El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad – por Francesc Sánchez

Desembarco en Yambuya, el Congo 1890 - Wikimedia Commons

Contrariamente a lo que se piensa no es fácil hablar de aquello que creemos que conocemos bien. Porque corremos el riesgo de no explicarnos correctamente, de dejarnos algo, o equivocarnos. Cuanta más importancia le das es más difícil. Este es el caso para mí del relato o novela corta de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Pero acepto el reto. El duelo conmigo mismo. Así pues, como en el propio relato que hace Marlow, contándoles su historia a sus compañeros en el estuario del Támesis, hago lo propio con la intención de motivar a su lectura y reinterpretar, una vez más, el mundo en el que nos has tocado vivir en donde las tinieblas y la enajenación colectiva, que nunca se fueron del todo, son cada vez más tangibles.

Publicado en 1899 este texto contiene todo aquello que es necesario saber sobre el colonialismo e imperialismo europeo en África en cien años -aproximadamente- que van desde los viajes que hicieron los exploradores a mediados del siglo XIX hasta las emancipaciones de los pueblos negros en medio de la Guerra Fría a mediados del siglo XX. Pero su estela, como pretendo demostrar, llega hasta nuestros días. Siendo esto ya suficientemente importante hay que agregarle una dimensión humana, interior, psicológica si queremos, que podemos aplicar a cualquier tiempo y en cualquier lugar. De ahí como ya se ha dicho que el corazón de las tinieblas sea un descenso, como el de Dante en el infierno de la Divina Comedia, a lo más recóndito del alma humana.

Marlow, marinero experimentado, quiere obtener un nuevo trabajo lejos de la civilización, y que mejor patrón que una gran compañía comercial que opera en África para llevar la iluminación y de paso llevarse todo tipo de materias primas. Para entender que fue este proceso correctamente hay que contemplar estas dos funciones complementarias, la beatifica labor civilizatoria y la ejecución de la explotación. Por esa razón las cartas de recomendación de la tía de Marlow a la dirección definiéndole como una persona con nobles ideales surgen el efecto deseado. Ya en el centro del mal Marlow contempla el mapa del mundo de todo tipo de colores que hay en la sala de reuniones: cada color representa a una nación y sus posesiones, África no sólo está completamente repartida, sino que ha sido una creación europea. Uno de los territorios más pequeños en el Golfo de Guinea que hoy se llama Guinea Ecuatorial y que en su momento fue llamado el Muni fue explorado y capturado para España por el vitoriano Manuel Iradier, y por esa razón hoy sus habitantes siguen hablando español. Marlow sin saberlo firma su contrato con la compañía que no es otra que la personificación del diablo, una entelequia con sus autoridades y administrativos que pone en marcha todo el mecanismo. Por si faltaba algo Marlow tiene una revisión medica en la que se le mide las proporciones de su cráneo en función de las teorías de frenología para predecir los rasgos de su personalidad. Esto es importante retenerlo porque los europeos y no sólo los alemanes del Tercer Reich se consideraban en la cúspide de la humanidad, y por lo tanto superiores, en función de las teorías del darwinismo social.

Entonces se produce el viaje en barco con el descenso a otras latitudes con múltiples paradas en la que se bajan soldados y funcionarios. Es el mismo recorrido que hicieron todos los exploradores llegando a través de los puertos dedicados al tráfico de esclavos a lo largo del Golfo de Guinea. Marlow en ningún momento nos dice exactamente cuál es su destino, pero Joseph Conrad visitó el gigantesco Congo belga, explorado por Henri Morton Stanley y entregado como propiedad personal a Leopoldo II, el Rey de los belgas, por lo que podemos deducir que ahí está el origen. El panorama que se encuentra Marlow en la estación es el de un mundo en actividad, en ebullición, rozando lo demencial: trasunto de negros llevando mercancías, maquinaria abandonada y materiales de construcción desperdigados por el suelo, cumpliendo todo esto una función utilitaria que no es otra que la extracción de todo tipo de materias primas. Esto es África. Esta es la civilización que el hombre blanco trajo a África y no aquella con altos valores y moralmente aceptable, que no existió fuera de la mente de las personas bondadosas y bienintencionadas. En medio de este desbarajuste se encuentra con Marlow una persona perfectamente vestida y aseada que parece contradecir el calor de los trópicos y todo lo que acabamos de describir. Se trata del contable, el perfecto administrativo que, desde su pequeña habitación, anota los movimientos de mercancías para la compañía.

El próximo destino es llegar a una estación avanzada en la que conoce a un encargado que ocupa su situación porque es el único que tiene la facultad de no enfermar con este clima adverso. Es allí donde se encuentra la barcaza de la que Marlow será su capitán: su trabajo es remontar y bajar el rio con las mercancías. Pero esta embarcación se encuentra inutilizada por lo que deberá esperar su reparación durante meses. En este lugar es donde descubre la existencia de Kurtz que está situado más lejos aún. El encargado más aplicado, el que es capaz de entregar las mejores y más grandes cantidades de marfil, y por esta razón es al mismo tiempo el más importante trabajador de la compañía, y el que despierta más rechazo por los otros jefes de estación. Hace un año que nadie ha visto a Kurtz y no ha habido tampoco ningún tipo de comunicación. Marlow tiene la misión de ir en su encuentro remontando el rio con unos cuantos hombres blancos de la compañía, y unos cuantos negros a su cargo formados para cumplir una función en la embarcación. El viaje por este rio serpenteante y un calor sofocante parece no tener fin, y en un momento dado aparece una niebla que empeora la situación, cuando la comitiva es atacada por las flechas de unos nativos a los que no pueden ver, que terminan con la vida del timonel. Un trabajador, mejor o peor, pero que en cualquier caso cumplía su función.

