Llevo más de una docena de años vinculado de una u otra forma a la Universitat de Barcelona y creo que es el momento para decir algunas cosas que pienso sobre esta institución y el sistema universitario público. Inicié mi camino en la Univesitat de Barcelona después de completar el extinto Curso de Orientación Universitaria y llevar a cabo la respectiva Selectividad que hoy aún existe bajo otro nombre.
Mi decisión por mis inquietudes en el Bachillerato fue entrar en los estudios de Filosofía donde agudice mi sentido crítico hacía aquello que nos rodea y hacia uno mismo, sin dejar de lado una responsabilidad ética hacia los demás. Sin embargo, después de un par de cursos, en los que empecé a trabajar de informático en una empresa privada, con su consecuente complejidad -por no decir imposibilidad- a la hora de compaginar ambas tareas, y no ver con claridad en qué manera estos estudios me servían para entender el mundo de nuestros días, resolví que no era mi momento para continuarlos. No mucho después creé el periódico en el que hoy está leyendo este artículo: en este proyecto que quise desde el principio compartir con los demás dediqué muchas veces más tiempo al trabajo de los demás en sus artículos que al mío propio. Pero en este espacio lo que me gustaría resaltar es que después de unos años de trabajo en el que lleve a cabo toda una serie de pequeñas investigaciones y artículos de todo género entendí que dedicando al menos el mismo tiempo en una licenciatura podría profundizar en aquello que más me interesaba y obtener un título universitario: la decisión lógica habría sido Periodismo pero la dictadura de las notas corte y mi insuficiencia económica me impedía tomar ese camino por lo que decidí desenterrar una de mis pasiones de la infancia, y de hecho recurrente y constante en toda mi vida, los estudios de Historia, que además conectaban muy bien tanto con mi proyecto como con esa inquietud que más arriba hacía referencia, la de entender el mundo en el que vivimos.
Así que de vuelta a la Universitat de Barcelona inicié un nuevo camino en el que alternaba lo sumerios, egipcios, griegos y romanos, con los artículos que seguía escribiendo en este periódico sobre política internacional. Me di cuenta de que, aunque tenía idealizados algunos periodos históricos y algunas materias su estudio serio y concienzudo requiere de algo más que la pasión del adolescente: requiere un trabajo constante. Al querer buscar la confluencia de mis dos facetas finalmente me llevó a especializarme en Historia Contemporánea. El hecho que se impusiera la convergencia con el Plan Bolonia y la liquidación de las licenciaturas me llevó a no entretenerme más de lo necesario y terminar lo antes posible. Dos circunstancias me sirvieron de ayuda: la concesión de una beca general del Ministerio de Educación, y mis anteriores estudios de Filosofía que sirvieron para completar la mayoría de los créditos de libre elección. Los estudios de Historia, hoy configurados de otra manera, tengo el convencimiento que son válidos y necesarios para la sociedad en la que vivimos, son además un complemento necesario para muchos profesionales de diferentes ámbitos, entre ellos los periodistas, aunque también debo decir que lamentablemente no existe propiamente la profesión de historiador.
Al licenciarme creí acertado continuar mis estudios, y aunque fui tentado por lo estudios en antropología, decidí continuar mi camino en Historia Contemporánea matriculándome en el Master de Estudios Históricos, que dividí en dos cursos: en el primero con la mayoría de las materias, en las que hice una serie de pequeñas investigaciones que por aquí he ido publicando, y en el segundo en el que realice mi tesina “Exploración y colonización en Guinea Ecuatorial”, dirigida por Ferran Iniesta. De nuevo como ven me tentaba la antropología, pero esta vez conectada a la historia no tan lejana de este territorio que fue una colonia española en medio del continente africano. Completé estos estudios y me quedé con ganas de más. Por lo que mientras asistía por primera vez invitado y becado a unos cursos de los Juliols de Universitat de Barcelona sobre Conflictos Internacionales y Memoria Histórica coordinador por José Luis Ruiz Peinado y Gemma Celigueta, que se iban a convertir en una tradición que duró cinco años, y en la que los dos últimos años expuse un par de temas sobre Periodismo y Oriente Medio, barrunté ese verano una propuesta para los estudios de doctorado.
