El día de la vacuna – por Francesc Sánchez

El domingo 27 de diciembre fue el día de la vacuna. Araceli Rosario Hidalgo, la mujer que ven en esta fotografía, fue la primera persona en España en recibir la vacuna de Pfizer contra el virus SARS-CoV-2 que desarrolla la enfermedad del COVID-19. Le ha seguido Mónica Tapias. Estas dos mujeres tienen algo más en común, Araceli vive en una residencia de ancianos de Guadalajara, y Mónica Tapias es su cuidadora: por lo que al hecho de haber sido las primeras personas en recibir la vacuna se le suma el de formar parte de uno de los colectivos más vulnerables y golpeados por la pandemia en este país. La pandemia, que ha matado entre 50.000 y 70.000 personas en España ha infligido al menos la mitad del daño en estas residencias de ancianos. En esta primera etapa se van a poder vacunar tanto los colectivos más vulnerables (personas de avanzada edad que viven en residencias) como los más expuestos al virus (empezando por los médicos, enfermeras y cuidadores): en doce semanas el gobierno asegura que se podrán vacunar 2.295.638 personas. Luego podrán hacerlo otros colectivos, hasta alcanzar en verano -según el gobierno- una inmunidad de tres cuartas partes de la población.

El día de la vacuna lo ha sido para casi todos los Estados que forman parte de la Unión Europea: la gran desaparecida que no hizo nada tanto en el inicio de la pandemia como en los momentos más duros de la misma en nuestro país, que trató de corregir su razón de ser en un plan de importantes ayudas económicas hacía los países más golpeados, ahora ha acertado plenamente al coordinar la compra y distribución de las diferentes vacunas. Siempre hay quién da la nota como los húngaros que se adelantaron un día en las vacunaciones, pero ya sabemos que los europeos somos incorregibles. Lo importante que quiero señalar es que tanto la Unión Europea como el Estado español, que cometieron tantos errores de los que aún nos acordamos, este día han hecho los deberes y han justificado su existencia. Pero esto no debe quedarse en la vacuna si no que el siguiente paso debe ser la reconstrucción económica: muchos españoles (por ser el caso que más conozco) han perdido su trabajo o su negocio y la perspectiva de un invierno duro, en el que la vacuna no habrá sido aún dispensada masivamente, y un empeoramiento de la crisis tanto por el incremento de los casos, como de los enfermos, y también de los muertos, no es nada alentadora.

Araceli compresiblemente da «Gracias a Dios» pero la vacuna no viene del cielo o de un ser sobrenatural que todo lo puede, ha sido posible por la ciencia en su conjunto: un importante número de voluntarios que han hecho de coballas humanas, grandes equipos de investigación en farmacéuticas, financiados en muchos casos por los Estados, que son los que fin de cuentas compran estas vacunas como la de Pfizer, que cuesta por unidad 14,68 euros, y que a través de un Sistema Sanitario Público va a ser suministrada gratuitamente y de forma universal a todos aquellos que voluntariamente quieran ponérsela. La crítica automática es porque razón los propios Estados no investigan y logran su propia vacuna a través de sus propios equipos de investigadores (los equipos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en España no cuentan ni con suficiente personal ni financiación), poner en marcha esto que digo a nivel europeo, en lugar de enriquecer a unas empresas privadas a costa de la salud de las personas, sinceramente no creo que fuese tan difícil. Pero en cualquier caso no hay que minusvalorar el esfuerzo que se ha hecho: en menos de un año hay disponibles siete vacunas europeas y americanas, una rusa, y dos chinas. Un hito en la investigación científica, y si todo funciona bien en la fabricación, distribución (ayer debía llegar el primer gran lote a España, pero ha tenido que ser aplazado por problemas en la cadena de frio de Pfizer), estamos ante la operación sanitaria (por sus proporciones y rapidez) más importante de la historia.

Hay cuatro cuestiones que quedan en el tintero: 1. No existen tratamientos efectivos para aquellos que ya tienen el virus, y aquellos que han desarrollado la enfermedad, muchos de los que no sólo pueden quedar con importantes secuelas, si no que pueden perder la vida. 2. Las mutaciones del virus, como la que ha aparecido en Inglaterra, y la que ha aparecido en Sudáfrica, no queda claro si pueden ser combatidas con las vacunas existentes. Probablemente se deberán hacer modificaciones. 3. La vacuna va a estar disponible en todos los países económicamente desarrollados pero los subdesarrollados o en vías de desarrollo pueden quedar fuera por no disponer de suficiente capacidad económica. Es cierto que quizá el virus sea la menor de sus preocupaciones, pero es una más a sumar su colección de desgracias cotidianas, y en un mundo globalizado, no lo olvidemos, todo nos puede volver de vuelta. 4. Finalmente nos queda el hecho que la vacuna es voluntaria, y aunque los gobiernos se reservan la potestad de hacerla obligatoria frente a un empeoramiento de la situación, esto choca frontalmente con nuestros derechos fundamentales.

Es hasta cierto punto lógico que muchos no quieran ponerse la vacuna por temor a los efectos secundarios, sobre todo si como hemos explicado éstas se han conseguido en unos pocos meses y la información que hubo al principio sobre la pandemia, por desconocimiento o por negligencia, fue desastrosa. De ahí que, aunque se nos diga que son seguras, hay también desconfianza. Pero no veo que otra alternativa tenemos. Nada de esto tiene que ver con las teorías de la conspiración, que seguirán proliferando y de las que aquí no voy a hablar, pero creo que todos hemos aprendido mucho de cómo ha cambiado nuestra vida desde la aparición de la pandemia y lo que tenemos claro es que esta situación no nos gusta. Debemos por lo tanto hacer lo posible por salir todos juntos de estos lo mejor y antes posible. El día de la vacuna, este domingo 27 de enero, ya se ha inscrito en el gran libro de la historia.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 29 Diciembre 2020.