Los talibanes vuelven a mandar en Kabul – por Lluís Foix

Ha sido un día aciago para Estados Unidos y para las fuerzas de la OTAN que llevan casi veinte años en Afganistán para impedir que los talibanes volvieran a controlar el país. Las imágenes de helicópteros evacuando personal de la embajada norteamericana en Kabul son de derrota. El embajador de Estados Unidos se llevó al aeropuerto, a modo de recuerdo patriótico, la bandera de barras y estrellas. El presidente afgano huyó a Tajikistan.

Británicos, franceses, españoles, italianos y el resto de soldados de la coalición huirán del país en cuanto puedan. Es una derrota significativa por la duración de la intervención y por comprobar cómo los talibanes que fueron derrocados en 2001 han vuelto por la fuerza de las armas.

Fue Obama quien dijo que había que abandonar Afganistán. Trump dio un paso más y llegó a pactar la retirada con grupos de talibanes que dominaban ciudades marginales. Al llegar Biden confirmó que los norteamericanos se retiraban y, además, puso fecha.

En pocos meses, un ejército sin armamento sofisticado, usando la brutalidad a su paso, decenas de miles de soldados jóvenes, fueron ocupando ciudades y provincias hasta cercar el área de Kabul. Los acontecimientos se precipitaron. Joe Biden admitió que los mil millones de dólares invertidos, más de seis mil bajas, envíos sistemáticos de tropas a Afganistán no habían conseguido formar un ejército afgano competente y mucho menos un gobierno que se hiciera cargo con éxito de las instituciones del país.

El hecho cierto es que los afganos ganaron tres guerras a los británicos en el siglo XIX, derrotaron a la Unión Soviética a finales del siglo XX y ahora han echado a Estados Unidos y a la OTAN tras veinte años de guerra no convencional.

Una de las falacias de Occidente en aquella parte del mundo es pretender exportar sistemas como los que conocemos en las democracias. No hay un solo país democrático en la zona. Israel pretende que lo es pero tiene a casi seis millones de palestinos a los que les niega los derechos más elementales. Además, no se puede imponer una dictadura desde los despachos del Pentágono o del Departamento de Estado.

El invasor no solo tiene que convencer sino confundirse con la sociedad que pretende ayudar. Convivir, conocer la lengua, saber cuáles son sus creencias, respetarlas, y tener en cuenta que lo permanente son los que estaban, los que viven allí y seguirán siendo afganos para el resto de sus días.

El castigo a los que promovieron el movimiento terrorista que causó el más sangriento atentado sufrido por Estados Unidos en 2001 no ha erradicado de Afganistán a los talibanes. Occidente ha fracasado y las imágenes de fuga de diplomáticos y de sociedad civil es una estampa de potencia huyendo con lo puesto.

El cambio que se producirá en la zona señalará cuál es el papel de Estados Unidos en la política global. Joe Biden ha heredado la situación pero él es presidente y responsable de todo lo que ocurra con las tropas y la diplomacia de su país. Rusia no piensa irse de Afganistán, aunque permanecerá con otros criterios que en 1980, y China está esperando la oportunidad de ocupar el vacío que deja Washington.

A la luz de la experiencia de los últimos dos siglos lo más prudente es no intentar dominar un pueblo que ha doblegado a los imperios británico, soviético y norteamericano.

Lluís Foix ha sido corresponsal en Londres y Washington, ha cubierto informativamente siete guerras (incluida la de los soviéticos contra los muyahidines entre 1978 y 1992), y ha sido también director de La Vanguardia.

El artículo fue publicado originariamente en el blog de Lluís Foix y puede consultarse a través de este enlace. La publicación en este periódico cuenta con la autorización del autor.

Redacción. Periodismo. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Agosto 2021.