Había una vez una niña a la que se le habían muerto el padre y la madre, y era tan pobre que ya no tenía siquiera un cuartito en el que vivir ni una camita en la que dormir, ni ninguna otra cosa más que la ropa que llevaba puesta y un pedacito de pan en la mano que le había dado un corazón compasivo. Pero era buena y piadosa. Y, como todo el mundo la había abandonado, echó a andar al campo confiando en Dios. Entonces se encontró con un pobre que le dijo:
-Por favor dame algo de comer, que tengo mucha hambre.
Ella le dio todo el pedacito de pan y dijo:
-Que Dios te lo bendiga -y continuó su camino.
Entonces llegó un niño lloriqueando y le dijo:
-Tengo mucho frío en la cabeza, dame algo con que cubrirme.
Ella se quitó el gorrito y se lo dio. Y no había dado más que unos pasitos cuando se le acercó otro niño que no tenía camisa y se estaba helando; entonces ella le dio la suya, y aún más, otro le pidió la saya y ella también se la dio. Finalmente llegó a un bosque y ya se había hecho de noche, entonces llegó otro y le pidió una muda, y la buena niña pensó: La noche está oscura, no te ve nadie, seguro que puedes darle tu muda, y se la quitó y también se la dio. Y estando así sin tener ya nada más, de repente empezaron a caer estrellas del cielo, y eran un montón de táleros, macizos y relucientes, y aunque había dado hasta su muda, tenía una nueva, y era del lino más fino. Entonces recogió los táleros y fue rica el resto de su vida.
Redacción. Literatura. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Diciembre 2020.