Todas las guerras tienen un momento de euforia, propaganda y fanfarronería mutua antes de iniciarse. Pero las guerras son feas, largas, dejan huellas que solo los siglos logran superficialmente borrar. En estos días de tambores de guerra en Ucrania pienso en Vasili Grossman, ucraniano en el ámbito de la Unión Soviética, convertido en corresponsal de guerra para el diario del ejército de Stalin, “Estrella Roja”, que vio en directo los crímenes de Hitler al entrar en el campo de Treblinka, Polonia, con las tropas soviéticas.
Grossman era un judío ucraniano que informó sobre las principales batallas del frente del Este. Tenía una visión idealizada del soldado ruso que se vino abajo cuando observó las violaciones en masa cuando avanzaba con las tropas hacia Berlín. El gran experto en las guerras del siglo pasado, Anthony Beevor, ha estudiado el dramático recorrido humano y profesional de Grossman. No hay una sola guerra que se haya ganado limpiamente. El sufrimiento de los supervivientes tuvo sus causas en las balas y la pólvora enemigas pero sobre todo en el frío que helaba los corazones.
La propaganda le perturba. En su población natal ucraniana los alemanes mataron a decenas de miles de judíos después de ser denunciados por sus propios compatriotas. Su madre fue una de las víctimas. Grossman pasó de la celebridad al silencio del régimen y de su obra. Vida y Destino, el gran relato de la guerra desde el punto de vista soviético, guarda relación con Guerra y Paz de Tolstoi respecto a la guerra contra Napoleón. Vida y Destino fue secuestrada por Stalin y no se publicó hasta después de la muerte de Grossman.
Se pueden comentar muchos aspectos de la figura de Grossman y de la II Guerra Mundial en el Este y muy en particular en Ucrania. Pero quiero centrarme en las relaciones de Grossman con su madre asesinada por los nazis en Ucrania. Mientras el hijo informaba desde los frentes del Este, la madre sería sacrificada por las tropas de Hitler al entrar en la ciudad de Berichev. Antes de morir escribió muchas cartas a su hijo pero hubo una especialmente emocional e íntima que su hijo encontraría años después cuando entró con las tropas soviéticas en su ciudad natal. Ucrania y Polonia fueron dos grandes naciones europeas que fueron víctimas de los nazis y de los estalinistas en la II guerra mundial.
Los dos últimos parágrafos de la carta de la madre transmiten la cordura que solo una madre puede expresar. Le dice “recuerda que el amor de tu madre siempre estará contigo, en los días felices y en los días tristes, nadie tendrá nunca el poder de matarlo”. Y termina con un “vive, vive, vive siempre. Mamá”.
Al comentar esta trágica vivencia en Vida y Destino Grossman dice que “todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido a un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la humanidad todos los esfuerzos que han hecho los hombres para justificarlo han sido en vano”. Hitler eliminó a todos los judíos que encontró a su paso. Grossman describe estas matanzas con una prosa escalofriante. Pero también señala a Stalin como el que consideró positivamente primero a los judíos para después quitarles sus bienes y perseguirles siguiendo una antigua tradición rusa.
Es la gran contradicción que inquieta profundamente a Grossman que dice que “he sido testigo de los grandes sufrimientos del pueblo campesino, aunque la colectivización se hacía en nombre del bien. Yo no creo en el bien, creo en la bondad”.
Hasta el fin de sus días la madre ocupó un punto central en la azarosa vida de Vassili Grossman. Le escribió dos cartas póstumas que recoge Beevor en su último estudio. Hablan por sí solas.
Querida mamá:
Me enteré de tu muerte en el invierno de 1944. Cuando llegué a Berdichev entré en la casa donde vivías y que la tía Aniuta, el tío David y Natasha habían abandonado, y comprendí que habías muerto. Pero desde septiembre de 1941 mi corazón ya sentía que habías muerto. Una noche en el frente tuve un sueño: entraba en tu habitación -sabía con seguridad que era tu habitación-, veía un sillón vacío, y sabía que habías dormido en él. Del sillón colgaba una mantilla con la que habías cubierto tus piernas. Lo miré durante largo tiempo y cuando me desperté sabía que ya no estabas entre los vivos. Pero no conocía entonces la terrible muerte que habías sufrido. Sólo lo supe cuando llegué a Berdichev y hablé con la gente que sabía de la ejecución en masa que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1941».
Carta a la madre, escrita en 1950
Te lo digo de nuevo, porque ahora estoy bien, y no tienes que preocuparte por mi vida espiritual: sé cómo proteger mi mundo interno de las cosas que me rodean.» He llorado sobre tus cartas, porque tú estás en ellas: con tu amabilidad, tu pureza, tu vida tan amarga, tu equidad, tu generosidad, tu amor por mí, tu preocupación por la gente, tu mente maravillosa. No temo a nada, porque tu amor está conmigo y porque mi amor está contigo siempre.
Carta a la madre escrita en 1961.
Vale la pena reflexionar seriamente antes de empezar una guerra que provocará dolor personal y colectivo en todos los bandos. Es una irresponsabilidad no agotar todas las posibilidades que ofrece el diálogo construyendo puentes y no destruirlos.
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Lluís Foix ha sido corresponsal en Londres y Washington, ha cubierto informativamente siete guerras, y ha sido también director de La Vanguardia.
Puede leerse también en el blog de Lluís Foix a través de este enlace. La publicación en este periódico cuenta con la autorización del autor.
Redacción. Memoria. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Enero 2022.