La Doctrina Monroe

¡Fuera! La Doctrina Monroe debe ser respetada - Caricatura política de Gillam de 1896 en la que el Tío Sam se encuentra con un rifle entre las figuras europeas escandalosamente vestidas y los representantes de Nicaragua y Venezuela vestidos con trajes nativos. Biblioteca del Congreso. – Wikimedia Commons

El 2 de diciembre de 1823 el Presdiente James Monroe en el séptimo discurso anual en el Congreso de los Estados Unidos defiende una nueva doctrina en política exterior que afecta al continente americano, convulsionado por el proceso de las independencias y la guerra contra España, pero también a la Europa del momento, que en esos momentos se encuentra inmersa en conflictos desde la debacle de Napoleón y la formación de la Santa Alianza, que se ha inmiscuido en España para restablecer la monarquía borbónica absoluta de Fernando VII en detrimento de las ideas liberales e ilustradas.

Esta doctrina, atribuida entre otros autores a John Quincy Adams, defiende los nuevos estados americanos que se han independizado tanto de España como de Portugal y advierte a los estados europeos que los Estados Unidos impedirán la intromisión europea en el continente americano. La Doctrina Monroe popularmente ha quedado reducida a la expresión «América para los americanos», siendo identificados por los historiados críticos «esos americanos» como los estadounidenses y por lo tanto quedando la doctrina para la historia como la carta de presentación del Imperialismo americano.

Fragmento del discurso de James Monroe:

«… A propuesta del Gobierno Imperial Ruso, hecha a través del ministro del Emperador que reside aquí, se han transmitido plenos poderes e instrucciones al ministro de los Estados Unidos en San Petersburgo para acordar mediante negociación amistosa los respectivos derechos e intereses. de las dos naciones de la costa noroeste de este continente. Su Majestad Imperial ha hecho una propuesta similar al Gobierno de Gran Bretaña, al que también se ha adherido. El Gobierno de los Estados Unidos ha querido, mediante este procedimiento amistoso, manifestar el gran valor que invariablemente han atribuido a la amistad del Emperador y su solicitud de cultivar el mejor entendimiento con su Gobierno. En las discusiones que ha suscitado este interés y en los arreglos por los cuales pueden terminar, se ha juzgado adecuada la ocasión para afirmar, como principio en el que están involucrados los derechos e intereses de los Estados Unidos, que los continentes americanos, por la condición libre e independiente que han asumido y mantienen, en lo sucesivo no deben ser considerados como sujetos de futura colonización por parte de ninguna potencia europea …

Al comienzo de la última sesión se dijo que en España y Portugal se estaba haciendo un gran esfuerzo para mejorar la condición de la población de esos países, y que parecía que se estaba llevando a cabo con extraordinaria moderación. Apenas es necesario señalar que los resultados han sido hasta ahora muy diferentes de lo que se anticipó entonces. De los acontecimientos de esa parte del globo, con la que tenemos tanta relación y de la que derivamos nuestro origen, siempre hemos sido espectadores ansiosos e interesados. Los ciudadanos de los Estados Unidos abrigan los sentimientos más amistosos a favor de la libertad y la felicidad de sus semejantes de ese lado del Atlántico. En las guerras de las potencias europeas en asuntos que les conciernen, nunca hemos participado, ni concuerda con nuestra política hacerlo. Sólo cuando nuestros derechos son invadidos o gravemente amenazados, nos sentimos ofendidos o nos preparamos para nuestra defensa. Con los movimientos en este hemisferio estamos necesariamente conectados de manera más inmediata, y por causas que deben ser obvias para todos los observadores ilustrados e imparciales. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente diferente a este respecto del de América. Esta diferencia procede de la que existe en sus respectivos gobiernos; ya la defensa de los nuestros, que se ha logrado con la pérdida de tanta sangre y tesoro, y madurado con la sabiduría de sus ciudadanos más ilustrados, y bajo el cual hemos gozado de una felicidad sin igual, toda esta nación está dedicada. Le debemos, por lo tanto, a la franqueza y a las amistosas relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas potencias el declarar que debemos considerar cualquier intento de su parte de extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad. Con las colonias o dependencias existentes de cualquier potencia europea no hemos interferido y no interferiremos. Pero con los Gobiernos que han declarado su independencia y la mantienen, y cuya independencia tenemos, con gran consideración y principios justos, reconocida, no podríamos ver ninguna interposición con el propósito de oprimirlos o controlar de cualquier otra manera su destino por cualquier potencia europea

que como la manifestación de una disposición hostil hacia los Estados Unidos. En la guerra entre esos nuevos Gobiernos y España declaramos nuestra neutralidad en el momento de su reconocimiento, y a ésta nos hemos adherido, y seguiremos adhiriéndonos, siempre que no se produzca ningún cambio que, a juicio de las autoridades competentes de este Gobierno, haga un cambio correspondiente por parte de los Estados Unidos indispensable para su seguridad.

Los últimos acontecimientos en España y Portugal muestran que Europa todavía está inestable. De este importante hecho no puede aducirse prueba más fuerte que la de que las potencias aliadas hayan considerado oportuno, sobre cualquier principio que les satisficiera, interponerse por la fuerza en los asuntos internos de España. Hasta qué punto puede llevarse a cabo tal interposición, sobre el mismo principio, es una cuestión en la que están interesados ​​todos los poderes independientes cuyos gobiernos difieren del suyo, incluso los más remotos, y seguramente ninguno de ellos más que los Estados Unidos. Nuestra política con respecto a Europa, que fue adoptada en una etapa temprana de las guerras que durante tanto tiempo han agitado a esa parte del globo, sigue siendo la misma, es decir, no interferir en las preocupaciones internas de ninguna de sus potencias; considerar al gobierno de facto como el gobierno legítimo para nosotros; cultivar relaciones amistosas con ella, y preservar esas relaciones mediante una política franca, firme y viril, atendiendo en todos los casos las justas demandas de todas las potencias, sin someterse a injurias de ninguna.

Pero en lo que respecta a estos continentes, las circunstancias son eminentemente y notoriamente diferentes. Es imposible que las potencias aliadas extiendan su sistema político a cualquier parte de cualquiera de los continentes sin poner en peligro nuestra paz y felicidad; ni nadie puede creer que nuestros hermanos del sur, si se dejaran a sí mismos, lo adoptarían por su propia voluntad. Por tanto, es igualmente imposible que contemplemos con indiferencia tal interposición en cualquier forma. Si miramos la fuerza y los recursos comparativos de España y esos nuevos gobiernos, y su distancia entre sí, debe ser obvio que ella nunca podrá someterlos. Sigue siendo la verdadera política de Estados Unidos dejar a las partes solas, con la esperanza de que otras potencias sigan el mismo camino …»

El discurso puede encontrarse en inglés y castellano en la página web de Filosofía en español donde podréis encontrar más información relacionada. La traducción que hemos ofrecido la hemos efectuado nosotros.

Redacción. Documentos. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Octubre 2021.