Acerca de unos jóvenes soldados de una historia real – por José Miguel Hernández

Encuentro con veterandos de la Guerra Civil con los alumnos del Colegio Padre Enrique de Ossó - Córdoba, 2006.

En el año 2001 el escritor Javier Cercas publicó una novela titulada Soldados de Salamina. El argumento de la misma gira en torno a la historia de un escritor que busca al soldado republicano que salvó la vida del líder falangista Rafael Sánchez Mazas (1894-1966). La historia se la contó a Javier Cercas el escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) quien, a su vez, la había oído contar a Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019), hijo de Sánchez Mazas. La novela, independientemente de su excelente valor literario, generó una polémica entre su autor y el también escritor y periodista Gregorio Morán. La cuestión, según Morán, era que la historia en la que se basaba Cercas era una falsificación por parte de Sánchez Mazas, quien se inventó un suceso que nunca existió y que puso por escrito su amigo Eugenio Montes. En dicho texto se narraba el fusilamiento de 48 presos, pertenecientes al bando franquista, prisioneros en el Santuario del Collell (Girona), entre los que figuraba Sánchez Mazas. Al parecer logró escapar tras la descarga de disparos realizada por un pelotón de soldados y, localizado por el anteriormente citado, consiguió salvar la vida pues éste no le disparó (1). Fue Roberto Bolaño quien le dijo a Javier Cercas que el nombre de este soldado era Miralles, al cual conoció en un camping.  En la tercera parte de la novela (2) el narrador, que ha conseguido localizar a Miralles en una residencia de ancianos, en Francia, intenta sonsacar si, efectivamente, fue él quien le perdonó la vida a Sánchez Mazas. Y, en ese magnífico diálogo que construye Cercas, me parece importante reproducir un fragmento impagable:

Pero le voy a contar una cosa que usted no sabe, una cosa de la guerra (…) Cuando salí hacia el frente en el 36 iban conmigo otros muchachos. Eran de Terrassa, como yo; muy jóvenes, casi unos niños, igual que yo; a alguno lo conocía de vista o de hablar alguna vez con él: a la mayoría no (…). Hicimos la guerra juntos; las dos: la nuestra y la otra, aunque las dos eran la misma. Ningunos de ellos sobrevivió (…). Nadie se acuerda de ellos, ¿sabe?, nadie. Nadie se acuerda siquiera de por qué murieron, de por qué no tuvieron mujer e hijos y una habitación con sol; nadie, y menos que nadie, la gente por la que pelearon. No hay ni va a haber nunca ninguna calle miserable de ningún pueblo miserable de ninguna mierda de país que vaya a llevar nunca el nombre de ningunos de ellos (…) Ah, pero yo me acuerdo, vaya si me acuerdo, me acuerdo de todos (…) no sé por qué lo hago, no pasa un solo día sin que piense en ellos. (3)

Lo que intento explicar en este artículo es una historia real que mantenga el recuerdo, al igual que hizo Cercas al escribir su novela, surgida tras un relato que le transmitió Roberto Bolaño. Incompleta como todas las historias y formada por fragmentos de recuerdos de los hombres que vivieron la Guerra en primera línea de combate. Fragmentos reunidos por la paciente labor de historiadores y periodistas que, con su trabajo, recuperan toda la memoria histórica, en este caso de carácter oral. Y esta es la otra polémica que no puede obviarse: la asociada a la validez de dicha memoria oral con relación a la variadísima documentación escrita existente. Hasta no hace muchos años, y no sólo en España, había un aspecto en el estudio de las guerras que había quedado inédito. Me refiero al aspecto subjetivo de lo que constituían las diversas experiencias de aquellos que participaron en los hechos. La Historia Oral es un intento de revelar lo intangible de los hechos, de aproximarse a las motivaciones, voluntarias o involuntarias, de sus protagonistas (4). De todas formas, y porque la Historia Oral no puede desligarse de lo que ya ha sido suficientemente descrito por la historiografía tradicional, hemos de situar el contexto inicial de los acontecimientos.

