflexión.

En lo inmediato debemos decir que en lo que va de año centenares de palestinos han muerto asesinados por parte de los israelíes y la coyuntura política interna de Israel con un gobierno compuesto de fanáticos nacionalistas y religiosos les hacía vulnerables, en un momento en que el Estado de Israel estaba muy cerca de entablar o potenciar todo tipo de relaciones con algunos Estados árabes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos, y ahora tocaba el turno para Arabia Saudita), en virtud de los Acuerdos de Abraham promovidos por la Administración de Donald Trump, realidad política que dejaba vendidos a los palestinos por estos Estados pero también, qué duda cabe, reforzaba el liderazgo regional de Irán como abanderado de su causa y sus propios intereses. Este ataque se produce además en un momento en el que el mundo civilizado desde la invasión rusa de Ucrania parecía haber eclipsado y olvidado la causa palestina, y no es menor en mi opinión tampoco, la reciente masacre de soldados en Siria por aquellos que se nos decía que buscaban la democracia y crearon un Estado islámico totalitario. Me causa sonrojo y estupefacción como los islamistas, que tienen como objetivo declarado terminar con la civilización occidental y por lo tanto con todo aquello que nos define, en función de en contra de quién estén son pesados en una balanza trucada a nuestro antojo y considerados peores o mejores en función de nuestros inconfesables intereses.

En el medio plazo hay que hacer referencia inevitablemente tanto a la Franja de Gaza como de Hamás: sin una no se entiende la otra. Pero retrocedamos por un momento un poco en el tiempo. La creación del Movimiento de Resistencia Islámica en 1987 no sólo cuestionó el liderazgo de la Organización para la Liberación de Palestina (es decir la OLP), y del Movimiento Nacional de Liberación de Palestina (es decir Al Fatah), siendo por lo tanto un elemento de distorsión en la causa palestina, e introduciendo peligrosamente para todos el factor religioso en el conflicto, sino que más tarde denunció la entelequia de los Acuerdos de Oslo entre Yaser Arafat e Isaac Rabin auspiciados por Bill Clinton, por los que se creó la Autoridad Nacional Palestina, pero que también convertían Cisjordania en un queso de gruyere llena de colonias y carreteras de uso exclusivo para los israelíes, sentenciando Hamás al líder palestino y a su organización como traidores por dividir Palestina, en el mismo momento en que un fanático religioso y nacionalista asesinó al Primer Ministro israelí.

Este fue el prólogo por el que la delimitación de la Franja de Gaza en un campo de concentración por parte de los israelíes liderados por Ariel Sharón, en la que previamente desmantelaron una serie de colonias judías, y esto hecho permitió a Hamás controlar de facto este minúsculo territorio en el que se amontonan más de dos millones y medio de palestinos. Cuando fallecido Yaser Arafat, los islamistas vencen en las elecciones legislativas de 2006, la Unión Europea corta el flujo monetario hacia la Franja de Gaza, y se produce una pequeña guerra civil palestina este territorio cae definitivamente en manos de Hamás. Muchos podrán decir que los palestinos eligieron mal, pero los hechos son tozudos: frente a los cortes electricidad y agua, la prohibición de la pesca y el comercio, y la guerra permanente, los palestinos de la Franja de Gaza substituyeron a los -recientemente más moderados, antes considerados igual de despreciables- hombres Al Fatah por aquellos que desde la radicalidad les solucionaban todo en el día a día. El contexto regional durante todo este tiempo fue el del día más aciago para la ciudad de Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la Guerra Global contra el Terrorismo liderada por George Bush, que destruyó el Estado de Iraq hasta los cimientos y dejó sembrada la región de terroristas que aportaron su cuota de sangre, propia y ajena, durante el fracaso de la Primavera Árabe, que promovió con buenas palabras Barak Obama con su famoso discurso pronunciado en el año 2009 en la Universidad del Cairo, mientras se iniciaba el cerco a los iraníes.

En la larga duración tenemos un conflicto que lleva al menos 76 años de existencia. Pero en el que podríamos retroceder en el tiempo hasta el Mandado Británico de Palestina, la Declaración Balfour, y el desmembramiento del Imperio Otomano tras su derrota en la Gran Guerra. Que duda cabe el sufrimiento del pueblo judío tras el Holocausto debía compensarse de algún modo, pero cómo se suele decir el camino hacia el infierno está lleno de buenas intenciones. Nada hacía necesario el éxodo a Palestina y la fundación del Estado de Israel. El éxodo hacia Palestina fue debido al desprecio de los judíos por parte de muchos europeos después de la Segunda Guerra Mundial, los nacionalsocialistas los quisieron aniquilar a todos y a los supervivientes nadie los quería, pero admitir esto como razón del éxodo y de la necesidad del Estado judío es dar carta de naturaleza al antisemitismo una vez más, y no dice nada bueno de los vencedores de la guerra. Este éxodo fue debido también por la iniciativa del movimiento sionista internacional que desde décadas atrás quería retornar a Tierra Santa con escaso éxito para construir un Estado judío. Finalmente, este éxodo también se debió al propio interés de estos vencedores en limpiar su mala conciencia y escamotear un problema hacia Oriente Próximo, donde sólo había palestinos sin suficiente entidad política y Estados árabes títeres que aún no se habían emancipado de las metrópolis europeas, que era necesario controlar y meter -como se comprobó después- en cintura si se rebelaban.

La guerra entre los árabes e israelíes se inició con el Plan de Partición de 1947 y la creación del Estado de Israel en 1948, que bendijo Naciones Unidas y fue promovido por los vendedores de la Segunda Guerra Mundial, con el rechazo total de los Estados árabes. Israel fue cumpliendo cada vez más una función como Estado colonial aliado de Occidente en un contexto de Guerra Fría, paradójicamente en el momento en que el resto del mundo se emancipaba de estas mismas metrópolis que antes mencionaba. Daba lo mismo que desde el principio se empezase mal y que los incipientes Estados árabes rechazasen el Estado de Israel, que cientos de miles de palestinos fueran expulsados de por vida, que otros vivieran prácticamente en cautividad, y que los israelíes vivieran permanentemente en estado de guerra, porque el problema ya era de otros, el de los jóvenes israelíes y árabes que románticamente crearon sus propios Estados y que irremediablemente nacían enfrentados.

Es indiscutible que el pasado ya no se puede cambiar. Pero tenemos el presente que es hijo de los hechos consumados que arroja la historia. Y a partir de ahí tenemos la opción de la palabra y los acuerdos o el enfrentamiento. Estos hechos en Israel permanecerán siempre en la memoria de los israelíes como un gran crimen que se ha llevado la vida de demasiados inocentes, muchos recordamos al contemplarlos los atentados terroristas sobre europeos, norteamericanos, pero también árabes, que han perpetrado grupos armados en los que todo vale, y que son el principal enemigo de los que dicen defender. Pero no podemos obviar todo lo demás. El conflicto entre árabes e israelíes, entre palestinos e israelíes, tiene su historia que explica este presente hoy contemplamos. Este, más allá del lamento, ha sido el objetivo de este artículo. El pueblo de Israel merece vivir en paz y prosperidad, pero el palestino también.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Octubre 2023.