Centenares de atletas estaban convocados el día 19 de Julio de 1936 en la ciudad de Barcelona para el inicio de la denominada Olimpiada Popular. Pero no pudo ser, pues el día anterior algunos militares se habían sublevado en Melilla. Lo que prometía ser un domingo de celebración se convirtió en un domingo muy diferente, marcado por la respuesta popular que acabaría con la intentona golpista en la Ciudad Condal. La movilización para la guerra que se estaba definiendo con gran rapidez no impidió que buena parte de la población no movilizada continuase con su vida: la compra diaria, los recados, volver a casa, comer, dormir, ir a trabajar y los niños al colegio. Los cafés, cines y teatros continuaron abiertos en las grandes ciudades, no sólo Barcelona: Valencia y Madrid son un claro ejemplo de ello en la zona que permaneció leal al gobierno legítimo. Pero esta situación inicial comenzó a cambiar y, muy pronto, el territorio republicano quedó dividido en dos grandes espacios: el frente y la retaguardia, ambos muy interrelacionados.
Diciembre de 1936 marcó el inicio del racionamiento de agua y diversos víveres en Madrid y, en Barcelona, un Decreto de la Generalitat de Enero de 1937 hacía lo propio. A estas graves decisiones habría que añadir el objetivo gubernamental de garantizar el suministro de energía eléctrica, el mantenimiento de la actividad escolar, la distribución de combustible y carbón, el funcionamiento de las líneas telefónicas y, por supuesto, la atención sanitaria, ampliando los equipos y las instalaciones (1). Se reorganizó el trabajo en las panaderías, además de instar a los trabajadores industriales y, especialmente, a los agricultores y ganaderos a mantener viva la producción. Milicianos y unidades militares colaboraron en las labores del campo, de forma especial en la recogida de la aceituna y la cosecha de trigo. Los hombres que fueron a pelear al frente hicieron que el paisaje urbano cambiase y estuviese definido, en buena parte, por la presencia de mujeres, ancianos y niños. Pero fueron las mujeres las que llevaron el peso de la normalización de la vida cotidiana, como una forma de luchar contra los sublevados: ocupando los puestos de trabajo que habían quedado vacíos, intensificando el trabajo en los campos, confeccionando prendas de vestir, sosteniendo emocionalmente con sus cartas a sus hijos, maridos, prometidos o, sin más, hombres anónimos que ocupaban un lugar en alguna trinchera perdida del frente de combate (2).
No se puede sino admirar la ola de solidaridad que se estableció en la España republicana: la población no se amilanó ante el problema de la distribución de los recursos alimenticios y, así, proliferaron los comedores populares (3). Ahora bien: si esto es cierto y comprobable, no es menos cierto que los problemas existieron. También hubo protestas frente a la aparición del estraperlo y las largas colas en los diferentes establecimientos de alimentación, ocasionadas por un claro y comprensible desbarajuste en la distribución, acabaron convirtiéndose en una imagen cotidiana. Comenzaron a faltar la carne, los huevos, el embutido, las judías, el azúcar, el pescado… El comercio de trueque fue sustituyendo lentamente al comercio en metálico, pues la moneda perdió su valor.
Los bombardeos de la aviación alemana e italiana, aliadas de Franco, llegaban a una parte muy considerable de la zona republicana, sembrando el terror y la muerte. Todo ello provocó la evacuación de la población rural no combatiente: mujeres, ancianos y niños esperando en las estaciones con fardos a los trenes que debían llevarlos a Madrid, Barcelona y Valencia (4). Una imagen tristemente conocida, la de la desolación sin esperanza.
Madrid fue el exponente más trágico de los efectos de la guerra y ello puede observarse con una simple lectura de la prensa republicana. Diarios como ABC, La Vanguardia, La Humanitat o Treball, entre otros, hacían constantes llamamientos a la necesidad de sostener a la población de Madrid y a los soldados que la defendían, ambos sometidos al fuego de la artillería y de la aviación franquista. Había que defender Madrid a toda costa pues su pérdida significaría el fin de la guerra y el triunfo fascista.
