Las ideas de Europa – por Francesc Sánchez

El rapto de Europa de Noël Nicolas Coypel - Wikimedia Commons

Probablemente la primera vez que se menciona el topónimo Europa sea en el mito griego del Rapto de Europa. Pero en este caso Europa no define al continente que hoy conocemos si no que se corresponde a una princesa fenicia de origen argiva que es camelada por un dócil toro, hasta el momento que Europa lo monta, y el dócil animalito que en realidad es el dios Zeus transformado, la lleva al trote contra su voluntad hasta la isla de Creta. Ese es el origen de otro mito en el que se nos cuenta la fundación de la dinastía del Rey Minos, que nos traerá después el mito del Minotauro y su laberinto, en el que Ariadna con su famoso hilo permite la huida a Teseo. Sin embargo, el mito fuerte de los griegos es el de la Guerra de Troya que nos dejó Homero tanto en La Ilíada, cuando los micénicos y otros pueblos griegos asedian esta importante ciudad de Asia Menor con la excusa de recuperar a Elena, como en La Odisea, donde nos enteramos de más acontecimientos de esta guerra, y sobre todo se nos relata el díficil regreso a su tierra del héroe Ulises. Pero falta algo. El historiador Heródoto en su Historia nos da a conocer un enfrentamiento entre los griegos y los persas en las guerras médicas con una fuerte carga simbólica. Resulta que 300 espartanos liderados por Leónidas plantaron cara a un gran ejército de persas en el paso de las Termópilas: todos murieron, pero el valor demostrado en esta resistencia alentó al resto de griegos en las siguientes batallas. Heródoto en su Historia ya nos habla de Europa como un continente. Así tenemos que Europa en un momento dado define al continente habitado por aquel entonces por los pueblos celtas, germánicos, eslavos, y latinos.

La primera entidad política que se expande por todo continente se produce con el Imperio romano, que fue heredera culturalmente de los pueblos griegos, pero no está de más recordar que por aquel entonces este imperio unía todos aquellos territorios que bordeaban el Mediterráneo, que ellos llamaban el Mare Nostrum. El Imperio romano construyo numerosas ciudades, expandió el comercio, pero también fue belicosa derrotando tanto a los cartagineses como a la mayoría de los pueblos que habitaban el continente. Roma civilizaba, pero también esclavizaba. El mito de Espartaco liderando a los esclavos alentó a muchos más. Todo aquello, como sabemos, se terminó desmoronando, el Imperio adopta el cristianismo, se escinde en dos y, aunque Bizancio se mantendrá durante siglos, en Europa desaparece: las causas podrían encontrarse tanto en las invasiones bárbaras como en disfunciones internas de toda índole.

Sin embargo, después de una edad oscura para el continente, cierta idea unitaria bajo este mismo cristianismo, y que en el Imperio carolingio tiene su máxima expresión, se impone. El imperio de Carlomagno que ha unido los territorios francos y germanos bajo un mismo estado corta de raíz el avance del islam en la Batalla de Poitiers (en el año 732) y establece en la Península la Marca Hispánica. Tras la disolución de este Imperio en multitud de pequeños proto-estados, en los albores del año mil, adoptan el feudalismo, basado en el vasallaje y la economía de subsistencia. Esta cristiandad que podemos materializar en piedra primero en las iglesias con el románico, y luego, sobre todo en las catedrales con el gótico, se generaliza. Fue el momento en el que el conocimiento estaba en manos de los clérigos que habitaban monasterios y abadías, donde copiaban, traducían, y guardaban multitud de manuscritos. Pero también hacía en el siglo XII aparece el mito de Perceval y del Grial de la mano de Chrétien de Troyes que durante cien años será reescrito y reinterpretado. El hecho de compartir esta misma religión, en un momento dado, fue aprovechado para impulsar toda una serie de cruzadas hacía Tierra Santa, expulsar a los musulmanes de la Península Ibérica, pero también contra herejías internas como la de los cataros. Por lo tanto, tenemos que esta idea de Europa cristiana se hace también por oposición hacía aquello que resulta una amenaza o sencillamente no encaja.

De ahí que no debamos hacernos una idea equivocada de estos europeos como un conjunto de proto-estados colaboradores y pacíficos, y la prueba son los continuos enfrentamientos, siendo el de la Guerra de los Cien Años (entre 1337 y 1453), quizá el más significativo. En la Edad Moderna estos proto-estados se transforman en entidades más grandes y complejas bajo diferentes monarquías, es el momento también en el que los europeos salen del continente para conquistar el mundo. Este fue el caso del que será el Imperio español que, desde el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, y luego con la conquista, sometimiento, y evangelización de las poblaciones de este nuevo continente, expande definitivamente Europa hacía el resto del mundo. Más tarde Magallanes y Juan Sebastián El Cano completaran la vuelta al mundo. Fue el momento también del impulso tanto del Renacimiento de las ciudades estado italianas como del Humanismo de un alcance más generalizado. Sin embargo, lo que en un momento unió a los europeos, el cristianismo, con la reforma protestaste de Lutero produce un cisma, y una serie de guerras de religión, siendo quizá la más importante la Guerra de los Treinta Años (que enfrentó al Imperio español y al Sacro Imperio Romano Germánico con el resto), y que terminaran siendo sancionadas con el cuius regio, eius religio, que significa que «cada reino adopta la religión del rey». Sin embargo, esto dejaba fuera a muchos de aquellos subsiditos que no profesaban la religión oficial, y fue en Inglaterra cuando tras la revolución liderada por Oliver Cromwell (entre 1642 y 1688), se establece por primera vez la libertad de culto, y de paso se subordina el monarca al Parlamento. Mientras este fue el momento del advenimiento de lo que será el Imperio británico, con las compañías comerciales, con una política económica mercantilista, una incipiente colonización y esclavismo, en la Europa continental iban a producirse cambios más drásticos.

