Los islamistas toman Damasco – por Francesc Sánchez

Miembros de Hayat Tahrir al-Sham en las afueras de la ciudadela de Alepo. RowanJ LP – Wikemdia Commons

En poco más de dos semanas una alianza rebelde de opositores al régimen baazista de Bashar Al Assad ha logrado apoderarse de toda Siria, completando su conquista con la toma de Damasco, sin encontrar ningún tipo de resistencia. Abu Mohammed al Jawlani, el líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), que ha militado en diferentes grupos islamistas, y por el que Estados Unidos aún sigue ofreciendo una recompensa de 10 millones dólares por su captura, es su cabecilla. Lo que parecía increíble después de más de trece años de conflicto y décadas de dictadura se ha hecho realidad, el régimen baazista que un momento dado prometía un futuro mejor, pero que se terminó convirtiendo en una pesadilla, ha caído, y Bashar Al Assad ha huido hacia la Rusia de Putin. Estos hechos en el contexto regional dificultan el margen de acción a la República de Irán en su pugna con Israel, amplían la influencia de Turquía, y -en principio- benefician a Israel en sus planes de dominio regional. Un contexto regional que tiene también una dimensión global por la política de alianzas de estos Estados con otros más poderosos, cómo son Rusia, los Estados Unidos, y los Estados de la Unión Europea, que mantienen un enfrentamiento militar en Ucrania, pero también una tensión con China en África y en el Pacifico, y en realidad en todas partes con operaciones más o menos encubiertas en un momento de cambio de Administración en Washington. Pero antes de entrar en estas cuestiones vamos a intentar explicar como los islamistas aparecieron, han podido mantenerse, y en tan poco tiempo han podido conquistar todo el país.

Debemos de retroceder en el tiempo hacia el año 2011 cuando el movimiento tectónico de la Primavera Árabe sacudió Oriente Medio. Esta revuelta ciudadana se revolvió en la mayoría de Estados árabes en contra de sus dictadores movida por una búsqueda de mayores márgenes de libertad política y la obtención de mejoras económicas. Esta era la teoría, aunque la práctica muchas veces se definía por la lucha confesional por el poder. En Siria, cómo sucedió en otros países el régimen se replegó sobre si mismo y reprimió con dureza la protesta. Lo que sucedió después fue una tragedia que terminó por destruir la Siria que hasta entonces todos habían conocido: los opositores al régimen se armaron agrupándose en el Ejército Libre de Siria, dando paso a una guerra civil que duró diez años, para pasar luego a su hibernación, y que ahora, ha tenido un punto de no retorno. En el momento en que los rusos intercedieron para evitar una campaña de bombardeos por parte de Estados Unidos bajo la acusación de que el régimen había utilizado armamento químico contra su propio pueblo, la mayoría de rebeldes se pasaron al Frente de Al Nusra, una suerte de franquicia de Al Qaeda, con métodos brutales. Para entender esto debemos retroceder un poco más en el tiempo y fijarnos en la invasión de Iraq de 2003 por parte de los Estados Unidos y sus aliados: la liquidación del régimen baazista de Sadam Husein supuso la destrucción del Estado iraquí, y en este estado de anarquía la resistencia suní al invasor se hizo fuerte en el centro y norte del país. Esta resistencia fue el germen del Estado Islámico, un califato autosuficiente, por los ingresos procedentes del trafico del petróleo y la criminalidad, que los islamistas instauraron entre Iraq y Siria, donde aplicaron íntegramente la Sharia (la Ley islámica), y que fue erradicado físicamente -pero no ideológicamente- por dos coaliciones internacionales.

Esto duró años. Pero finalmente, cómo digo, terminaron con ellos. Llegados aquí es licito preguntarse quién salia beneficiado y perjudicado de la existencia del Estado Islámico. Como europeos por la propagación de esa ideología pagamos nuestra cuota de sangre en algunas de nuestras ciudades. Pero los iraquíes y los sirios se llevaron la peor parte: un régimen sirio apestado por la comunidad internacional occidental, y un régimen iraquí mayoritariamente chiíta muy cercano al terrible -para los israelíes- Irán. En la guerra civil en Siria luchaban todas estas sectas y fue multinacional porque Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudita, y algún Estado más, apoyaban a los rebeldes en sus distintas gradaciones de fanatismo y de radicalidad, mientras que Rusia e Irán, incluida la milicia de Hezbolá, defendían al régimen sirio. Bashar Al Asad antes de la llegada de estos aliados estaba perdido pero con su apoyo logró revertir la situación, hasta arrinconar a los islamistas en el norte, en la región de Iblid, y en el sur, muy cerca de los Altos del Golán, ocupados por Israel.

