Los wagnerianos en África – por Francesc Sánchez

Mercenarios de Wagner en la República Centroafricana - Wikimedia Commons

La Noche de Brujas de San Juan de 2023 los mercenarios liderados por Yevgueni Prigozhin dejaron de luchar en Ucrania y se adentraron en territorio ruso con dirección a Moscú. Un motín en toda regla que podría haber acabado en un Golpe de Estado contra el Estado ruso que fue neutralizado por Putin de alguna forma que aún desconocemos. Por si alguien aún no conocía a Prigozhin y los mercenarios de Wagner esta acción fue la definitiva, por ser la última que llegaron a hacer, porque poco después este ejército de mercenarios dejaría de existir como hasta entonces, y Prigozhin después de haber hecho las paces con Putin, perdería la vida junto a sus socios muy oportunamente. Wagner había aportado miles de mercenarios al servicio del Kremlin en la Guerra de Ucrania en los combates más duros, pero su trayectoria viene de lejos, se remonta al 2014 con a la toma de Crimea, el apoyo a los separatistas del Donbás, y fuera de Europa a la Guerra de Siria donde combatieron al Estado Islámico. Uno de los escenarios más desconocidos de los wagnerianos fue, y de alguna forma sigue siendo, el continente africano desde que el Estado de Libia fue neutralizado y se inició una Guerra Civil. Desde este país los mercenarios se desplazaron al Sudán, la República Centroafricana, Mozambique, Malí, Chad, Níger, y Burkina Faso, entre otros, para combatir a los terroristas, ofrecer protección y llegar a acuerdos comerciales con los lideres locales, y facilitar la expulsión de los europeos bajo una retórica que fue un auténtico dolor de cabeza.

Para empezar, diremos que los ejércitos privados de mercenarios no son una invención de la Rusia de Putin, los ha habido y hay al servicio de otros Estados y del mejor postor, para llevar a cabo acciones de seguridad y paramilitares. Los Estados Unidos durante la Guerra de Iraq acudieron a ellos para que ofrecieran seguridad a infraestructuras vitales y al personal civil administrativo. Pero lo que sí es cierto es que Wagner con respecto a Rusia ha tenido un protagonismo notable como avanzadilla y como fuerza de choque en duros combates, que ha permitido a ésta llegar a lugares insospechados que no pisaba desde la disolución de la Unión Soviética, llevando a cabo operaciones militares y de influencia. El desastre libio, después de que una coalición rebelde apoyada por los europeos y norteamericanos neutralizara a Muamar Gadafi y destruyeran el Estado que éste levantó, fue una tierra de promisión para los wagnerianos. Mientras los occidentales apoyaron al nuevo gobierno de Trípoli, que bajo el papel dice dominar la mitad del territorio, los rusos hicieron lo propio con el general rebelde Jalifa Haftar, que controla la otra mitad del país desde Bengasi. Tenemos que hacer memoria y señalar, que al igual que en Siria e Iraq, aparecieron grupos yihadistas que levantarían el Estado Islámico, en Libia también hicieron acto de presencia porque las condiciones eran y son favorables: el arsenal libio perdido tras la guerra fue diseminado por todas partes y estos grupos empezaron a tomar posiciones. Si esta fue una de las consecuencias más negativas de la erradicación del Estado de Gadafi, en lo humanitario el establecimiento de una ruta de emigrantes hacia Europa en manos de las mafias de trata de personas fue la otra. Los wagnerianos en Siria apoyaron a Bashar al-Assad, aliado regional de Rusia, y en Libia apoyaron la facción rebelde más fuerte, la liderada por Jalifa Haftar para combatir a «terroristas». Pero no podemos omitir que tomaron partido por uno de los bandos político-militares en liza para combatir a sus enemigos, tampoco, como sucedió también en Siria, podemos omitir que los wagnerianos en Libia ofrecían seguridad para mantener la infraestructura petrolífera, en este caso en el territorio de Jalifa Haftar.

Por lo tanto, ya tenemos una de las claves fundamentales, los wagnerianos iban a la guerra, pero también hacían negocios, o si lo queremos decir de una manera más exquisita formaban parte de la infraestructura energética y por lo tanto económica. Los wagnerianos de Libia dieron el salto al Sudán: un país que fue dividido en 2011 en dos Estados tras años de matanzas mutuas entre sus dos grupos étnicos principales, y la lucha política por controlar los recursos que se encuentran en el subsuelo. Los wagnerianos en Jartum apoyan el gobierno del dictador Omar al-Bashir ofreciéndole seguridad frente a sus adversarios políticos, y una de las compensaciones que Rusia obtuvo fue la autorización para la construcción de una base naval en Puerto Sudan en el mar Rojo, la otra fue la obtención de concesiones mineras para la extracción de oro a través de la empresa Meroe Gold, a la que Wagner ofreció seguridad. Finalmente, Omar al-Bashir es desplazado del poder después de una revuelta, pero no pasa nada, los wagnerianos entonces apoyan a su substituto Mohamed Hamdan Dogolo, conocido por sus seguidores como Hemetti.