La guerra llevó, inevitablemente, a muchos cambios en el paisaje y la forma de vida urbana: gentes acomodadas ejerciendo de dependientes y almaceneros; cambios en la forma de vestimenta, definida por la influencia proletaria (5); se desterró el ¡adiós¡ o ¡vaya usted con Dios¡ para dar paso al ¡salud¡; el saludo con el puño en alto de impuso en la población civil y en los integrantes del Ejército; inmuebles abandonados por sus inquilinos y ocupados por la población refugiada; numerosos vendedores ambulantes. (6).
Y llegó la primera Navidad en guerra, marcada por una visible austeridad. La escasez de alimentos era cada vez más evidente y ello llevó al aumento de los precios y a la creación de las tarjetas de racionamiento que asegurasen un suministro regular de los alimentos básicos. Pero no faltó, en la medida de lo posible, el turrón y el vino espumoso. Tampoco faltó el famoso sorteo de la lotería, algo que la CNT quiso eliminar por, según ellos, por su claro componente burgués. Tampoco faltó el rito de paso en la noche del 31 de Diciembre: los habitantes de la zona republicana se dispusieron a cumplir con el rito de las doce uvas pero en Madrid, esa noche, tuvieron que escuchar doce cañonazos procedentes de las baterías franquistas que inauguraron un bombardeo que duró hasta el amanecer.
Todo lo anterior no hizo disminuir unas poderosas ganas de vivir y de distraerse, de olvidar el riesgo y la incertidumbre. La tragedia que se estaba viviendo no era motivo, según afirmaba el gran poeta Antonio Machado, para que prescribiese el derecho a reír. Es comprensible, entonces, que los cines mantuviesen su actividad: películas cómicas, norteamericanas (7), de terror, españolas folclóricas (8). Pero también fueron muy aplaudidas las películas soviéticas, cortos, documentales y noticiarios (9). La asistencia a las salas era muy nutrida, señal clara de que los peligros no ahuyentaban a los espectadores.
Tanto en Madrid como en Barcelona o Valencia se mantuvo la asistencia a los teatros (10). Desafiando los peligros y las dificultades, por sus escenarios desfiló el teatro clásico, cómico, lírico, de revista. Un público entusiasta agotaba sus localidades, aplaudiendo las representaciones de Fuenteovejuna, La vida es sueño, Yerma, Los intereses creados, Mariana Pineda, entre otras muchas. Cafés, prostíbulos, cabarets, music-halls animaban la vida nocturna (11). El espectáculo taurino no desapareció, aunque sí disminuyó el número de corridas. Los motivos de este hecho son tres fundamentalmente: la mayor parte de los toreros habían quedado en el bando franquista, así como las ganaderías, pero, principalmente, por la crítica que socialistas y libertarios llevaban a cabo, al considerar que era un espectáculo violento, vestigio de una España de señoritos. Sí se mantuvieron las actividades deportivas: frontón y, especialmente, el fútbol, que hubo de reestructurar las competiciones a los diversos ámbitos regionales.
El año 1938 contempló el agravamiento de la situación en los frentes de combate y, especialmente, en la población civil, siendo la urbana la más castigada. El hambre se convirtió en algo extendido y cotidiano. Las mujeres mantuvieron su papel de grandes heroínas en la búsqueda de alimentos, recorriendo distancias kilométricas y esperando ser atendidas en largas colas. Patios de vecindad, jardines y solares se convirtieron en huertos y espacios para la avicultura. Las palomas, gatos y perros sirvieron como alimento. Las hierbas y los escasos residuos alimenticios fueron reutilizados. Las mondas de naranja acabaron friéndose. Los cacahuetes y su cáscara fueron utilizados como un sucedáneo del cada vez más escaso café. Con la papilla de harina y la cáscara de naranja se cocinaba una tortilla sin huevo. La crema de arroz sirvió para elaborar croquetas. Un puré espeso compuesto por algarrobas, pan rallado y pasado por la sartén sustituyeron a las chuletas, pero sin carne. Gracias a la ayuda internacional (12) la situación pudo sobrellevarse, pero ello no impidió que el gobierno republicano se viese obligado a racionar las lentejas, el arroz y el aceite. Hacía ya muchos meses que el tabaco se había convertido en un producto de lo más buscado y, por ello, fue sustituido por hojas secas de lechuga, cáscara de cacao, tomillo y hojas de roble. La prioridad era sostener a los combatientes y eso implicaba someter a la retaguardia a un gran sacrificio. No obstante, hay que recordar las disposiciones gubernamentales que establecieron los comedores especiales para las mujeres embarazadas y el funcionamiento de los comedores populares. Todo ello no impidió que la población adelgazase, con el peligro de evidente de aparición y propagación de enfermedades, como la avitaminosis. La grave situación no impidió tampoco, y a pesar de las normas establecidas por el Gobierno, que apareciesen quienes aprovecharon para especular y, así, una docena de huevos (cuyo precio tasado era de 17, 50 pesetas) se vendiese a 110. También fue este el precio en el mercado negro para el aceite cuando el litro se situaba en torno a las 4 pesetas. La Prensa se hizo eco de la persecución y detención de los responsables, que eran multados y, en algunos casos, enviados a campos de trabajo.