El año 1938 fue decisivo en el desarrollo de la Guerra. La caída del frente Norte en Octubre de 1937 fue el primer aviso de que, a pesar de los intentos de la propaganda republicana por “maquillar” la situación bélica, la situación no mejoraría. Así, en el mes de Abril de 1938, el frente de Aragón seguiría el mismo camino: Al situarse en las riberas de los ríos Segre y Ebro, Cataluña quedó aislada de la zona republicana y, entonces sí, era cuestión de meses que la Guerra llegase a su fin con la victoria franquista. La situación en el bando republicano era especialmente difícil: divisiones políticas internas, falta de armamento, problemas de subsistencia agravados con la llegada de miles de refugiados procedentes de la zona franquista. La Prensa, fuertemente controlada por la censura militar, transmitía una imagen no excesivamente fiel a lo que en realidad estaba ocurriendo. Pero un problema era especialmente preocupante: la República necesitaba hombres cada vez más jóvenes para combatir. Por ello, el 20 de Abril de 1938, un total aproximado de 30.000 jóvenes de edades comprendidas entre los 17 y 18 años recibió la siguiente comunicación:

Dispuesta la incorporación a filas de los mozos del reemplazo de 1941 en el C.R.I.M. número 16 de Barcelona para el día 27 de los corrientes por Orden-Circular del Ministerio de Defensa Nacional de la República, fecha 20 de los corrientes, sírvase Usted presentarse en la Secretaría de este Ayuntamiento el día 27 de Abril , a las siete de la mañana, llevando consigo una manta, calzado, plato y cubierto, todo en buen estado, en la inteligencia que si dejase de efectuarlo sería declarado desertor y detenido por la policía. Del recibo de este oficio Usted firmará el duplicado para su constancia en esta Alcaldía.

Fue así como Joan Cardona (1920-2001) explicó su experiencia, recogida en un libro entrañable: Aquel inolvidable 28 de Abril del año 1938, con una lluvia ligera, propia de la estación primaveral, unos setenta jóvenes esperábamos la llegada del tren que nos llevaría a Barcelona (…) Éramos muchos con cara de niño, pocos altos y fuertes, pocos teníamos barba por afeitar, pocos habíamos cumplido los 18 años, otros sólo tenían 17. (5) También mosén Josep Maria Ballarín (1920-2016), rector de Santa Maria de Queralt, fue llamado a filas y el 10 de Mayo entraría en combate en el frente del Segre. Cuando acabó la Guerra fue deportado a un campo de concentración franquista.  En el Prólogo de un libro sobre la Batalla del Ebro (6) nos revela una interesante confidencia que le hizo un amigo suyo:  el general Saravia (responsable de los ejércitos del Segre y del Ebro) había recibido una carta del mando franquista en la que le recomendaba que retirase las tropas del Ebro cuando aún estaba a tiempo porque, si no lo hacía, aquello iba a ser una carnicería. Y lo fue, como él mismo escribió: Aquellos que no lo han vivido no lo pueden entender. Muchos de los que sobrevivieron fueron encerrados en campos, otros fueron al exilio (Les Argelès). Otros se quedaron a hacer la mili con Franco.

Otros no esperaron la orden de reclutamiento. Es el caso de Pere Boix, integrante de la Quinta del 41, que decidió alistarse con 17 años. Perteneciente a la Juventud Socialista Unificada se marchó de casa el día 27 de Abril. En su testimonio se definía claramente como un voluntario político y pensaba en que su gesto era el de los héroes. Se veía a sí mismo como una persona adulta que, gracias a su decisión, se haría un hombre con carácter. Como sabía nadar se dedicó a enseñar a los soldados que no sabían, algo que no cuadraba con sus previsiones de estar en un frente de guerra. Es verdad que se observaba movimiento de tropas y de material bélico. Se rumoreaba que atravesarían el Ebro pero, por otra parte, no se veía ningún puente. Sus dudas se despejaron cuando comenzaron a llegar camiones con pasarelas de corcho y de madera, seguidas por las estructuras de puentes. A mediados de Julio lo hicieron las piezas de artillería ligera y pesada. Recién iniciado el día 25, los soldados empezaron a pasar el río, en silencio, con los brazos alzados aguantando el fusil. Fue entonces, sigue contando, cuando vio caer los primeros hombres, algunos heridos y, otros, muertos. Su primer día de combate lo definió como muy duro. Pasó miedo durante los bombardeos de la aviación en la Serra de Pàndols y de Cavalls. No lo dice, pero es probable que su visión de la guerra como algo heroico quedase dañada: algo comprensible en quien afirmaba pensar que no saldría vivo de todo aquello. Herido en la Serra de Pàndols, terminó hospitalizado en Tarragona, donde supo que la Batalla del Ebro habia terminado. Fue entonces cuando lloró por los compañeros muertos. Marchó al exilio en Francia en 1939 y se estableció en Marsella. Pasados los años reconoció que cuando cumplió 19 años se sentía una persona muy mayor, como si la intensidad de los hechos vividos le hubiese desgastado.

