Mientras los más modernos aviones de la Fuerza Aérea de Israel se encaminaban hacia Irán para destruir objetivos militares en el sigilo de la noche y lejos de los medios de comunicación, un nuevo mundo se estaba fraguando en la ciudad de Kazán en las profundidades de Rusia bajo los dominios del nuevo zar Vladimir Putin, lejos también de la mirada de los medios de comunicación occidentales. La XVI Cumbre de los BRICS+, integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, secundada por 36 países, incluyendo también la presencia del Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, y el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, tiene la voluntad de impugnar el orden internacional que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, en materia económica, en materia de seguridad, e ideológica, y que se desplazó significativamente hacia Occidente tras la desaparición de la Unión Soviética. Hoy el mundo ya no es el mismo que ayer.
Les voy a dar tres titulares y pueden quedarse con aquel que más les guste. El primero de ellos es que los BRICS han cambiado su denominación a BRICS+ porque el grupo se ha ampliado a Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, e Irán, como miembros de pleno derecho, y a otros países que son Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán, y Vietnam, que se han convertido en socios. El segundo, es que la Rusia de Putin no está sola, pero quizá esto, sin dejar de ser así, como veremos no es lo más importante. El tercero creo que es la clave, pero puede que no les guste: estos países han impugnado la hegemonía occidental y han evidenciado que el mundo ya es una realidad multipolar. Desde la desaparición de la Unión Soviética el foro de encuentro del G7, liderado por los Estados Unidos, Canadá, y sus socios europeos, estuvo dirigiendo las reglas económicas de la globalización. Este grupo fue ampliado entre el 2007 y el 2008 durante la crisis financiera global a los Estados emergentes en el G20, porque su economía empezó a tener un peso contundente. Pero la realidad geopolítica desde entonces lo ha dejado fuera de juego para aplicar acuerdos, más allá de ser un foro de encuentro, al evidenciarse más sus diferencias que sus afinidades. El BRICS, y de ahora en adelante el BRICS+, surge pues como una nueva realidad geopolítica que se opone al G7, y por lo tanto a la hegemonía occidental. Entre sus acuerdos más prácticos está el de crear un sistema de pagos alternativo al SWIFT controlado por Estados Unidos, y sus propósitos más ambiciosos son volver al patrón oro y poner en marcha divisas internacionales alternativas al dólar estadounidense.
Recurriendo a la historia debemos recordar que al finalizar la Segunda Guerra Mundial los aliados occidentales tras los Acuerdos de Bretton Woods, pusieron en marcha unas reglas para el sistema económico capitalista, que en grandes rasgos se han mantenido hasta nuestros días. De aquellos acuerdos surgieron el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y más tarde la Organización Mundial del Comercio. Paralelamente, los aliados en materia de seguridad crearon las Naciones Unidas, con la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que se fueron integrando todos los nuevos Estados que surgieron de los diferentes procesos de descolonización, y el efectivo Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, integrado por los vencedores de la guerra, que además disponían de armamento nuclear. Este fue el nuevo orden mundial, en el que lo económico estaba ligado al patrón oro, y en la seguridad, en un contexto de Guerra Fría entre las dos grandes potencias, en la bomba atómica. Pero había un antecedente, un camino a seguir, un cambio en lo económico, y unos hechos geopolíticos insoslayables. Este sistema se inició en la cumbre de Yalta de 1945 entre Franklin Delano Roosevelt, Iósif Stalin, y Winston Churchill, es decir entre los Estados Unidos, la Unión Soviética, y el Reino Unido, y supuso la división del mundo entre dos esferas de influencia, con sus respectivas organizaciones de seguridad colectiva -la OTAN en 1949 y el Pacto de Varsovia en 1955-, que como anticipábamos antes iba a estar en tensión por la Guerra Fría. El cambio en lo económico llegó con la crisis del petróleo de 1973, el momento en que el presidente Richard Nixon decidió terminar la convertibilidad del dólar en oro, es decir el patrón oro, y convertir al dólar, sujeto a la política económica de los Estados Unidos, en la divisa mundial para la compra y venda de petróleo. Los hechos insoslayables fueron la desaparición de la Unión Soviética y la Guerra Global contra el Terrorismo después del 11S de 2001.
