Un pueblo en el Tercer Reich de Julia Boyd y Angelika Patel – por Francesc Sánchez

Cómo sabrán los lectores recientemente he llevado a cabo un nuevo viaje por una región a la que llamo el corazón de Europa, no sólo por su ubicación geográfica, entre Francia, Alemania, y también Suiza, sino por su pasado, con su historia llena de transformaciones sociales y de enfrentamientos, y también por su presente, por ser aún uno de los lugares desde los que se decide políticamente en parte y en teoría la construcción y destrucción del continente. Pues bien, a mi vuelta, paseándome por las librerías, encontré el libro de Un pueblo en el Tercer Reich de Julia Boyd y Angelika Patel, bajo el subtitulo de Cómo el auge del nazismo impactó en la vida de la gente corriente, y me llamó la atención, así que he hecho su lectura.

Esto no es una novela, sino un ensayo de Julia Boyd, una investigación bien documentada que parte de un trabajo previo de Angelika Patel, cuando esta última recibe el encargo del pueblo de Oberstdorf de divulgar en un libro la historia más reciente de la comunidad. La labor de Julia Boyd ha sido la de ampliar y divulgar hacia todo el país y, por lo que vemos al resto del mundo, cómo fueron para los habitantes del pueblo de Oberstdorf los años más convulsos para Alemania y Europa del pasado siglo XX. El libro se inicia, acertadamente, en la Gran Guerra, cuando todo se pone patas arriba, pero aún no se puede sospechar que lo peor estaba por llegar, y termina en la Postguerra cuando el pueblo alemán consigue recuperarse después de la nueva derrota.

El libro ofrece las claves fundamentales para entender el porqué apareció el nazismo y ascendió al poder en Alemania, después de las sanciones posteriores a la Gran Guerra, el conato de revolución espartaquista, la hiperinflación que hizo que una barra de pan tuviera un valor de un millón de marcos, el Putsch de Múnich, la crisis financiera de 1929, y sobre todo la propagación de la violencia política. Todo ello afectó también de una u otra manera a este pueblo de Baviera llamado Oberstdorf, con unos habitantes mayoritariamente conservadores, con una economía tradicional pero abierto a las nuevas tendencias del turismo. Un pueblo muy cerca de las montañas de los Alpes, pero también muy cerca del nacionalsocialismo, como en la mayoría de los pueblos alemanes.

Realmente conforme vas leyendo este libro, los habitantes de este pueblo, pese a que lo pasan mal y no pueden evadirse del discurrir del resto del país, no solamente logran sobrevivir, sino que no puede decirse que no vivieran muchos de estos momentos cruciales de forma positiva. Los nazis, primero son pocos, pero su número va en aumento conforme la fuerza del partido va incrementándose en todo el país, y en el momento que toman el poder del Estado cumpliendo con las formalidades democráticas de la República de Weimar y después, ya obteniendo todos los resortes del poder, destruyéndola, también lo hacen sin ningún tipo de oposición en Oberstdorf.

De hecho, diría que hasta viven un momento dulce en el que la mayoría de los habitantes sean o no nazis, creen realmente que esta nueva realidad política va a ser positiva, al menos hasta que Hitler decide iniciar la guerra. La movilización de la economía por parte del Estado, la aparición de organizaciones juveniles del Partido, y hasta hechos propagandísticos como la escalada de la cara norte del Eiger, son recibidos positivamente. La incorporación de Austria o la de los Sudedes al Reich, lejos de ser motivo de preocupación, es vivida con simpatía por la mayoría de sus habitantes, es sin más la recuperación del orgullo nacional perdido tras la derrota en la última guerra. Sólo las peores consecuencias de la guerra, porque afectan a sus jóvenes enrolados en la División de Montaña que van a los campos de batalla del Este y mueren, y las estrecheces económicas por el esfuerzo de guerra, hace cambiar la percepción de este nuevo mundo que se romperá en pedazos. Pero no adelantemos acontecimientos.

El reverso de la otra cara de la misma moneda del nacionalsocialismo para los que no lo comparten, o no disponen del certificado pureza racial, ya no fue tan positivo. Esta es la triste realidad del proyecto de Hitler para los alemanes, que no fue un proyecto para todos los alemanes, sino sólo para aquellos que encajaron, más o menos forzadamente, en este totalitarismo. Está la cuestión judía por supuesto, pero es menos conocida primero la esterilización de todas aquellas personas con minusvalías que se consideraron una carga para el Estado, incluidos los enfermos mentales, y luego su eliminación. Un proceso llevado en secreto que finalmente los nazis dejan en suspenso cuando sale a la luz y socialmente es rechazado. Por no hablar también, aunque debería de ser evidente, del destino de la oposición política organizada y más significada, que es extirpada físicamente de la sociedad desde el primer momento, como un quiste maligno, hacia los primeros campos de concentración como el de Dachau, que se encontraba muy cerca de Múnich. En aquellos tiempos ser acusado o delatado por cualquier motivo, aunque tuvieras la denominación de origen en regla, podía tener consecuencias fatales: la cultura de la delación tan aferrada en los regímenes totalitarios, y muy soslayada como algo nocivo en los democráticos, estaba al orden del día.