En la denominada España Nacional, la situación era bien diferente. Ya desde la caída del frente Norte y, especialmente, al iniciarse el año 1938, podía percibirse un clima de triunfo. El abastecimiento regular de todo tipo de productos alimenticios impidió las carencias que se sufrían en la zona republicana (13). La retaguardia estaba bien surtida y, aparentemente, existía un clima de paz (14). Se vivía una alta tensión patriótica fomentada por la propaganda del gobierno y ello constituía un reclamo para las visitas y corresponsales de prensa extranjeros. Favorecer el mantenimiento de una normalidad, exhibir la vida pacífica de las ciudades: sus espectáculos, tiendas y locales pletóricos en su ambiente. Los cafés de las grandes ciudades bajo control franquista estaban llenos; en las animadas calles paseaban soldados convalecientes y de permiso, mimados por un público femenino. Al igual que en la zona republicana, cines (15) y teatros se mantuvieron, destinándose los beneficios de estas últimas (en algunas ocasiones) a ciertos objetivos benéficos (16). También el fútbol tuvo que adaptarse a las circunstancias, organizando la competición a nivel regional, aunque sí que es cierto que en 1937 se había formado una selección nacional (17). Boxeo, pelota vasca y toros eran otros grandes elementos de diversión.
Sin embargo, y tras esta pátina de triunfo, se iniciaba una historia que iba a marcar las cuatro siguientes décadas en la historia de nuestro país. El gobierno franquista estaba ganando la guerra, iba estableciendo las futuras relaciones internacionales y trabajaba por un cambio radical en la vida de los españoles y españolas. Así, por ejemplo, la coeducación que había establecido el Gobierno de la República se suprimió por Decreto, se anuló el divorcio (18) y, en general, se impuso un modo de vida más austero y sobrio. El cine, antes mencionado, tuvo que someterse a la censura previa desde Marzo de 1937 (19), aunque en sus primeros tiempos estuvo más atenta a las cuestiones que pudiesen constituir un elemento político subversivo y no tanto a las cuestiones de moral sexual. Los libros volvieron a censurarse, en especial los de contenido marxista, ácrata o pornográfico. Al igual que ocurriera en la Alemania de Hitler, también en la zona franquista se quemaron miles de libros en grandes piras. Las calles cambiaron de nombre, expulsando aquellos personajes y fechas que tuviesen algo que ver con los ideales republicanos: Galán y García Hernández, Castelar, Pi i Margall, 14 de Abril (20). La pureza idiomática se persiguió de forma implacable, desechando todo modismo extranjero (21). Se prohibió el albornoz en las playas hasta el momento de zambullirse y los centímetros de falda que debía medir el bañador femenino, además de establecer un traje completo de baño para los hombres. Escotes y faldas muy controlados, mangas largas, vestidos amplios y críticas al maquillaje femenino, así como al hábito de fumar en las mujeres. Se olvida fácilmente que la sociedad española de los años 30 había cambiado en muchos aspectos, pero, especialmente, en lo relativo a las relaciones entre hombres y mujeres. La aprobación de la Constitución de 1931 abrió el paso a toda una serie de perspectivas para las mujeres que no fueron bien vistas, por ejemplo, por la Iglesia Católica. Por ello, cuando se inició la Guerra, comenzó en la zona controlada por el gobierno franquista toda una cruzada a favor de la moral y las costumbres acordes con una visión muy tradicional del catolicismo. Muchas mujeres fueron acusadas de no haber impedido que los ideales republicanos calasen en las mentalidades y comportamientos de sus hijos, maridos o novios. Es más, no sólo de ello sino de haberlos instigado. Por ello fueron especialmente señaladas desde los púlpitos (22), aunque no se puede olvidar que en esta cruzada contra la moral libertina tuvieron un papel especial las mujeres de la Sección Femenina de Falange Española o de la Comunión Tradicionalista. El gobierno franquista, de mentalidad patriarcal y filofascista, no podía estar más agradecido al leer en el Manifiesto de las Damas Católicas de la Unión Diocesana de Sevilla:
Mujer española, en estos momentos graves para la Patria querida, tu norma de vida no puede ser la frivolidad, sino la austeridad; tu puesto no son los espectáculos, los paseos y los cafés, sino el templo y el hogar (23).
