La Nueva Alemania por – Francesc Sánchez

El interior de la cúpula del Reichstag (Parlamento alemán)

Este año se cumplen 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial y el pasado año se cumplieron 30 años de la caída del Muro de Berlín. Dos acontecimientos totales cargados de significado que aún resuenan en el presente. La primera ponía fin al Tercer Reich y la segunda simbolizaba el desplome del comunismo. Habiendo situado estos dos hechos me propongo explicar algunas cosas sobre Alemania y Europa motivado tanto por el díficil momento por el que pasa el continente como por la lectura del libro Después del muro: Alemania y Europa 25 años más tarde de J. M. Martí Font publicado por la editorial Galaxia Gutemberg.

En el momento en que Hitler se suicida en su bunker en Berlin cae el Tercer Reich y los aliados invaden Alemania: los americanos, británicos y franceses, ocupan el lado occidental del país y los soviéticos el oriental. Lo mismo sucede con Berlín dividida en sus respectivos sectores. Lo que en su momento fue Prusia desaparece: una parte formará parte de la República Democrática de Alemania y la otra de Polonia y Kaniligrado (un enclave soviético entre Polonia y Lituania). El territorio alemán pues queda dividido y en el momento en que el número de alemanes que se pasan hacía Berlin Oeste se incrementa notablemente los soviéticos deciden encerrar a su población levantando el Muro. El tiempo que va de desde que lo empezaron a construir (el 13 de agosto de 1961) hasta su destrucción a mazazos por los alemanes (9 de noviembre de 1989) convierte al Muro en un Telón de Acero, que divide dos concepciones diferentes del mundo lideradas por las dos superpotencias que se enfrentan en una Guerra Fría, en la que Berlín se ha convertido en un verdadero nido de espias. Mientras la República Federal de Alemania no sólo se reconstruye si no que se convierte en una potencia con el European Recovery Program americano y el trabajo tanto de los alemanes como de cientos de miles de inmigrantes (el famoso milagro alemán en el que participaron tantos españoles), la República Democrática de Alemania con no menos trabajo por parte de los alemanes pasa las estrecheces del mundo del socialismo real. El momento de la caída del Muro en el contexto de la Glasnov y la Perestroika de Mijaíl Gorbachov fue la antesala de la reunificación alemana, pero ésta nunca se produjo entre dos iguales ni dio como resultado un modelo de país diferente, si no que significo la anexión de la República Democrática Alemana en la República Federal Alemana, que pasó a llamarse sin más Alemania. Ésta fue pues la Nueva Alemania que al mismo tiempo que volvía a ser un punto de encuentro entre los alemanes y una oportunidad de una vida mejor para todos, desmantelaba una industria anticuada como incrementaba el número de desempleados.

Durante mucho tiempo los alemanes occidentales subvencionaron a los orientales a través de impuestos en su declaración de la renta. Y el regreso de la Berlín como capitalidad supuso cuantiosas inversiones por parte del estado federal. La unificación que impulsó Helmut Kohl fue aprobada por la Unión Europea a cambio de la creación del euro (la moneda común). Sin embargo, la equiparación económica entre estos dos territorios nunca se ha llegado a alcanzar. Tampoco deberíamos llevarnos a engaños, como sucede en muchos países, en Alemania sólo cuatro land (estados federales) aportan económicamente a los demás: así tenemos que mientras en los estados de Baviera, Baden-Wurtemberg, Hesse, y la ciudad estado de Hamburgo, se concentra la industria y la inversión en tecnología más productiva, y por lo que tanto el nivel de vida como los sueldos son altos, en el resto las dificultades son más importantes. Gerhard Shrôder entre 2003 y 2005 impulsó un plan de reformas destinadas a reducir la tasa de desempleo y su respectiva prestación por desempleo: básicamente obligó a millones de alemanes a aceptar contratos de trabajo irrisorios por pocas horas semanales (los minijob) como condición de preservar otras prestaciones sociales. La Agenda 2010 de Gerhard Shröder fue mantenida por los gobiernos posteriores de Angela Merkel y se la señala como la razón del porqué Alemania se vio menos afectada por la crisis financiera de 2008. Sin embargo, para entender mejor el éxito de la robustez económica alemana probablemente deberíamos retroceder en el tiempo, y verlo mejor lejos de las recetas liberalizadoras y más cerca de un plan de inversiones en la industria y en la investigación en tecnología, a las exportaciones hacía otros países, y a un amplio acuerdo entre las patronales y unos fuertes sindicatos.