En la Guerra de Siria murieron medio millón de personas, y provocó la salida del país de más de cinco millones y medio de refugiados que intentaron llegar a Europa a cualquier precio, muchos lo consiguieron gracias a la política de acogida de Angela Merkel, pero muchos otros no pasaron de los campos de refugiados en el Líbano y en Turquía, en función también de la segunda parte de esta política a cambio de dinero contante y sonante. En resumen, la Guerra de Siria la ganó Bashar Al Asad, pero este oftalmólogo no supo hacer la paz y levantar el país. No es fácil, Siria, como la mayoría de países de Oriente Medio es diverso, sectario, corrupto, y en este caso el régimen estaba sumido a duras sanciones económicas, y demasiados querían su cabeza. Esto explica porque sus mandos militares no obedecieron y sus soldados no lucharon. Probablemente porque pensaron que nada tenían que ganar y mucho a perder. Pero el factor decisivo que explica su caída se encuentra en lo que ha sucedido en Israel, Palestina y Líbano, en el último año, en la debilidad de Rusia, cada vez más involucrada en la Guerra de Rusia, y en el apoyo de los rebeldes islamistas por parte de potencias extranjeras.

Al igual que los atentados del 11 de Septiembre de 2001 lo cambiaron todo para la política de Estados Unidos en Oriente Medio y en el resto del mundo, la matanza de israelíes el 7 de Octubre del pasado año por parte de las milicias palestinas, lo ha cambiado todo en esta misma región de Oriente Medio. Estos hechos fueron una ventana de oportunidad para Benjamín Netanyahu para tratar de erradicar a Hamás de la Franja de Gaza y Hezbolá del Líbano. Por lo tanto no hace falta que aventuremos mucho si decimos que también había una ventana de oportunidad en beneficio de Israel para erradicar el régimen sirio, y cómo prueban los bombardeos que está efectuando contra infraestructuras militares del régimen, ya sólo por eso, está beneficiando a los islamistas. Liquidado el régimen sirio el corredor entre Irán, Iraq, y Siria, que tanto preocupa a Israel por el flujo de armamento y combatientes, puede desaparecer. Lo mismo sucede con Turquía con su guerra contra los kurdos y su irredentisimo sobre la región, beneficiando claramente a los islamistas parapetados en la región de Iblid, pero con la diferencia de que este Estado es miembro de la OTAN, y las preocupaciones se incrementan. Pese a todo, el margen de acción de Estados Unidos sigue siendo muy amplio, y en este caso además de defender la política de Israel, golpea las ambiciones de Rusia en la región. El problema, como si todo esto no fuera suficiente, es que el próximo objetivo de Israel, si recuerdan en plan la ruta energética y comercial de la Bendición y la Maldición, y por lo tanto de la Administración de Donald Trump, que está a la vuelta de la esquina, será la República de Irán. De ahí que indudablemente que lo que ha sucedido estos días en Siria forma parte de una misma guerra de alcance regional.

Me gustaría equivocarme pero yo no veo por ningún lado que en Siria se vaya a instaurar un régimen democrático con el respeto por las minorías y que todo en definitiva vaya ir a mejor. Los que han derrocado, sin demasiado derramamiento de sangre, es verdad, al régimen sirio, a Bashar Al Asad, que se ha refugiado finalmente en Rusia, son un conjunto de milicias islamistas que han demostrado una y otra vez su dureza y brutalidad con sus enemigos. No entiendo, o no quiero entender, cómo puede verse de otra manera desde los medios de comunicación occidentales, y como muchos incautos refugiados sirios -a no ser que sean islamistas- tienen intención de volver a su país. En el caso que lograran formar un gobierno provisional y poner en marcha una transición hacia la democracia lo primero que deberían de hacer es dejar la religión a un lado. Si desaparece el aparato estatal del anterior régimen lo veo imposible. Lo que haría falta es mantener justo lo que la dictadura de los Al Asad mantenía con un Estado aconfesional, para un país en el que conviven musulmanes sunitas, chiítas, cristianos, drusos, entre otros. El antecedente de los talibanes en Afganistán, por dos veces, es revelador, el desastre en Libia, también: Siria con estas dificultades y en el contexto de esta guerra regional en marcha lo tiene muy difícil. La cantidad de conflictos que la Administración saliente de Joe Biden le deja a Donald Trump es abrumadora. La comunidad internacional vive con euforia el fin de una dictadura, nadie quiere una dictadura, en Damasco hay celebraciones por parte de muchos sirios, pero se obvia que la ideología que ha vencido nos ha golpeado duramente en más de una ocasión, ha llevado el terror a sus propios pueblos en más una ocasión. Ojala me equivoque.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Diciembre 2024.