Los Estados Unidos y sus aliados cuando desapareció la Unión Soviética tuvieron una oportunidad para crear un nuevo orden mundial con la heredera, es decir Rusia, y los desheredados, la mayor parte del resto del mundo, pero la desaprovecharon. Es cierto que en Oriente Medio con la Guerra del Golfo de 1991 con la alianza multinacional en contra de Sadam Husein, y los Acuerdos de Oslo paz para resolver la cuestión palestina-israelí entre Yaser Arafat e Isaac Rabin, asistimos -para algunos- a un ensayo de multilateralismo bienintencionado promovido por Bill Clinton, pero esto fue un espejismo, porque lo bien cierto es que la hegemonía estadounidense fue indiscutible, y se comprobó definitivamente con los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia en 1999. Mientras tanto Rusia descendencia a los infiernos y emergían los demonios de Dostoievski, tanto en las profundidades de este país como en un mundo despreciado y resentido, que tuvo como máxima expresión la abominación del 11S de 2001. Estados Unidos tuvo una nueva oportunidad para liderar un nuevo orden mundial, pero George W. Bush en lugar de buscar acuerdos con el resto del mundo decidió ir a la guerra contra los terroristas, los talibanes y Sadam Husein, iniciándose una senda que llega hasta nuestros días, y que finalmente se ha bifurcado. Las economías emergentes de países como China o la India, pero también Brasil o Sudáfrica, y muchas de los Estados que se reunieron en la cumbre de Kazán, quieren nuestro bienestar económico y establecer sus propias reglas del juego, y esto no tiene porque gustarnos. Los miembros del G7 son países democráticos pero muchos de los integrantes del BRICS+ no lo son, y su propuesta para el mundo no es asimilable para nuestras democracias, y puede ser más conflictiva si cabe para el resto del mundo que la que Occidente ha desplegado durante todo este tiempo.
Los BRICS+ son la máxima expresión de este desencuentro entre el Occidente liderado por los Estados Unidos, que podía haberse evitado estudiando historia y analizando cómo evolucionó el mundo después de la desaparición de la Unión Soviética y del 11S de 2001. Ya en su momento el mundo de los desheredados intentó expresarse a través del Tercer Mundo y el Movimiento de los Países No Alineados sin ser escuchado: hoy estos países nos miran y desafían desde una posición más igualitaria. El hecho que sea Rusia, la Rusia del zar Putin, la que haya promovido los BRICS+ más enfáticamente y exitosamente, después de que Occidente la haya ninguneado desde su resurgimiento, hecho el vació tras iniciarse Guerra de Ucrania, haya promovido todo tipo de sanciones, y le esté haciendo la guerra en Ucrania con un enemigo interpuesto, no deja de tener cierta ironía. No me cabe la menor dura que los Estados Unidos y sus aliados intentaran dividirlos para vencerlos porque se juegan su hegemonía imperial en el mundo, y quizá su supervivencia. La duda que tengo es si como europeos debemos seguir rindiendo pleitesía a los Estados Unidos, o por el contrario llegará el momento en que ese sueño de unirnos y dejar atrás las guerras, que formularon entre otros Robert Schuman y Konrad Adenauer después de la guerra y con un continente en ruinas, nos llevará a entablar una relación de iguales con el aún gigante americano, trastornado y perdido igual que la Unión Europea, y de ésta forma Europa pueda ejercer desde su autonomía -cómo la de todos los Estados en un mundo globalizado- un papel de equilibrio y ético en este mundo ya multipolar y agresivo.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 30 Octubre 2024.