Una solidaridad que traspasa fronteras – por David Carmena

La guerra en Ucrania ha dejado imágenes terribles, una de ellas es la de los civiles que abandonan su país para escapar de un conflicto armado sin precedentes en la historia de Europa.

Lamentablemente son, según la información ofrecida por ACNUR durante esta semana, un millón y medio los refugiados que ha dejado (por el momento) esta guerra. Muchos de ellos han huido hacia Polonia, Rumanía o Hungría, siendo acogidos en esos países con un calor y una solidaridad de la que, como europeo, hay que sentirse conmovido.

Además, en otros países como España, diferentes ONGs han puesto campañas para que cualquier ciudadano también pueda ayudar a aquellos que han abandonado Ucrania. Las diferentes acciones de ayuda son la acogida en domicilios, el envío de agua y alimentos y el suministro de material de emergencia. Pero si entre todas las acciones, cabe destacar alguna, sería en especial, la de la ayuda a los niños, las principales víctimas en este conflicto y que no tienen culpa alguna. Niños que antes disfrutaban en su país, huyen. Algunos han tenido que dejar a ciertos miembros de la familia en el país, otros han fallecido a causa de los bombardeos rusos. Los que afortunadamente siguen con vida, podrán ser acogidos en nuestro país por algunas organizaciones, como la ONG Infancia de Nad, cuya labor es acoger temporalmente a menores que viven en condiciones desfavorecidas, que provienen de familias desestructuradas, que vienen de orfanatos o que han sido afectados por la crisis de Chernóbil, y más reciente por la situación actual.

Otras formas en las que la sociedad civil se ha involucrado con Ucrania son las manifestaciones en solidaridad con el pueblo eslavo que se han llevado a cabo en ciudades como Barcelona, Sabadell, Vigo, Cuenca, o las realizadas ante la embajada rusa en Madrid, en la que hemos visto a rostros conocidos como el actor Javier Bardem. 

La nueva guerra comenzada por el Kremlin ha dejado escenas terroríficas, una crisis humanitaria sin precedentes y sobre todo una pregunta que debe responder la Unión Europea con acciones, no con palabras: ¿Está Europa preparada para acoger a tantos refugiados?

La respuesta a ciencia cierta, solo la tienen los dirigentes, pero lo que sí podemos afirmar es que Europa, como complemento de sus políticas de asilo, protección de fronteras y ayuda humanitaria, apoya la integración de los refugiados en las sociedades europeas a través, por ejemplo, del Fondo de Asilo, Migración e Integración (FAMI).

Sin embargo, esto es una tarea ardua que en algunos casos no es fácil de resolver, ya que los refugiados, suelen sufrir desigualdades en términos de educación, empleo y acceso a servicios básicos como la asistencia sanitaria y una vivienda digna, además de que, en cada Estado miembro, la política de migración es diferente y, por ende, aunque se acoja a un gran número de ellos, las condiciones no serán iguales para todos. Por ejemplo, en términos laborales, puede serles más difícil encontrar trabajo en un país que en otro, o incluso dentro de un mismo país, puede ser más costoso adaptarse en unas regiones que en otras, según su naturaleza rural o urbana. Cabe destacar que pueden acentuarse por ciertas actitudes xenófobas. ¿Qué pasaría si, como ya ha ocurrido otras veces, los refugiados en vez de ser de Ucrania fuesen de Siria, Afganistán o Irak?

Sólo hay que acordarse de los refugiados iraquíes que, a finales del año pasado, estaban en Bielorrusia y querían cruzar hacia Polonia. No lo tuvieron fácil, pues las autoridades y el Ejército polacos los devolvían en caliente hacía Bielorrusia, donde quedaron paralizados en un bosque fronterizo, soportando temperaturas gélidas que causaron la muerte de doce personas.

En el caso de los refugiados sirios, Europa tampoco ha sabido actuar adecuadamente: la mayoría de los países miembros han incumplido, y siguen incumpliendo, las cuotas de refugiados. La mayor parte de los refugiados sirios y afganos han quedado en Grecia y Turquía, donde tampoco disponen de condiciones dignas: sus hogares siguen siendo tiendas de campañas en condiciones de pobreza, sin calefacción, donde las ONGs solicitan a la gente que done mantas debido a las temperaturas que deben soportar allí cada invierno.

Hay que destacar que el éxodo de refugiados ucranianos que está viviendo Europa es el segundo mayor después de la Segunda Guerra Mundial, algo que prácticamente, ningún estado miembro está preparado para soportar.

¿Podremos garantizarles a todos los que acojamos trabajo, una vivienda digna, y un futuro estable a corto plazo?

Sin duda esta crisis nos ha hecho ver que podemos ser solidarios para con los otros, que podemos aportar lo que esté en nuestras manos para de una forma u otra, ayudar a los que lo han dejado todo para encontrar una vida mejor y hacer de su nueva vida, la mejor posible, aunque no podrán dejar atrás su sufrimiento y la tristeza de ver su país arruinado en todos los sentidos.

David Carmena García. Madrid.

Cartas de los lectores. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Marzo 2022.


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