Juan Mariné. Un siglo de cine. Un documental de María Luisa Pujol – por Francesc Sánchez

Finalmente he visto el documental sobre Juan Mariné que ha dirigido María Luisa Pujol y producido Jorge S. Bonet. Probablemente la mayoría de ustedes desconozcan quien es Juan Mariné y estas dos otras personas. Por lo que diremos para empezar que Juan Mariné fue un director de fotografía, un cámara, un actor esporádico, un creador de efectos especiales, un restaurador de viejas cintas para la Filmoteca Española y la ECAM (Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid), donde también ha impartido clases. Esto puede ya formar parte de una buena trayectoria, pero si decimos que Juan Mariné nació el 31 de diciembre de 1920 y sigue entre nosotros, habiendo trabajado en más de 100 películas, durante la República, el Franquismo, la Transición, y los primeros años de la Democracia, la persona se convierte ya en objeto de estudio histórico. Recientemente Juan Mariné ha recibido el Goya de Honor de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y la pieza de María Luisa el Premio Forqué al mejor documental: las líneas que siguen son una invitación a ver el documental, y una incitación a conocer tanto al personaje como a un cine desconocido y olvidado, útil para conocer una parte de la historia de este país, y que forma en sí mismo también parte de nuestra historia.

Juan Mariné tuvo su primer encuentro con el séptimo arte durante el rodaje de El octavo mandamiento de Arthur Porchet en 1934, una de las primeras películas que incorporaban al mismo tiempo la imagen con el sonido, y que producía los Estudios Orphea de Barcelona. Cuando nuestro hombre, después de leerse un manual de instrucciones en francés, fue el único que entendió como funcionaba la cámara, Arthur Porchet vio el potencial de Juan Mariné y no le dejó escapar, metiéndole a trabajar en Amor Gitano, Incertidumbre, y La canción de mi vida. El fracaso del golpe de Estado y el estallido de la Guerra Civil en 1936 en Barcelona llevó a la Generalitat y a los Sindicatos a nacionalizar y sociabilizar toda la estructura económica, incluida la producción cinematográfica de los Estudios Orphea que quedaron en manos del SIE Films (Sindicato de la Industria del Espectáculo Films) de la CNT-FAI, que produjo películas como Aurora de esperanza, Barrios bajos, o Liberación. Nuestro hombre, Juan Mariné, trabajó para el SIE Films y su primer trabajo no pudo ser más significativo: el multitudinario funeral del líder anarquista Buenaventura Durruti que filmó -a falta de fluido eléctrico- dándole a la manivela. Posteriormente, Juan Mariné, pasó a trabajar para Laya Films, la productora de la Generalitat, y fue enviado al frente del Rio Segre, donde a las órdenes de Enrique Lister, estuvo filmando la guerra. El avance de los nacionales y el desplome de Cataluña, entre finales de 1938 y principios de 1939, llevaron a Juan Mariné a emprender la larga marcha hacía la frontera francesa, donde fue recibido con los brazos abiertos, quedando internado primero en el campo de concentración de Saint-Cyprien, del que logró escapar, y luego en el de Argelès-sur-Mer, del que logró también evadirse.

Entonces nuestro hombre decide volver a España y se entrega a los franquistas. Juan Mariné es internado en el campo de concentración de la Rinconada de Sevilla. Los vencedores de la Guerra Civil liderados por Franco no restablecieron la República, sino que instauraron una dictadura que iba a durar prácticamente cuarenta años, y Juan Mariné, que había trabajado para los republicanos, decide adaptarse a los nuevos tiempos. La España de la posguerra fue miserable: en lo humano el nuevo régimen fue revanchista y en lo económico, en el mejor de los casos, de supervivencia. Franco había recibido durante la Guerra Civil la ayuda militar de Hitler y Mussolini, y durante la Segunda Guerra Mundial trató de corresponderles, de ahí que en el momento en que sus aliados ideológicos sucumben ante los aliados, Franco teme una invasión aliada, pero esta nunca se produce. En cambio, estos sí efectúan un bloqueo político y económico, que el dictador intentará soportar con una reorientación ideológica del falangismo al nacionalcatolicismo y económica con la autarquía, que la podemos traducir por una economía de subsistencia. Juan Mariné trabajó en los cuarenta en una serie de filmes patrióticos de temática militar que intentaban justificar el régimen e inculcar en el pueblo sus ideales como el heroísmo y la abnegación. Juan Mariné ya en los cincuenta inicia una relación profesional con Antonio del Amo, lanzando a la fama al niño prodigio Joselito y a Antonio Molina, dos voces que salían del pueblo llano, que cantaban, y entretenían, evadiendo a España de sí misma. Esta situación socioeconómica que mencionábamos cambió con los Pactos de Madrid de 1953 con los Estados Unidos, en el contexto de la Guerra Fría y la división del mundo en dos bloques antagónicos, que fue seguido en lo político por el restablecimiento de las relaciones internacionales, y en lo económico, de una apertura, y un proceso de modernización que llamaron desarrollismo, en el que tuvieron un importante papel los tecnócratas del Opus Dei. Juan Mariné entonces en los sesenta trabajó en los filmes de José María Forqué de temática policial, como 091, policía al habla, que recuerdan vivamente el cine negro norteamericano de un par de décadas antes. Fue también el momento de las películas con Pedro Lazaga con Paco Martínez Soria como protagonista, que muestran el choque cultural de la España vieja, castiza e ingenua, podríamos decir de pueblo, con los nuevos tiempos que están llegando, y otras como Los chicos del Preu, evidenciando las nuevas tendencias culturales entre los jóvenes. En los setenta el país vive los últimos años de la dictadura y llega la Transición: Juan Mariné trabaja entonces en las películas de Pedro Masó con nuevas temáticas alejadas de la ortodoxia, que plantean dilemas morales como el adulterio y nuevos derechos como el divorcio. Finalmente, ya en los primeros años de la democracia, cuando nuestro país se integra en las estructuras internacionales de nuestro entorno, nuestro hombre rompe con todo y trabaja en películas de ciencia-ficción, como en Supersonic Man, donde pone en práctica sus trucos y efectos especiales.  

El hilo conductor del documental de María Luisa Pujol son las palabras de Juan Mariné, en función de entrevistas y conversaciones, sobre su trayectoria profesional y vital, que como hemos comprobado van en paralelo a la historia del cine español. La directora y guionista no ha querido hacer una interpretación política ni de Juan Mariné ni de todas estas películas. Pero no hace falta: creo que todas dejan bien claro que tipo de películas eran y que pretendían. Quien tenga memoria las recordara de alguna forma, y quien las descubra puede que se sorprenda, para bien o para mal, comprendiendo mejor nuestro pasado. Como sucede con otras disciplinas, el séptimo arte muchas veces desdeña la historia, la tergiversa o la omite, y la historia desdeña el cine como fuente histórica. Sin entender ambos colectivos y disciplinas que son inseparables: en la película de María Luisa en este merecido homenaje a Juan Mariné, un hombre que se hizo así mismo, y que a través de las películas en las que trabajó se fundió en la historia de este país, lo demuestra palabra por palabra, fotograma a fotograma. De ahí su importancia.

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Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 21 Febrero 2024.