No fue un camino de rosas el nacionalsocialismo en Alemania, pero, de hecho, cómo decía más arriba, hasta con el inicio de la guerra en su primera etapa, con victorias contundentes contra sus enemigos, la mayoría seguía manteniendo la fe en Adolf Hitler y el Estado. Es motivo de debate, o debería serlo, si inequívocamente los nazis estaban determinados a llevar la guerra al resto del mundo, pero en cualquier caso sabemos que Hitler invadió Polonia, se enfrentó a sus viejos enemigos, y en la búsqueda de su espacio vital, el Lebensraum, invadió todo el Este para repoblarlo de alemanes, y apoderarse de los ricos recursos energéticos del Cáucaso. Tienen que llegar las primeras derrotas militares, con las cartas de defunción de los jóvenes soldados dirigidas a sus familiares, y las estrecheces económicas que ya habían conocido estos habitantes de Oberstdorf años antes, para que muchos dejen de creer. Sin embargo, si hablamos de un alcance nacional, aunque habrá algunos intentos de subversión por parte de algunos militares, que intentaran eliminar a Hitler, en Alemania no se produce ninguna rebelión o ruptura importante. Porque una mayoría seguía convencida y el Estado totalitario basado en el terror imposibilitaba cualquier movimiento subversivo. En el pueblo de Oberstdorf, sólo cuando las tropas aliadas están ya muy cerca surge un grupo de insurrectos que se enfrenta a los nazis para lograr un acuerdo con estos mismos aliados y evitar la destrucción.

Entonces con la derrota y la ocupación llega un momento muy raro, todas estas personas que vivían en el pueblo, no sólo aceptan la nueva situación, sino que parece que la valoran muy positivamente. En el país se llevan a cabo los Juicios de Nuremberg contra algunos próceres del régimen, donde se sentaran desde entonces las bases de parte de la legislación internacional sobre derechos humanos, y se lleva a cabo un proceso de desnazificación, reincorporándose todos los supervivientes a la comunidad. Los habitantes de este pueblo y todos los alemanes no sólo se recuperan, sino que viven sus mejores años hasta nuestros días, donde el rearme y la amenaza de una nueva guerra total en el continente, y las viejas argumentaciones de algunas formaciones políticas, que parecen la alargada sombra del pasado, hacen una vez más acto de presencia. Hoy de nuevo los derechos no son humanos y los enemigos, aunque sean niños, son subhumanos. Pero esto último no lo encontraran en libro, es cosecha propia.

El libro puede leerse como un trabajo académico bien documentado, que sitúa las principales claves históricas de este periodo en Alemania, y puede ayudar a muchos a entender cómo afectaron estas a una pequeña comunidad. Se puede objetar que lo que vivieron los habitantes de Oberstdorf no puede extrapolarse a toda Alemania, pero también se puede decir lo contrario afirmativamente, que el discurrir del Reich afectó de lleno a este pueblo. De ahí que conjugando ambas perspectivas puede servir para hacernos una idea de todo el conjunto. Útil, en mi opinión, para aquellos que quieran acercarse a estos hechos de la historia alemana y europea, de una forma no demasiado difícil, aunque ciertamente la profusión de nombres propios que aparecen, los habitantes del pueblo, puede llegar a no hacernos seguir del todo el hilo sino prestamos la debida atención. La autora lanza algunas preguntas hacia el final de libro. Encuentro muy interesante que nos hable del papel de la Iglesia católica y la Iglesia protestante que se rompe en dos mitades, y sobre todo del caso del alcalde nazi del pueblo, que manteniendo esa ideología no se comportó de una forma terrible y maligna con los miembros de la comunidad, algo que quizá nos llevaría a replantearnos algunas cuestiones, pero que en cualquier no puede salvar un régimen y una ideología totalitaria que, en su código genético -encuentro muy apropiado este término- lleva la semilla de la destrucción. Para finalizar, echo de menos que haga una reflexión global, y que dé su opinión sobre todo sobre lo que sucedió en este pueblo, creo sinceramente que esto habría hecho más completa esta lectura, que en cualquier caso es recomendable, y una invitación hacía otras publicaciones.

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[ Un apunte histórico para una polémica que no debería existir]

La Segunda Guerra Mundial se inició cuando los alemanes el 1 de septiembre de 1939 invaden Polonia, y el día 3 de septiembre Francia y el Reino Unido le declaran la guerra a Alemania. No antes, ni después. Sin embargo, el prólogo, lo encontramos en la anexión -el Anschluss– de Austria al Tercer Reich que se efectúa entre el 11 y el 13 de marzo de 1938, y la incorporación de los Sudetes de Checoslovaquia hacia finales de 1938, que previamente formaban parte del Imperio Austrohúngaro, y que la hizo posible el Pacto de Múnich del 29 y el 30 de septiembre de 1938 entre los alemanes y sus aliados italianos de una parte, y sus viejos enemigos franceses y británicos de otra, en lo que estos últimos definieron como la política del apaciguamiento en la búsqueda de la paz. Hitler en marzo del 1939 rompió este pacto y se anexionó al Reich el resto de Checoslovaquia. Y no pasó nada. Claro que también es importante el Pacto Ribbentrop-Mólotov del 23 de agosto de 1939 entre alemanes y soviéticos para repartirse Polonia, un pacto de no agresión para evitar el gran enfrentamiento mutuo que finalmente terminó llegando con la invasión alemana de la Unión Soviética bajo la Operación Barbarroja. Pero más allá de esto no menos importante fue, aunque la historiografía internacional aún no la haya incorporada mayoritariamente, la Guerra Civil española en la que los respectivos aliados se batieron el cobre y se lanzaron las bombas de mano, prácticamente durante tres años entre 1936 y 1939: los alemanes e italianos pactando con Franco pasaron a bombardear las ciudades republicanas, y fueron decisivos en el campo de batalla, y los antifascistas voluntariamente también bajo la Brigadas Internacionales con armamento comprado a la Unión Soviética, mientras las democracias occidentales sellaron el Pacto de no Intervención. No todo el mundo tiene porque conocer estos hechos, pero que hoy quiera omitirse toda o una parte de este prólogo, me temo que forma ya más parte de la política y la coyuntura que vivimos que de las interpretaciones de la historia.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Septiembre 2025.