Después de descartar algunas líneas de investigación por diferentes motivos que alargarían demasiado este texto decidí centrarme en el periodo histórico que conocemos como la Transición. El elegido como director y tutor por indicación de Ferran Iniesta fue Pelai Pagès. Desde el principio tuve una gran aceptación y plena libertad para elegir mi tema, que en un principio iba a ser el periodismo durante la Transición -nuevamente mis confluencias-, pero que finamente al ver que ya habían trabajos previos, conduje hacía el tema de “El proceso de integración de España en la OTAN”, en el que iba a estudiar en profundidad este periodo histórico y también el contexto internacional, y esto además lo que iba a investigar a través de la prensa del momento, por lo que todo encajaba. Sin embargo esta vez quería compaginar esto con algún trabajo que no estuviera muy alejado de mis estudios, y por esa razón empecé a barajar candidaturas a becas de colaboración: primero fue una substitución en el área de las TIC (Área de Tecnologías de la Información y la Comunicación) en el Campus de Mundet, que dio paso a dos años y medio más en la misma área en el Campus de Sants, donde adquirí una serie de conocimientos más en informática, y empecé a conocer mejor el funcionamiento de la universidad, de la mano de Josep Manuel Rodríguez Gairin, y finalmente otro año en la Unidad de Soporte del CRAI (Centro de Recursos para el Aprendizaje), donde me puse al día en toda una serie de herramientas para llevar a cabo ese cometido, de la mano de Mireia Casas Escribano.
Hay un malentendido sobre las becas de colaboración, pues no son consideradas por muchos que no las conocen como un trabajo equiparable a los demás y una pérdida de tiempo, y efectivamente las condiciones no son las mismas, el sueldo tampoco lo es, en definitiva te pagan también bajo la condición de que eres un estudiante, pero la adquisición de conocimientos puede ser importante y el trabajo sale igualmente adelante. Durante este tiempo también a raíz de unas actividades formativas para los alumnos de doctorado del programa de Societat i Cultura conocí al desaparecido José María Caparrós, que me animó a participar con mis criticas cinematográficas y ensayos en su revista, y finalmente terminé entrando del todo en el Centre d’Investigacions Film Història, encargándome del área técnica y de comunicación.
Entonces la normativa de la Universitat de Barcelona dejó fuera de las becas de colaboración a los alumnos de doctorado y decidí acabar mi tesis doctoral. Este pasado 24 de noviembre defendí mi investigación satisfactoriamente y pronto iniciare una nueva etapa. Mi percepción hacía la política económica de las universidades públicas por principio no es buena porque yo soy partidario de la gratuidad o casi gratuidad hacía los alumnos como sucede en los países más civilizados de Europa de los que tanto aún tenemos que aprender. Existen becas de las que yo me he beneficiado, pero sin una cobertura familiar en muchos casos son insuficientes para continuar con los estudios: conozco compañeros que han tenido que dejar los estudios porque les han denegado una beca o porque se han tenido que poner a trabajar a jornada completa. Sin embargo, no puedo dejar de defender la universidad pública, porque pese a sus insuficiencias, es un crisol de conocimiento, y es la mejor garantía de igualdad de oportunidades para una mayoría que parte en desventaja. El acceso a la educación en todos sus tramos, incluido el superior, es fundamental para que nos formemos como ciudadanos y tomemos en libertad nuestras decisiones políticas, es también en potencia la mejor garantía para el desarrollo económico y por lo tanto social.
Puede que este recorrido un tanto zigzagueante en algunos casos y otros más claro no sea el que yo pueda recomendar hacía los demás, de hecho, soy consciente que es quimérico para una mayoría y más en las circunstancias en las que estamos, pero es el que me ha llevado a donde ahora me encuentro, y esto en gran medida es por mi voluntad y esfuerzo, pero también porque existe una universidad pública que lo ha hecho posible.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 31 Enero 2021.