Nacido en Finisterre, Alejandro Campos Ramírez (1919-2007) quería ser arquitecto, pero, al final, fue albañil, editor y escritor de versos. La guerra terminó para él relativamente pronto pues un bombardeo le dejó cojo y malherido. Fue evacuado a Monistrol (Barcelona) y hospitalizado en la Colonia Puig. Allí llegaban los refugiados de la guerra, mujeres y niños. Y allí fue donde, al ver a los niños cojos por efecto de la Guerra que no podían jugar al fútbol, inventó el futbolín.  Relata que su pensamiento era que, si existía el tenis de mesa, por qué razón no podía existir el fútbol de mesa. Dicho y hecho: con unas barras de acero y unos muñecos torneados en madera que le facilitó un carpintero vasco llamado Javier Altuna, aquellos niños se convirtieron en los primeros virtuosos del “fútbol de mesa”.  Cuando Víctor Amela le entrevistó en el año 2004 (7), al final de la misma, decía: Pero yo creo en el progreso: hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo armónico llegará! Sin lugar a dudas, y pudiendo haberse refugiado en el dolor y la desesperanza, no lo hizo. Autodefinido como cristiano e idealista práctico hizo algo más que pronunciar frases hermosas: el futbolín constituye una prueba fehaciente de ello.

Muchas veces se olvida que los soldados que consiguieron escapar a Francia en 1939, y que posteriormente lucharían contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, al ser hechos prisioneros, no fueron reconocidos como españoles por el propio gobierno franquista. Se da la circunstancia de que Hitler quiso resolver la situación, pero Franco se negó en redondo y, finalmente, acabaron en los campos de concentración alemanes (8). Es el caso de Cristóbal Soriano (1919-2018), prisionero en Mauthausen entre 1940 y 1945. Era sastre y se bordó su número de interno (43564) en el pijama. Relata que con cuatro amigos fueron al frente de Aragón. La idea surgió cuando vieron desfilar por las Ramblas de Barcelona a las mujeres milicianas: ¿ellas pueden y nosotros no? Los cuatro se escaparon de casa, pero fueron los propios anarquistas quienes les obligaron a volver. En 1938 llegó la oportunidad buscada y Cristóbal fue destinado al Ebro, donde vio morir a muchos. Fue allí donde contempló con sus propios ojos la total desbandada de la primera mitad de Noviembre de 1938. Pasó a Francia y luchó en la Legión Francesa contra los nazis. En Mauthausen siguió viendo morir a muchas personas, entre ellos españoles. Su hermano, herido, fue destinado al campo de Gusen pero murió y allí quedaron sus cenizas. Su determinación por vivir, acompañada por la suerte, le salvó de morir. Quiso regresar a España, a Barcelona, una vez liberado el campo por las tropas norteamericanas, pero no se atrevió ante el evidente peligro de ser detenido y encarcelado por los franquistas. Vivió en Francia y allí trabajó como sastre hasta que se jubiló.

Josep Llauradó (1920-2015) era seminarista cuando estalló la Guerra. De forma muy discreta, en aquella Barcelona de los primeros meses de conflicto, acudía a comuniones clandestinas, procurando mantener su fe cristiana. Cuando llegó la orden de movilización consideró que era mejor no ocultarse y tener fe en la Providencia. Relata que no eran sino niños sin instrucción a los que hacía cinco días que les habían entregado un fusil sin cinta.  Equipado con camisa, pantalón, sin casco y sin gorra, confiesa que disparó cinco tiros y sabe que no mató a nadie. Cuando con 18 años fue enviado al Segre tenía muy clara su determinación de morir antes que matar. Acabada la Guerra reinició su camino hacia el sacerdocio y, muchos años después, manifestaría que la República perdió la Guerra a causa de la Revolución: Todos lo hicieron mal. Enviar niños a morir. ¡Qué trágica es nuestra historia! Nuestros gobernantes se quedaron en sus casas en Barcelona…y salieron corriendo hacia la frontera en sus cochazos después de haber enviado a morir a miles de críos.