Los wagnerianos entonces llegaron a la República Centroafricana, un país el que hay diferentes facciones políticas que no han dudado en tomar el poder a través del golpe de Estado, por lo tanto, tierra de promisión para el grupo. De hecho, la inestabilidad política propició la operación militar francesa Sangaris en el año 2013 con el despliegue de trescientos efectivos en Bangui asignados a la MINUSCA y a la European Union Training Mission in Central African Republic. Esta misión dio por terminado su trabajo después de las elecciones que auparon al poder a Faustin-Archange Touadéra, el que no dudó en solicitar el apoyo militar de Rusia. Entonces llegaron los wagnerianos para ofrecer seguridad a Touadéra, y ofrecer tanto instrucción a sus soldados como combate a los rebeldes, a cambio de una concesión para explotación de las minas de oro del país. Circunstancias que motivan en el 2021 a los franceses a suprimir la ayuda financiera al Estado, y de este modo la antigua potencia colonial abandona a la República Centroafricana en manos de los wagnerianos.

El turno ahora es para Mozambique donde opera Al Shabab, conocido también como Ansar al-Sunna, una franquicia del Estado Islámico que opera en la región de Cabo Delgado. Los wagnerianos son llamados a combatirles, pero en esta ocasión las cosas no funcionan como esperaban y finalmente acaban abandonando el país.

Mali es un caso paradigmático de como los europeos occidentales han sido en gran medida expulsados de África e intercambiados por los rusos. En el año 2013 una coalición entre rebeldes islamistas y grupos tuareg se apoderó de una amplia región en el norte del país, incluida la mítica ciudad de Tombuctú, conocida como la ciudad de los libros, y amenazaba con llegar a Bamako y tomar el poder. En aquel momento Francia actuó rápidamente en auxilio del gobierno de Malí enviando contingentes militares para combatirles en el marco de la operaciones Serval, Epervier, y Barkhane, a los que más tarde se sumarian también efectivos españoles, que mantienen aún la presencia en el país. Sin embargo, las cosas cambiaron: Ibrahin Dahirou Dembélé, Ministro de Defensa, firmó en el 2019 un acuerdo de cooperación militar con Rusia, que se tradujo en la llegada de los wagnerianos como soldados de fortuna para combatir a los islamistas. Francia herida en lo más hondo decidió retirarse de Malí y este país entró en la orbita de Wagner. Las concesiones para explotar las minas de oro en beneficio de los rusos vuelven a aparecer, pero desconocemos que alcance tienen.

Los wagnerianos también tienen presencia en el Chad, donde apoyan al Frente para la Alternancia y la Concordia, que se oponen al gobierno. Han sido vistos también en el Camerún donde Rusia mantiene una gran embajada. El golpe de Estado en el Níger de julio de 2023 encendió todas las alarmas regionales y occidentales por un probable efecto de contagio, y porque Francia obtenía substanciosas cantidades de uranio para sus centrales nucleares. La reacción de Francia fue la de suprimir sus ayudas financieras. Se desconoce la implicación de los wagnerianos. Los miembros de la CEDEAO, la Comunidad de Económica de Estados de África Occidental, que entre otras cuestiones mantiene el franco como moneda común y buenas relaciones con Francia, estuvo muy cerca de intervenir militarmente en este país. Poco después en Burkina Faso se produjo también otro golpe de Estado y las nuevas autoridades establecieron una alianza con Níger y también con Malí.

Por todo esto podemos llegar a algunas conclusiones. La erradicación del Estado libio de Muamar Gadafi en el contexto de la Primavera Árabe a través de una coalición europea y norteamericana en beneficio de sus adversarios políticos no parece haber sido un buen negocio: todo el armamento libio quedó en manos de grupos armados islamistas que se fueron formando en los márgenes de los Estados del Sahara y del Sahel y que decidieron aprovechar la ventana de oportunidad y pasar a la acción. Los Estados europeos y los Estados Unidos no fueron capaces de combatir y ofrecer seguridad a estos Estados, por lo que los wagnerianos, como avanzadilla de Rusia, llenaron el vacío creado. Los wagnerianos han combatido contra los islamistas, pero también lo han hecho contra los adversarios políticos de los lideres regionales que protegen. Han llegado a acuerdos comerciales para la explotación de los recursos energéticos y minerales, y han llevado a cabo campañas de propaganda para conectar con el sentimiento de resistencia africano hacia los que en el pasado fueron sus colonizadores. Sin embargo, desde fuera no se puede dejar de constatar que estos Estados africanos han establecido una relación de dependencia con los wagnerianos y por lo tanto con Rusia. El hecho que Yevgueni Prigozhin y sus colaboradores más cercanos hayan desaparecido deja huérfanos a los wagnerianos: en Europa la mayoría se han integrado en el ejército ruso, en África, lejos de la trifurca política doméstica, es probable que mantengan su situación porque al Kremlin le es más práctico. El escenario hoy es el de una Guerra Fría en África entre la heredera de la superpotencia que fue la Unión Soviética y unos Estados europeos y Estados Unidos que de momento no han querido intervenir. No lo tienen fácil, la retorica anticolonial y panafricana que defiende Rusia es muy atractiva, lastima que los africanos si lo piensan bien, y por todo lo dicho en este artículo, han intercambiado un Imperio en decadencia por otro que es una incógnita. Si le agregamos la extracción y explotación que lleva a cabo China en todo el continente que mantiene unos flujos comerciales por ella sola igual o más elevados que el resto de los Estados, realmente podemos decir que el escenario en África ha cambiado completamente. Los wagnerianos, o sus sucesores, en esto también tienen mucho margen de acción.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Mayo 2024.