Como muy acertadamente refleja Zira Box en su libro (24), el nuevo régimen impuesto, dictatorial y represivo quedó insertado dentro de una nueva visión del mundo, coherente y sistematizada. Pero las palabras de Federico Urrutia (25) son especialmente significativas:
Esta es nuestra consigna final. Ser lo que fuimos después de la vergüenza de lo que hemos sido. Matar el alma vieja del siglo XIX, liberal, decadente, masónico, materialista, afrancesado y volver a ser imperial, heroico, sobrio, castellano, espiritual, legendario y caballeresco (26).
El 19 de Julio de 1936 aparecía anotado en el diario personal de Encarnació Martorell i Gil, una niña de 11 años, que no entendía qué es lo que estaba pasando. Sabía por las noticias que comentaba su familia que unos generales se habían rebelado contra el Gobierno. Mucha gente en los balcones y ventanas, coches con las siglas CNT/FAI, UGT, AIT y otras muchas. Todo el mundo estaba muy sorprendido por una revolución que no se esperaba. Sus ciento diecisiete escritos a lápiz y contenidos en cuatro libretas no vieron la luz hasta setenta años después. Su impresión ante lo que estaba sucediendo ante sus ojos aquél 19 de Julio no le permitió ver lo que estaba por venir en los próximo tres años: para ella y para muchos, los Domingos dejarían de existir como elemento simbólico de fiesta y descanso.
Anotaciones:
- (1) En Madrid se habilitaron el Hotel Palace y la Residencia de Estudiantes como hospitales. También lo fueron el frontón de Recoletos y el Casino.
- (2) cfr. Soldados que escriben El Inconformista Digital. 2 de Agosto de 2020.
- (3) La propaganda y la historiografía franquista no mencionó esta corriente de fraternidad que recorrió la España leal a la República. Sí que refirió, por su repercusión mediática, el evidente aumento de la mendicidad.
- (4) Ello provocaría que las poblaciones totales de dichas ciudades aumentasen en más de un 50%. En Barcelona hubo que habilitar Montjuic y, también, localidades cercanas en la zona del Maresme.
- (5) Las boinas sustituyeron a los sombreros.
- (6) Se vendía de todo: pasamontañas, gorras, lejía, gasolina para mecheros, etc.
- (7) Con especial preferencia hacia aquellos actores y actrices que manifestaban su apoyo a la República.
- (8) La actividad bélica provocó que toda la producción hispánica de preguerra se repusiese una y otra vez.
- (9) España al día.
- (10) En Madrid se mantuvieron abiertos 18 teatros y en Barcelona, donde el Paralelo continuó como zona neurálgica del teatro, el Teatro del Liceo se reabriría en 1938.
- (11) Restaurantes como La Cala o el Cau Ferrat ofrecían a un elevado precio menús muy abundantes. Y, en el Salón Internacional se podía bailar al son de la Napoleon´s Band.