Morir. Eso es lo que, junto a otros, vio Francesc Pedrol (1920-2019). Nacido en El Serrallo (Tarragona) y pescador desde muy joven, participó en la Batalla del Ebro. Cruzó el río por una pasarela de madera, en alpargatas. Sentía miedo, manifestó en la entrevista que le hizo Víctor Amela (9). Sabía que no podían ganar y esa certeza procedía de su experiencia como camillero de compañía (10). Aprovechaban la noche para recoger a los heridos que no habían podido ser atendidos y, si alguno de ellos moría en el traslado, lo depositaban en el suelo y volvían al frente a buscar a otro u otros. Al acabar la Guerra las autoridades franquistas no lo molestaron porque pudo demostrar que no se había alistado como voluntario y no pertenecía a ningún partido político. Ello no le libró de cumplir un año de servicio militar y, al acabar, volvió a la pesca, que es lo que siempre había hecho.

La recluta obligatoria de voluntarios no fue patrimonio único del Gobierno republicano. También Franco, el 25 de Agosto de 1938, se vio obligado a movilizar el reemplazo de 1941. Fueron los jóvenes que constituyeron la denominada Quinta de los Pelargones. Pero antes de ello, el 8 de Agosto de 1936, un joven de 16 años, Francisco Gragera Ávila (1920-1978) se alistó como voluntario en una Centuria de Primera Línea de Falange, en Badajoz. En Junio de 1938 pidió cambio de frente y se incorporó a un regimiento de artillería, combatiendo en la Sierra de Espadán, en la provincia de Castellón. En una carta a su madre, otro combatiente del ejército franquista enviado a la Batalla del Ebro le decía: Aquí estamos admirablemente entre naranjos. Vamos a bañarnos al mar cada dos días, la playa es formidable. Muy probablemente este paisaje idílico no tenía demasiados visos de parecerse a la cruda realidad.

Joaquim Oller Viladrau tenía 17 años y seis meses cuando fue movilizado en 1938. Su padre había comentado, cuando comenzó la Guerra, que no había motivo de preocupación porque los menores de 18 años no corrían peligro de ser llamados a filas. Muchos años más tarde Joaquim comentaba en un reportaje-entrevista acerca de estas palabras de su padre: No, no corren peligro, no (11). Vivía entonces en el número 345 de la Diagonal, en Barcelona y salió para ir a Capitanía, en el Paseo de Colón. Su somero equipaje lo formaba una chaqueta de piel, manta vieja, cuchara y cazo, botas, un sobre de sulfato de sodio, algo de dinero y una medalla de la Virgen. Destinado en Transmisiones, estuvo a punto de morir porque un sargento creyó que estaba desertando y faltó muy poco para que disparase sobre él. Otros no tuvieron tanta suerte: a unos compañeros, jóvenes como él, que querían ver a sus madres les detuvieron al intentar pasar las líneas y, detenidos, fueron obligados a cavar sus propias fosas para, después, fusilarlos.

Y llegamos al final. Una lectura de los dos partes de guerra del 16 de Noviembre de 1938, día en el que el Ejército republicano ha regresado a las posiciones iniciales, son especialmente significativos. El franquista se extiende en el número de víctimas y material de guerra conseguido, olvidando las pérdidas de hombres y de material en su propio ejército. El parte republicano es minimalista: Sin noticias de interés.

Pero la realidad es bien diferente: Ciento treinta mil hombres de ambos lados han quedado heridos o muertos entre las viñas, los olivos, los picos desnudos, las escarpaduras o las vegas de la Terra Alta (…) Algunos de esos hombres contarán años después su historia, cuando puedan sobreponerse al horror, quizá para intentar buscarle un significado a lo que han vivido. Si es que puede tenerlo. Los nombres de algunos de esos combatientes de ambos lados se escribirán en este libro, que es un homenaje a ellos. De cuando en cuando, un estampido anuncia que la guerra no ha terminado. Pero durante unos días sólo se oye el río. (12)