En política internacional la República Federal de Alemania durante la Guerra Fría mantuvo una postura subsidiaria de los Estados Unidos. Y fue a raíz de la unificación y del desplome soviético que empezó a implicarse en el mundo: la prueba de fuego fueron las guerras de secesión yugoslavas (entre 1991 y 2001) en las que la Nueva Alemania apoyó sin fisuras a la católica Croacia y a la campaña de bombardeos de la OTAN sobre Serbia. Sin embargo, Alemania desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hace relativamente poco tiempo no había puesto un soldado fuera de su territorio. De hecho, la Alemania de Gerhard Shröder, al lado de la Francia de Jacques Chirac, se opuso a la Guerra de Iraq de 2003 patrocinada por Washington, Londres, y Madrid. El cambió se produjo cuando la OTAN a través de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) se hace cargo del grueso de las operaciones militares en Afganistán, y Alemania envía sus primeros 4.341 soldados al exterior. En política europea Alemania es fundamental para su propia existencia, pero sobre esto hablaremos un poco más adelante, lo que quiero señalar aquí es que, después del desplome comunista, fue partidaria de la ampliación hacía al Este, entrando en la Unión Europea, toda una serie de países que se han convertido en mercados, un buen lugar para llevar a cabo deslocalizaciones, y que suelen sumarse a sus decisiones por temor a la Rusia de Putin. La política beligerante entre Washington y Moscú tuvo su momento más difícil en la crisis en Ucrania en la que Alemania volvió a ser una vez más subsidiaria. Sin embargo, la existencia del gasoducto Nord Stream que atraviesa el Mar Báltico entre Rusia y Alemania muestra que cierta independencia.

Esto nos lleva al problema de identidad de la Nueva Alemania, y como veremos de la propia Unión Europa. La responsabilidad de la Alemania de Hitler en la Segunda Guerra Mundial todos la conocemos. También los propios alemanes. Todo aquello les marcó para siempre durante generaciones. Los alemanes, después de la liberación de los campos de concentración y exterminio, y sobre todo de los Juicios de Nuremberg, que encausaron a varios oficiales por crímenes en contra de la humanidad, pasaron por un proceso de desnazificación, y desde entonces han cuidado mucho su memoria colectiva. La propia construcción europea fue una forma de ligar el destino de Alemania con sus vecinos europeos en unos momentos en que los países europeos estaban amenazados y pintaban mucho menos en el mundo. No es baladí que François Mitterrand y Hemult Kohl se cogieran de la mano el 22 de septiembre de 1984 para conmemorar en el Osario de Douaumontel el 70 aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial: Francia y Alemania después de más de un siglo de conflictos militares decidieron expulsar la guerra del continente aunando esfuerzos en la construcción europea.

Haciendo un ejercicio de perspectiva histórica, la historia de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con su desarrollo económico, su modelo social, y la consolidación de la democracia, es una historia de éxito: de la que España también forma parte desde el final de la dictadura. Ésta, y no el maltrato al pueblo griego con la política de la austeridad, es la Alemania y la Europa que a mí me interesa y me parece más atractiva. En unos momentos de fragilidad en el continente por la pandemia del coronavirus tenemos la oportunidad de avanzar juntos ofreciendo un mensaje con optimismo a todos, o por el contrario no hacer nada, y ampliar las bases del euro-escepticismo alimentado por los pardos, que nada bueno pueden traer. Son muchos los retos que todos tenemos por delante, desde la fragilidad de nuestra economía a la pandemia que antes mencionábamos, pasando por la conflictividad en el mundo, que por efecto de la globalización trae sus consecuencias al continente. Hay pues que tomar lo positivo de Alemania y dar un impulso a este proyecto compartido, pero Alemania debe también estar a la altura del momento histórico que vivimos, comprendiendo que en Europa por economía y población es la potencia más importante, pero también que en solitario su peso en este mundo de gigantes es mucho menor.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 27 Mayo 2020.