- (12) Cruz Roja, los cuáqueros, Unión Soviética y otros países, además de numerosos envíos procedentes de particulares, consiguieron que llegase a España leche en polvo, chocolate y carne enlatada.
- (13) Ello no impidió que se instaurase desde el gobierno, y quincenalmente, un día en el que sólo se consumía un plato, ingresándose el valor del resto de la comida para sufragar las necesidades de la salud pública. También se implantó el denominado Día sin Postre, con idéntica finalidad. El intento de implantar el Día sin Cigarro fracasó de forma estrepitosa. El pan blanco de Franco se exhibía como arma de propaganda y, en los últimos meses de resistencia de la capital madrileña, la aviación lanzó centenares de kilos sobre una población hambrienta. Ello no impidió que también apareciesen numerosos especuladores que serían sancionados.
- (14) Los estudios en torno a esta cuestión indican que la fortísima represión gubernamental era la responsable de dicho clima de paz. Un próximo artículo versará sobre este aspecto oculto, lógicamente, durante la Dictadura franquista.
- (15) Al igual que ocurría en la zona republicana, la continuidad de la guerra obligó a la reposición reiterada de las películas disponibles. Cine americano y, a partir de 1938, comenzaron a proyectarse películas alemanas e italianas, así como documentales donde podía seguirse el desarrollo del conflicto; documentales que eran especialmente propagandísticos, tal y como ocurría en la zona republicana.
- (16) Aguinaldo del Soldado y Asistencia al Frente.
- (17) La camiseta era de color azul.
- (18) Los matrimonios civiles ya establecidos fueron anulados y, por lo tanto, muchas parejas tuvieron que casarse por la Iglesia.
- (19) Año en el que se constituyó la Junta Nacional de Censura Cinematográfica.
- (20) El 14 de Abril pasaría el testigo al 18 de Julio. Los nombres de las calles, tales como Fraternidad, Igualdad o Libertad, fueron sustituidos por Trabajo, Justicia y Disciplina respectivamente.
- (21) Así, el coñac fue sustituido por aguardiente jerezano, las montañas rusas por montañas suizas y la ensaladilla rusa por la ensaladilla nacional. No se libró la tortilla francesa, que quedó simple y llanamente en tortilla
- (22) El obispo de Córdoba inició una cruzada en la que animaba a las mujeres a trabajar por la austeridad y modestia que frenase la inmoralidad reinante.
- (23) Citado en ABELLA, Rafael op. cit. Bibliografía pág. 245.
- (24) cfr. op. cit. Bibliografía pág.20
- (25) Federico Urrutia formó parte del círculo de poetas en torno a José Antonio Primo de Rivera y militó en Falange Española desde 1933. Convencido antisemita y filonazi, colaboró como redactor de Informaciones, entonces órgano de propaganda de la Alemania nazi en España.
- (26) Citado en ABELLA, Rafael op.cit. Bibliografía pág. 81
Bibliografía:
- ABELLA, Rafael. La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España republicana. Planeta, Barcelona 2004.
- ABELLA, Rafael. La vida cotidiana durante la Guerra Civil. La España Nacional. Planeta, Barcelona 2004.
- BARRERA, Begoña. La Sección Femenina (1934-1977). Historia de una tutela emocional. Alianza Editorial, Madrid 2019.
- BOX, Zira. España, año cero. La construcción simbólica del franquismo. Alianza Editorial, Madrid 2010.
- DOMÈNECH, Joan de Déu. La batalla de l´ou. De quan passàvem gana (1936-1939). Pòrtic, Barcelona 2012.
- MARTORELL i GIL, Encarnació. Amb ulls de nena. Ara Llibres, Barcelona 2009.
- SERRA, Daniel; SERRA, Jaume. La guerra quotidiana. Testimonis d´una ciutat en guerra (Barcelona 1936-1939) Columna, Barcelona 2003.
- SERRALLONGA, Joan; SANTIRSO, Manuel; CASAS, Just. Vivir en Guerra. La zona leal a la República (1936-1939). Ediciones UAB, Barcelona 2013.
José Miguel Hernández López. Barcelona.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 30 Noviembre 2020.