Puede que el retrato más conocido en la literatura sea el de Dorian Gray escrito por Oscar Wilde en 1890, pero unos cuantos años antes, en 1835, Nikolái Gógol escribió un relato mucho más desconocido, publicado en el compendió Cuentos de San Petersburgo, que no desmerece en nada al autor. Si hacemos un poco de memoria el retrato que nos trajo Oscar Wilde es el espejo del alma maligna de Dorian Gray, que permanece eternamente joven mientras su envejecimiento y maldad quedan adheridos al cuadro, mientras que el retrato de Nikolái Gógol hace lo contrario, es el propio retrato el que propaga el mal: todos aquellos que lo poseen obtienen éxito en la vida, pero a cambio de estropearlas, y perdiendo por ello su propia alma.
En la primera parte del relato se nos presenta a un joven pintor llamado Chartkov que vive en la miseria, pero mantiene intacta su pasión por el arte. Chartkov visita una pequeña tienda de cuadros y un misterioso retrato le llama la atención, por lo que decide comprarlo por unos cuantos copecs. Siempre el arte por delante. Sin embargo, las necesidades y penurias económicas llaman a su puerta: mientras se encontraba ausente su criado -en Rusia los miserables también tenían criado- ha recibido al propietario del piso y a un agente de la ley que le buscan para cobrar lo que debe o echarle del inmueble. Entonces durante la noche se produce un suceso inexplicable que cambia la vida de nuestro joven pintor: el hombre del retrato sale del cuadro y avanza hacia él cargado de monedas de oro. Chartkov no sabe si esto ha sucedido realmente o se trata de una pesadilla, sin embargo, aunque él aún lo desconoce se ha producido un pacto entre él y misterioso hombre retratado. Al día siguiente cuando el propietario y el policía acuden en su búsqueda para saldar su deuda, mágicamente se desprende del marco del cuadro un cartucho lleno de monedas de oro. De ahí en adelante la vida de Chartkov cambia totalmente, podría haber vivido holgadamente durante tres años, pero decide gastar el dinero en cosas innecesarias, y lleva a cabo una inversión: encarga un artículo publicitario en un periódico anunciando sus servicios como retratista.
En un principio nuestro pintor aplica su forma de trabajar, Chartkov es capaz de expresar en el lienzo los pequeños detalles del retratado y sus emociones, pero esto disgusta a su primera clienta porque se perciben sus únicas y genuinas imperfecciones: entonces traicionando su arte decide retratar a la chica y a su madre de una forma ideal pero falsa al mismo tiempo para complacerlas. De ahora en adelante Chartkov retratará a todos sus clientes para contentarles de la misma manera, idealmente, sin sentimientos, uno igual que otro. El caso es que nuestro pintor tiene éxito, se hace un nombre, y su fama le precede, hasta el punto de tener empleados y ser admitido como miembro en la Academia de Artes de San Petersburgo. Hasta que un día en una reunión de expertos conoce la obra de un artista de verdad, como él lo fue en su momento, y su obra le deslumbra: esto le motiva a hacer su propia obra de arte, pero, por mucho que se esfuerza, es incapaz. La desesperación le lleva a la locura: decide comprar todas las obras de arte que puede y las destruye. El final de nuestro pintor es el de una persona obsesionada que se da cuenta que cuando aceptó esas monedas de oro, y traicionó su propio arte para obtener el éxito, al mismo tiempo vendió su alma al Diablo, encarnado en esta ocasión en la persona retratada en el lienzo, que un desafortunado día compró en una tienducha por unos cuantos copecs.
En la segunda parte del relato nos enteramos de quién es la persona que fue retratada en el cuadro y quién fue el que lo hizo posible. Se trata de un prestamista que ha proporcionado importantes sumas de dinero a una serie de personas que, tras obtenerlas, nuevamente a través de un pacto no verbalizado, han acabado mal. Nuestro usurero prevé que pronto va a morir y encarga su retrato a un renombrado pintor: piensa que, de esta forma, mientras exista el retrato, no morirá del todo. Sin embargo, el pintor que recibe el encargo lo retrata con tal realismo que cambia su propia percepción de la realidad, creé que tanto el prestamista como el retrato le están generando una mala influencia, por lo que decide abandonar su trabajo. Muerto el usurero, a nuestro pintor le empiezan a suceder todo tipo de desgracias que él considera un castigo divino, por lo que internarse en un monasterio para expiar su alma. El retrato inacabado irá pasando de propietario a propietario, de mano en mano, entre ellas las de Chartkov, hasta que a su muerte es subastado con el resto de sus pertenencias. El día de la subasta acude el hijo del pintor que hizo el retrato para comprarlo y destruirlo, pero sorprendentemente el lienzo ha desaparecido. Por lo que se ve el prestamista ha sabido escamotear una vez la muerte.
Como sucedía en El capote el cambio hacia arriba del que está abajo, en este caso de la miseria de nuestro pintor al éxito y la fama, es una condena, hasta el extremo de perder aquello que nos define como personas, en el caso de Chartkov, su expresión a través del arte: nuestro pintor sin saberlo a pactado con El Diablo y se ha dejado llevar en una espiral ascendente que le ha proporcionado bienes materiales y una buena posición a cambio de traicionarse a si mismo. Todos esos retratos esquemáticos, idénticos, que realiza nuestro pintor, en función de lo que hacen los demás, o la moda del momento, pueden proporcionarnos el éxito, pero no vale la pena si a cambio de ello nos perdemos a nosotros mismos. Si nos paramos a pensar veremos que esto sirve para la Rusia de 1835 o para cualquier momento en la historia: esa nueva forma de pintar de Chartkov no se diferencia tanto a lo que podemos conseguir con las aplicaciones de inteligencia artificial. Pero la crítica de Gógol va más allá porque este Diablo, en una Rusia cambiante en la que se está implantando el capitalismo salvajemente, una vez recordemos que sucedió en 1917, resulta ser un prestamista, enviándonos el mensaje que aquello que no hemos ganado por nosotros mismos nos puede resolver el momento, puede incluso cambiar nuestra vida, pero al mismo tiempo nos puede llevar a perderla. Léanlo, no les defraudará.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Febrero 2024.