Periodismo y conflicto: un análisis crítico – por Francesc Sánchez

Fotografo Robert Capa durante la Guerra Civil española - Gerda Taro - Wikimedia Commons

Este texto fue mi preparación para una breve ponencia sobre Periodismo y conflicto que hice en el verano de 2017 en el curso sobre conflictividad internacional de los Juliols del Institut de Formació Contínua de la Universitat de Barcelona impartido en centro cultural Tecla Sala de l’Hospitalet y coordinado por José Luis Ruiz Peinado y Gemma Celigueta.

En esta sesión vamos a hablar de periodismo y conflicto: es decir la expresión de los conflictos a través del periodismo. Entendiendo en este caso el conflicto como la expresión de una imposición o disputa violenta de unos contra otros. Esto que desde siempre se ha conocido como la guerra, y que desde un tiempo hacía aquí se engloba en los llamados conflictos internacionales, y que algunos de ellos terminan en lo que se llama conflictos armados.

Hecha esta breve introducción ahora os invito a que contempléis esta primera fotografía. Muerte de un miliciano de Robert Capa. Fue tomada en algún momento del verano de 1936 en la Guerra Civil española, y se ha discutido mucho sobre la veracidad de la misma: muchos afirman que Capa captó fortuitamente el instante de la muerte del miliciano y otros que fue una recreación. Por lo que parece, efectivamente captó el instante de la muerte de un miliciano anarquista llamado Federico Borrell García (alias Taino) pero este no estaba en ese momento en ningún campo de batalla si no en unas prácticas en un barranco de un municipio cordobés. La intencionalidad de Capa fue clara: dar a conocer al mundo a través de esta fotografía una guerra civil fratricida en España en la que unos cuantos milicianos utópicos se enfrentaban a ejércitos regulares fascistas. 

La primera imagen que podéis ver es la de unos soldados americanos subidos a una estatua de Sadam Husein en Bagdad para ponerle una bandera americana en su rostro momentos antes de derribarla. De momento la vamos a dejar ahí, y vamos a detenernos algo en dos imágenes más, que se tomaron hacía el final de la Segunda Guerra Mundial.

Esta segunda fotografía muestra unos soldados alzando una bandera americana en el monte Suribachi en la isla Iwo Jima. La fotografía Alzando la bandera en Iwo Jima tomada por Joe Rosenthal el 23 de febrero de 1945 fue premiada por el premio Pulitzer. Pero en realidad el monte no fue tomado en ese momento ni tampoco fue la primera vez que se alzaba la bandera. La imagen en cualquier caso se volvió tanto en un símbolo para el ejército americano indicando que se acercaba el momento de la victoria, como en un reclamo propagandístico para recaudar fondos. La tercera imagen Alzando una bandera sobre el Reichstag tomada por Yevgueni Jaldéi el 2 de mayo de 1945 fue la contestación a la anterior fotografía: mientras los americanos habían tomado Iwo Jima, dándole un golpe al Imperio del Sol japonés, el Ejército Rojo había tomado Berlín derrotando al Imperio los alemanes de los Mil Años. Pero esta fotografía como la anterior, con retoques incluidos, también fue una recreación.

Ahora contemplemos de nuevo la primera imagen: los americanos colocan la bandera en el rostro de Sadam Husein y después derriban con un tanque la estatua simbolizando la caída del régimen baazista. Esto sucedía en la Plaza Al Fardus el 9 de abril de 2003 entre gran alboroto de unos cuantos cientos de iraquíes. Esto podía indicarnos que la guerra había terminado y que el pueblo iraquí estaba encantado con los americanos por haberle liberado del tirano. Sin embargo, el mismo día seguía habiendo combates en la ciudad y la guerra, finalizada oficialmente días después, iba a prolongarse durante años. Y aquí lo tenemos, el periodismo muchas veces ejerce voluntaria o involuntariamente como propaganda. En el fondo todo lo que sucede hoy en Oriente Medio tiene sus raíces en esa guerra.

Estas son las portadas del primer y cuarto número de la revista DABIQ, el órgano de expresión del Estado Islámico. En la primera podemos ver un mapa de Oriente Medio con un gran titular que dice “el regreso del Califato”, y en la segunda podemos ver una bandera del Califato en el obelisco de la plaza de San Pedro en el Vaticano y un título en grande que dice “la cruzada fracasada”. Lo que nos importa aquí es que el Estado Islámico tiene sus propios medios de propaganda y los difunde por Internet hacía sus potenciales adeptos alrededor del mundo. Idealizan el Califato, hacen proselitismo de su ideología, ofrecen aventura en Oriente Medio a través de la guerra, y proponen atentados terroristas. DABIQ ha llegado a ofrecer 15 números. Desde el 31 de julio de 2016 no ha aparecido ningún número más. Sin embargo, el Estado Islámico sigue presente en Internet a través de una nebulosa de herramientas.

En el centro una niña desnuda que huye de un bombardeo de un avión survietnamita sobre el pueblo de Trang Bang cerca de Saigón. El napalm a una temperatura de 1.200 grados le carbonizó toda su ropa. La instantánea de La niña del napalm tomada por el fotógrafo Nick Ut el 8 de junio de 1972 se ha dicho muchas veces que terminó con la Guerra del Vietnam. Si hasta ahora en esta exposición hemos evidenciado que el periodismo puede convertirse en propaganda, o que los propios contendientes tienen sus propios medios de propaganda, aquí nos encontramos con el papel de los reporteros de guerra que con sus imágenes denuncian la misma. Los periodistas en el caso de la Guerra del Vietnam tuvieron plena libertad para hacer su trabajo. Este trabajo generó un estado de opinión en los Estados Unidos y el resto del mundo adverso a la guerra que los diferentes ejércitos tendrían en cuenta de ahí en adelante.

En la primera imagen podemos ver al reportero de guerra Miguel Gil dirigiéndose hacia Grozni, la capital de Chechenia, cuando la ciudad estaba cercada y sometida a intensos bombardeos. Miguel Gil, un abogado de vida rutinaria en Barcelona, un día decidió coger su moto y presentarse en Bosnia ante los cascos azules con un carnet de la revista SOLOMOTO, y se convirtió sobre la marcha en un periodista que se defendía a las víctimas de las guerras. La segunda imagen corresponde a Ryszard Kapuściński, un historiador que terminó convirtiéndose en corresponsal por la Agencia de Prensa Polaca, cubriendo innumerables guerras y golpes de estado alrededor de todo el mundo, que más tarde relataba en sus libros. Miguel Gil murió en una emboscada en Sierra Leona y los que le conocieron llevaron a cabo una obra colectiva para recordarle y para hablar de este oficio. Kapuściński a su muerte tuvo la recompensa de un libro de uno de sus discípulos en el que dice que gran parte de sus historias en sus libros fueron invenciones.

La tercera imagen corresponde al cámara José Couso muerto en Bagdad el 8 de abril de 2003 cuando un tanque americano lanzó un proyectil contra el hotel Palestina. Esto fue considerado un crimen de guerra y una invitación al silencio hacía la prensa. Hoy los periodistas en los conflictos armados como los que se desarrollan en Oriente Medio son considerados objetivos.

Llegados aquí más que una conclusión me gustaría lanzaros una pregunta. ¿Consideráis que vale la pena el trabajo de los periodistas en los conflictos armados? o por el contrario ¿es algo que ya ha pasado a la historia?

NOTA: Las imágenes proceden de Wikimedia Commons.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 30 Septiembre 2021.