De esta magistral forma termina Jorge M. Reverte su libro. He recorrido los lugares por los que el Ebro discurre y, en silencio, recordé esas palabras. De las palabras a los rostros de hombres ancianos, la enorme mayoría de ellos fallecidos, que perdieron su juventud en una Guerra que nunca debió figurar en nuestra historia como país. Pero, considero, no es justo terminar este texto sin un reconocimiento hacia todos ellos, de ambos bandos. Siguen siendo un recordatorio que ha de estar presente en nuestro camino como ciudadanos y ciudadanas. También hay que agradecer a historiadores, periodistas y asociaciones que hayan rescatado, y lo sigan haciendo, toda esa memoria.  Y a los escritores, claro está. Ficción o no, la Literatura nos acerca a la verdad y, también, nos sumerge en los interrogantes. Por ello vuelvo a Soldados de Salamina. En su página 204 describe un momento cumbre. El escritor quiere conseguir en el último momento, cuando ya se marcha de la Residencia, que Miralles le diga si fue él quien perdonó la vida a Sánchez Mazas.

No le he preguntado una cosa- le dije a Miralles-. Sánchez Mazas conocía al soldado que le salvó. Una vez le vio bailando un pasodoble en el jardín del Collell. Solo. El pasodoble era “Suspiros de España”. Miralles bajó de la acera y se arrimó al taxi, apoyó una mano grande en el cristal bajado. Yo estaba seguro de cuál iba a ser la respuesta, porque creía que Miralles no podía negarme la verdad. Casi como un ruego pregunté: ¿Era usted, no? Tras un instante de vacilación, Miralles sonrió ampliamente, afectuosamente, mostrando apenas su doble hilera de dientes desvencijados. Su respuesta fue: – No.

El 23 de Abril de 2019, en la tradicional firma de libros de la fiesta de Sant Jordi, pregunté a Javier Cercas si, efectivamente, Miralles había sido quien perdonó la vida a Sánchez Mazas. Su respuesta añadió nuevas preguntas a aquellas que me han acompañado, desde que leí por primera vez su excelente novela.

Anotaciones:

  • (1) La polémica puede seguirse en el diario LA VANGUARDIA, en los números correspondientes al 29 de Marzo de 2003 (para el artículo de Gregorio Morán) y  5 de Abril de 2003 ( para la réplica de Javier Cercas).
  • (2) Cita en Stockton
  • (3) Soldados de Salamina op.cit. Bibliografía págs. 199-201
  •  (4) Ronald Fraser escribió (ver Bibliografía) que le llamó poderosamente la atención, tras las más de trescientas entrevistas realizadas a lo largo de dos años de trabajo y a diferentes personas que vivieron la Guerra Civil,  que la gente del bando republicano recordase pocas cosas sobre la situación internacional, al igual que los integrantes del bando franquista. Todos consideraban que la Guerra era algo que tocaba resolver a los españoles.
  • (5) Un fusell i un biberó  op.cit.  Bibliografia página 27
  • (6) 115 dies a l´Ebre  op.cit. Bibliografia página 13
  • (7) Nos robaron la juventud. Memoria viva de la Quinta del Biberón op.cit. Bibliografía págs. 336-340
  • (8) Los prisioneros españoles llevaban un distintivo triangular de color azul que les identificaba como apátridas.
  • (9) Nos robaron la juventud. Memoria viva de la Quinta del Biberón op.cit. Bibliografía págs. 84-89
  • (10) Los camilleros de compañía eran los que avanzan al mismo tiempo con los soldados y, por lo tanto, estaban igualmente expuestos al peligro de ser alcanzados por las balas del enemigo o por las bombas de la aviación.
  • (11) Diario LA VANGUARDIA, Domingo 7 de Febrero de 2016
  • (12) La Batalla del Ebro op.cit. pág, 571

Bibliografía:

  • AMELA, Víctor M.  Nos robaron la juventud. Memoria viva de la Quinta del Biberón Plaza i Janés, Barcelona 2020.
  • CARDONA i VILA, Joan Un fusell i un biberó. A la Guerra amb 17 anys  Cossetània Edicions, Valls 2004.
  • CERCAS, Javier Soldados de Salamina Tusquets Editores, Barcelona 2001.
  • FRASER, Ronald   Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.Historia Oral de la Guerra Civil Española  Crítica, Barcelona 2007.
  • MONTELLÀ, Assumpta 115 Dies a l´Ebre. El sacrifici de la lleva del Biberó  Ara Llibres, Barcelona 2014.
  • REVERTE, Jorge M.   La Batalla del Ebro Crítica, Barcelona 2003

José Miguel Hernández López. Barcelona.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 11 Noviembre 2020.