En las Montañas de la Locura de H.P. Lovecraft – por Francesc Sánchez

Nunatak Atanasoff - Wikimedia Commons

Plantéate si vale la pena ir tan lejos. Este es el mensaje que me motiva En las Montañas de la Locura de Howard Phillips Lovecraft, uno de sus relatos más largos y elaborados, escrito en 1931 y publicado por entregas en 1936 en la revista Astounding Stories, después de que Weird Tales lo rechazara. La historia de unos hombres enrolados en una expedición científica multidisciplinar a los confines del mundo para investigar, para engrandecer, a la sociedad de conocimientos. Y en el fondo es así de sencillo. La expedición de la Universidad de Miskatonic emprende un viaje hacia el Polo Sur porque desde el alba de la humanidad siempre hemos querido avanzar. La inspiración, La Narración de Arthur Gordon Pym, escrita en 1838 por Edgar Allan Poe, probablemente también Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, los fundamentos en la no ficción, las expediciones a la Antártida de Roald Amundsen entre 1910 y 1912, Robert Falcon Scott entre 1910 y 1913, Douglas Mawson entre 1911 y 1914, Ernet Shackleton entre 1914 y 1916, y Richard Evelyn Byrd entre 1928 y 1935.

Ya nos hemos situado. Dos buques cargados de varios aviones y una perforadora de última generación, creada por Frank H. Pabodie, han partido de Boston hacía el Océano Antártico y han fondeado en la bahía antártica de McMurdo, donde un mundo helado y desconocido les espera. Se forman tres equipos, uno se dirige hacia el centro del continente, otro se queda en los buques, y otro se queda a medio camino. El equipo avanzado encuentra unas grandes montañas y empieza a perforar. Fortuitamente encuentra unas cavidades, unas cuevas, y algo extraordinario nunca visto: unos seres congelados que no saben si clasificar como animales o vegetales. El jefe de esta avanzadilla, el Profesor de Biología Lake, va emitiendo informes por radio. Llega una tormenta y súbitamente se interrumpe la comunicación. Nuestro narrador, el Profesor emérito de Geología William Dyer, el líder del equipo que ha montado un campamento a medio camino, se dirige hacia su encuentro, a través de este mar helado en el que aparecen estas montañas y que tanto recuerda los lienzos de Nikolái Roerich, y comprueba que algo terrible ha sucedido.

Puede que este argumento os resulte familiar. Alien, el octavo pasajero (1979) y sus secuelas, muy específicamente Prometeus (2012), de Ridley Scott, nos cuenta algo parecido. Pero si hablamos de películas la deudora directa, y reconocida, es La cosa (1982) de John Carpenter, que a su vez es en una adaptación de El enigma de otro mundo (1951) de Christian Nyby y Howard Hawks. Guillermo de Toro tenía la intención de hacer una película sobre esta historia, pero parece que el proyecto ha sido finalmente cancelado. En la película de John Carpenter, que es la más conseguida, se nos cuenta la historia de un equipo de científicos norteamericano en la Antártida que es visitado por unos noruegos que han encontrado algo en el hielo, y estos deciden investigarlo. Sin embargo, el relato de Lovecraft va mucho más allá y es mucho más elaborado. El ansia de conocimiento y el saber que ha sucedido con el equipo avanzado lleva al Profesor William Dyer y al estudiante de Postgrado Danforth a explorar más allá de la cima de las montañas, y lo que encuentran cuestiona y rompe con todo el conocimiento científico que la sociedad tiene sobre el pasado de nuestro planeta, la evolución de la vida, y la historia de las civilizaciones.

Imaginar por un instante, o por un buen rato, que la evolución de la vida ha ido, o podía haber ido, por otro camino. Esto atenta con los Textos Sagrados y sus ideas creacionistas, pero también con la idea preconcebida de la evolución que culmina con el ser humano. Hemos convertido a Charles Darwin en un nuevo profeta, pero si recordamos bien nuestras lecciones de Ciencias Naturales, él nos dice sencillamente que sobrevive el organismo mejor adaptado al medio ambiente, a las circunstancias. Ahora demos unas cuantas patadas a la historia del ser humano. Este bajó de los árboles y se convirtió en la Prehistoria en cazador y recolector hasta que domesticó las plantas y los animales, dando forma a la agricultura y la ganadería, en el proceso que hemos definido como la Revolución Neolítica. Estos hombres y mujeres crearon los primeros asentamientos, las primeras ciudades, inventaron la escritura, sus primeros sistemas de creencias, y crearon las grandes civilizaciones de la Antigüedad, desde Mesopotamia, al Valle del Nilo, sin olvidar el Valle del Indo, Mesoamérica, y los pueblos griegos del Peloponeso. Miles de años después Johannes Gutenberg creó la imprenta, y más tarde la invención de la máquina de vapor por parte de James Watt, dio paso a la producción industrial. Esta fue la Revolución Industrial, que después de expandir Europa a través del conocimiento y el Imperialismo de sus cañones, llega hasta nuestros días donde se habla de la Revolución de la Información con la aparición de la Informática e Internet. Pues muy bien, imaginaos que otra especie hizo todo esto hace millones de años en su propio proceso civilizatorio y sus huellas hubieran desaparecido. Esta civilización con unos códigos culturales distintos podría haber creado una especie de esclavos a su servicio. Y por especular, quizá su origen no fuera de este planeta. Pero finalmente algo inevitable sucedió y desaparecieron. O al menos eso parece. Si la cabeza está a punto de estallarte, detente por un momento y toma aire, porque estamos hablando de ciencia ficción.

Un hecho que no pudo evitar que, en el pasado, bajo presupuestos pretendidamente científicos, muchos establecieran teorías de este tipo. En tiempos de Lovecraft los nazis del Tercer Reich creían en la supremacía de su raza, pero también en las teorías del Hielo Eterno y la Tierra Hueca. Los miembros de la Sociedad de estudios para la historia antigua del espíritu, más conocida como Ahnenerbe, fundada por Heinrich Himmler en 1935, llevaron a cabo toda una serie de expediciones por todo el mundo para encontrar los ancestros de su raza aria, y de paso reliquias que los Textos Sagrados, y la mitología moderna, les atribuía poderes sobrenaturales. Estas teorías, con más o menos adeptos, fueron impulsadas por los nazis con la intención de separar al Tercer Reich de lo que ellos llamaban la ciencia judía, porque su fin último era aglutinar a los alemanes contraponiéndoles a todo aquello que consideraban que les era ajeno. Querían crear una nueva civilización aislada de los sustratos de todas las anteriores que no se ajustaban a la que estos pretendían. Y este es el problema, no que existan estas teorías o que algunos las sigan, sino que estos las pretendan imponerlas a los demás. Los avances científicos pues siguieron su camino, pero no todos fueron disparatados, pues al terminar la guerra los norteamericanos a través de la Operación Paperclip, y los soviéticos hicieron lo mismo, se apoderaron tanto del conocimiento en armamentos como del personal necesario, que les permitió desarrollar su propia industria y llegar a la Luna.

Lovecraft en las Montañas de la Locura lo cuestiona todo. Crea un universo alternativo en el que sus personajes se enfrentan a algo terrible sin que puedan prácticamente evitar ser arrastrados hacia abajo. El narrador, el Profesor William Dyer, primero quería guardar silencio para que nadie más fuera donde él había llegado, porque la amenaza que encuentran más allá de las montañas es demasiado peligrosa, pero luego, cuando tiene conocimiento de que se prepara una nueva expedición, decide explicarlo todo para advertirnos y disuadirnos.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Julio 2024.