Entonces se produce un encuentro inesperado con un hombre blanco que viste una ropa remendada de pedazos de colores, como aquel mapa del mundo del que hablamos al principio, que huyo de Rusia y que ha terminado en este recóndito lugar. Este personaje conoce a Kurtz, le ha oído hablar, reconoce que es difícil de carácter, pero le admira profundamente porque ha hecho grandes cosas. Llega el momento de la llegada a la estación del gran hombre y no lo encuentran por ningún lado. Marlow explora desde lejos con su mirada la estación y el territorio adyacente, encontrando en la casa principal algo que primero le desconcierta y luego le produce terror y repulsión: unas cabezas humanas clavadas en una pica. La dirigencia de Kurtz en su trabajo parace haber llegado demasiado lejos, a nuestros ojos ha perdido la cabeza, pero a los suyos forma parte del proceso. Kurtz ha reconocido el territorio y ha hecho pactos con los nativos, adoptando sus costumbres y añadiendo las suyas propias, para llevar a cabo su trabajo civilizador de la mejor de las maneras posibles. No contaremos mucho más porque mi intención es que lo lean. Las tinieblas en África, como nos decía el profesor Ferran Iniesta en sus clases cuando hablaba de la esclavitud y la trata, las llevo el hombre blanco, y el presente, como todos sabemos es el resultado de un pasado, en este caso nada edificante.

Francis Ford Coppola llevo en 1979 al cine su adaptación de este relato muy satisfactoriamente ubicándola en Vietnam llamándola Apocalypse Now. Que sucede ahí, pero como me dijo en su momento Juan Miguel de Mora, puede suceder en cualquier lugar. En su aportación Kurtz es un coronel que hace la guerra por su cuenta, habiéndose apoderado de toda una región de Camboya, y que ha roto todo contacto con sus superiores. El viaje en barco del capitán Willard, interpretado por Martin Sheen, y su tripulación, con algunas licencias que se toma el director como el ataque de los helicópteros sobre una aldea, liderados por un fanático que quiere hacer surf, con la música de la Cabalgata de las Valkirias de Wagner de fondo, y el encuentro con las Playmates de Playboy, que engrandecen su película, es muy parecido al que hace Marlow. El encuentro con el ruso en la película es con un fotógrafo cargado de cámaras, Dennis Hooper, y la interpretación de Marlon Brando como Kurtz ha quedado como una de las mejores. Pero lo que me gustaría destacar aquí es el encuentro entre dos mundos aparentemente diferentes en la plantación de caucho de los franceses, que trajeron su civilización como colonizadores a este territorio, y que se resisten a abandonarlo habiendo fracasado su metrópolis en la batalla de Dien Bien Phu, cuando toda la región se llamaba Indochina.

Los lectores que me siguen estarán al corriente que recientemente me entrevistó Bruno Cardeñosa en el programa de radio la Rosa de los Vientos para hablar sobre las actividades de los wagnerianos y de los chinos en África, con su debido contexto histórico, sea este más reciente o duradero en el tiempo. Esta entrevista se debe en gran medida a algunos artículos sobre la materia que he publicado, y sobre todo a mi participación en un congreso sobre Geopolítica en África coordinado por el profesor Juan Ignacio Castien celebrado en la Universidad Complutense de Madrid. Hoy África vuelve a ser, si es que alguna vez dejo de serlo, un continente maltratado, y la prueba la tienen probablemente en sus propias manos en el ordenador o el teléfono móvil con el que está leyendo este artículo: los materiales de los que está compuesto contienen un mineral que se llama coltán que es una aleación de tantalio y columbita, que se encuentra en grandes proporciones en una de las regiones orientales del Congo, donde los negros trabajan en jornadas extenuantes, arrancando este mineral del subsuelo en grandes minas llenas a cielo abierto compuestas de agujeros tan pequeños, en los que, por su pequeño tamaño, utilizan los niños para hacer este trabajo. La región del Kivu norte es disputada y controlada por milicias armadas al servicio del Estado del Congo, de los limítrofes, y de las multinacionales, de compañías como en la que trabajó Marlow, de ahí la vigencia del corazón de las tinieblas.

Nos queda saber que quería decir Kurtz en sus ultimas palabras. Se ha interpretado que son una redención de sus actos y por lo tanto moralmente edificantes. De esta forma el relato además de ser una denuncia de los efectos del colonialismo y el imperialismo en África sería un reconocimiento por parte de su protagonista del daño causado. Sin embargo, puede que simplemente sea un mensaje de lo que está viviendo Kurtz en esos momentos, y por lo tanto Joseph Conrad no nos permite ningún tipo de salvación.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Julio 2024.