El apagón inexplicable – por Francesc Sánchez

Línea de Alta Tensión - Wikimedia Commons

Primero hagamos la crónica del hecho. Lo que decían que nunca iba a pasar, porque somos imbatibles como el chuletón, ha sucedido. El apagón del 28 de abril fue histórico. Porque afectó entre siete y catorce horas a todo el país y parte del extranjero, Portugal que es española dependiente en esto de la energía eléctrica, y durante algunos momentos el sur de Francia, que es independiente en casi todos los sentidos. Es histórico porque no tenemos memoria que sucediera algo parecido, ni de hecho hay registros, desde que existe algo parecido al tinglado eléctrico interconectado que nos han montado en este país. Antes se iba la luz aquí y allá, porque se fundía una subestación, había una tormenta importante, o estallaba una revolución, como aquella huelga de la Canadiense que paralizó toda Cataluña en 1919. Pero eran otros tiempos, ahora que todo está interconectado, en esto todos somos iguales, patriotas como el que más, y frente a la desgracia buena cara y buenos alimentos. Estamos atrapados y rezamos un padre nuestro para que todo se arregle, para que los operarios hagan su trabajo, para que vuelva la normalidad. Pero ¿qué es la normalidad? La dependencia que tenemos todos de la tecnología, que creemos que hemos aceptado voluntariamente, cuando en realidad nos la han impuesto socialmente todos los demás, promovida en primera instancia por aquellos que tienen mucho margen de decisión y planificación sobre nuestras vidas. Pon un cachivache electrónico en tu vida y obedece como en la película Están vivos de John Carpenter. Pero el tema que marca la corrección es otro: somos cojonudos, hemos vivido sin energía eléctrica doce horas y no ha llegado el apocalipsis. Este lo dejamos para Ucrania, Gaza, o el Congo, países que saben mucho de cortes eléctricos por razones que deberían ser obvias, y que creo que no hace falta que explique. ¿Salimos al balcón a aplaudir?

Ahora podría hacer periodismo comparado, cómo si hiciera eso de la literatura comparada entre diferentes autores y épocas, con situaciones pasadas no hace tanto como la pandemia y la cuarentena, sacándolas a colación viendo semejanzas o diferencias, lanzando ejercicios de probabilidades irreales o totalmente plausibles. Pero no vale la pena. Porque en este país que antes estaba dividido entre rojos y azules ahora hemos evolucionado a una nueva categoría social entre los que consideran que no pasa nada, y los que consideran que peor no pueden ir las cosas. Ya Nietzsche nos trajo la teoría del eterno retorno y la historia circular, y otros la teoría pendular que mueve la bola de un lado a otro, derribando lo que pilla, sin quedar claro si cuando esto se produce hay algún tipo de ganancia, o por el contrario estamos condenados, como Sísifo a subir la enorme piedra hasta lo alto de la montaña, para comprobar como una vez en lo alto, esta vuelve a caer y, como él, dedemos una vez más repetir la acción… una y otra vez por toda la eternidad. No es cierto que no pasará nada, murieron varias personas que estaban enfermas, miles se quedaron atrapadas en trenes y ascensores, y se paralizó la producción industrial y buena parte del trabajo. ¿Quién sabe que habría sucedido con la paz social si esto hubiera durado muchas más horas? No me cabe la menor duda que nada bueno. Pero no sucedió y los operarios hicieron bien su trabajo.

Por lo que voy de nuevo al hecho. Han desaparecido, no sabe todavía cómo, 15 Gigawatios de energía en unos segundos. La pregunta es: ¿Dónde han ido? ¿Quién los ha robado? ¡País de pillos! De hecho no fueron a ninguna parte, esto no es como el robo del cobre en las instalaciones del ferrocarril, sin más se dejaron de producir porque unas oscilaciones de potencia en la red eléctrica hicieron que todas las subestaciones de este país se desconectaran automáticamente para protegerse. Y este fue el apagón. Cuando la razón de los que saben de esto señalaba ya esa misma tarde que esto se debía por fuerza a un fallo múltiple en la red eléctrica, que provocó ese efecto en cadena, probablemente por una producción excesiva, o todo lo contrario, una producción insuficiente, porque siempre se ha de mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda de electricidad, llegaron las explicaciones de la ciencia ficción, cómo la que se había producido un efecto atmosférico extraño que había afectado a todo el tinglado, o las teorías de la conspiración, tan apetecibles para muchos, que señalaban la probabilidad de un ataque informático, que justificaría a todas luces -el chiste es casi involuntario- el nuevo incremento en defensa por nuestra guerra contra los rusos. No sé, todo puede ser. ¡Hay mucho bulo! Pero me inclino por pensar que la puesta en marcha de tanta energía renovable, que es muy barata y ecológica pero no siempre está disponible, porque no siempre hace viento, y por la noche no hay luz solar, en ausencia de otras energías menos guapas que la estabilicen, no se ha terminado de ajustar en el tinglado de la red eléctrica.

Beatriz Corredor, la que manda en Red Eléctrica, una empresa en el que el accionista más importante es el Estado, cómo tiene que ser, no le ha faltado tiempo para hacer dos afirmaciones importantes. La primera que desconoce lo que ha sucedido, porque su equipo lo ha hecho todo perfectamente, y la segunda asegura que tiene la certeza de que jamás volverá a ocurrir. ¿Y a que se debe esto? Se debe a que se han puesto en marcha todas las centrales de producción de ciclo combinado, y lo que haga falta de la energía nuclear. Ahí quería llegar. La madre del cordero. Este país no dispone de gas natural, o mejor dicho no quiere disponer, aunque algo tengamos, y debe comprarlo fuera al precio que le marqué el mercado en manos de sus productores más canallescos. Argelia, Rusia, Irán, las Monarquías del Golfo, o los Estados Unidos. ¿Y qué decir del uranio? ¡Chernóbil! ¡Fukushima! Pues también tenemos, pero tampoco se quiere extraer. Yo siempre recomiendo que vean El síndrome de China de James Bridges, con un papelón enorme de Jack Lemmon, pero también que sepan que Francia hizo una apuesta por la energía nuclear a raíz de la Crisis del Petróleo de 1973 y que dispone de 56 reactores nucleares. Susto o muerte, cada cual que elija el orden que quiera.

La tarde del 28 de abril retrocedimos en el tiempo mágicamente hacía una época en la que no había ni Internet, ni teléfonos móviles, fue un tiempo en el que los niños solíamos jugar en la calle y hacer los deberes a lápiz en un cuaderno, o descubrir que era la lectura de un libro. Esas eran nuestras redes sociales, las de verdad. Muchos ese día al caer la noche tuvimos que alumbrarnos con linternas y velas, como en aquella España que por fortuna muchos no llegamos a conocer, porque todo tiene un limite en la nostalgia, porque no es cierto que todo pasado fue mejor… las deficiencias energéticas y estrecheces de todo tipo, cuando hay medios disponibles a nuestro alcance, no se deben tolerar. La mejor bolsa de emergencias que podemos disponer es aquella que jamás debemos de usar ejerciendo correctamente nuestros derechos políticos, porque vivimos en sociedad y no en la jungla. Muchos ese 28 de abril volvimos de nuevo al transistor a pilas de toda la vida para ver como en la radio los periodistas informaban, traían expertos de verdad, y hacían de altavoz de la voz del pueblo. Y los operarios hicieron su trabajo. Sólo por esto ya podemos decir que no todo está perdido.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Mayo 2025.