Las ideas de la Ilustración del siglo XVIII, con Voltaire, Montesquieu, Rousseau, entre muchos otros, abrieron los ojos a todo el mundo y en Francia un pueblo liderado por la burguesía que conformaba el Tercer Estado y que «hasta entonces no había sido nada» desde entonces «lo será todo». Cuando en 1789 el pueblo francés asalta la mazmorra de la Bastilla se inicia una revolución que progresivamente liquidará el Antiguo Régimen en todo el continente europeo. Este ciclo revolucionario iniciado en las 13 colonias americanas con la revolución que le hicieron los colonos al Imperio británico propagará las ideas de la ilustración por todo el continente. Sin embargo, la reacción por parte de los que defendían el Antiguo Régimen reunidos en la Santa Alianza, no se hizo esperar. Tampoco la respuesta de la Francia revolucionaria. Napoleón invadió militarmente media Europa, pero también propago estas ideas de la Ilustración, que progresivamente serán incorporadas por todos. Ahí por lo tanto ya tenemos otra idea de Europa, la que proviene de los valores e ideas de la Ilustración. En ese momento paralelamente, cuando no complementariamente, se estaba dando otro movimiento político cultural muy importante: el romanticismo. En toda Europa de repente se enfatizaron tanto la idea de la libertad individual, asociada a los sentimientos, como las ideas de los pueblos nacionales ligados a una lengua y una cultura determinada y que conformaran algunos de los estados modernos, como son los que surgieron con las reunificaciones de los alemanes y los italianos en un solo estado. Falta algo fundamental: la Gran Bretaña unificada lleva a cabo una revolución tecnológica y se convierte en la fabrica del mundo. La revolución industrial expandió el capitalismo siguiendo los preceptos liberales de Adam Smith, pero también fue el momento en que los obreros, que trabajaban y vivían miserablemente, se empezaron a organizar exigiendo sus derechos, tanto laborales como políticos. Fue el momento del reformismo político, en el que las novelas de Charles Dickens tuvieron un papel, pero también de las ideas revolucionarias que relató y profetizó en sus novelas Dostoievski.

Todo esto como vemos estaba conformando los estados europeos que hoy conocemos, pero se estaba haciendo por la fuerza. En el momento culminante de estos estados nacionales, que mantienen en ultramar grandes imperios coloniales, las ansias de los segundones por obtener su propio gran imperio, producen en 1914 la gran colisión a escala mundial. El detonante fue el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo a manos de un serbio paneslavista. Lo llamaron la Gran Guerra porque en su momento no había necesidad de enumerarlas, y el resultado fue la desaparición de los imperios centrales. No podemos olvidarnos que antes de que esto finalice en Rusia en el año 1917 se produce una revolución que lo volverá a cambiar todo una vez más. Por primera vez en la historia un estado liderado por una vanguardia y siguiendo las enseñanzas de Karl Marx se declara comunista. Las duras penalizaciones económicas y la culpabilización de Alemania como responsable de la guerra, sumada a una grave crisis económica, sirvieron en bandeja de plata todo para el ascenso de los nazis de Adolfo Hitler. La idea de Europa de Hitler se basaba en la pureza de la raza aria, en la liquidación de las minorías, y en la negación de las ideas ilustradas: el Tercer Reich tras la anexión de Austria y los Sudetes de Checoslovaquia invadió el Este para obtener su lebensraum (su espacio vital) y, tras el prolegómeno de la Guerra Civil española, en la que por primera vez en el mundo se experimentó con las ideas anarquistas, sometió a casi toda Europa (entre 1939 y 1945) en una guerra atroz. Principalmente fueron los soviéticos y los americanos los que vencieron esta vez a Alemania, pero pronto entraron en una dinámica de tensión y desconfianza en la que se dividieron tanto Europa en dos áreas bajo su control, como el mundo en dos esferas de influencia, en lo que se conoció como la Guerra Fría. Y aquí nos vamos acercando a una nueva idea de Europa que nacía de las cenizas y la destrucción de la última guerra.

En el momento que Francia y Alemania firman el acuerdo sobre la Comunidad Europea del Carbón y el Acero no solo están cooperando en lo económico si no que sellan el final de la rivalidad y las rencillas que habían tenido durante siglos. Este acuerdo, en el que se inscribieron también Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Italia, fue la primera piedra para la firma en 1957 del Tratado de Roma y el nacimiento de la Comunidad Económica Europea, que es la antecesora de la actual Unión Europea. Y esta nueva idea de Europa que unía a todos los países democráticos en la diversidad se hizo voluntariamente en paz y por la paz, algo inaudito en toda esta historia del continente que hoy hemos tratado sintetizar en este artículo. Nuestro país, España, muerto el dictador y encauzado en la Transición, progresivamente recuperó sus libertades políticas y formo parte también de Europa, primero a través de la incorporación en la Alianza Atlántica en 1982, ligando al país en la Estructura Militar Integrada de los Estados Unidos, y más tarde en 1986 en la Comunidad Económica Europea. Un hecho diferenciador de esta Europa hasta hoy, porque no podemos saber lo que pasará mañana, es la existencia de un sistema de protección social llamado el Estado del Bienestar, que garantiza unos servicios públicos básicos para todos. Hoy la idea de Europa es algo que forma parte de nuestro contexto, como algo imperceptible, muchas veces como un ideal utópico inalcanzable, otras criticado por deficiencias e imperfecciones, pero como hemos visto estamos todos, querámoslo o no, unidos por una historia compartida.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 18 Julio 2020.