Ya ha pasado un día de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos y se desconoce en estos momentos quién las ha ganado. Donald Trump y Joe Biden, contra todo pronóstico en las encuestas que le daban una clara ventaja al hombre tranquilo de la localidad de Scranton de Pensilvania, se disputan a muy poca distancia los votos electorales de los estados clave como los del cinturón del oxido (Wisconsin, Michigan y Pensilvania), o el estado de Nevada, golpeados duramente en la última crisis económica y por las consecuencias económicas de la pandemia, y el voto por correo constituido por más de 65 millones de papeletas de aquellos votantes que prefirieron evitar largas colas, contagios, y probables enfrentamientos. Tanto Donald Trump, que ya ha advertido que si pierde llevará las elecciones al Tribunal Supremo, denunciando «un fraude electoral», como Joe Biden que va a exigir «un recuento de los votos uno a uno» si le sucede lo mismo, prometen una dura batalla que puede durar semanas para acceder a la Jefatura del Estado. La situación recuerda a las elecciones del año 2000 cuando George W. Bush y Al Gore resolvieron la disputa con un recuento de votos en el estado de Florida que finalmente benefició al primero por sólo 537 papeletas. Sin embargo, en esta ocasión los seguidores de ambos candidatos, aunque hasta el momento no están haciéndose notar, ya han amenazado con no aceptar los resultados, y eso explica que el centro de muchas ciudades se hayan levantado tablones en muchos comercios ante previsibles disturbios.
Y ahí ya tenemos descrito un hecho diferencial de estas elecciones: la gran polaridad entre los partidarios de Donald Trump y sus opositores, una amalgama, difícilmente clasificable, pero unida en este verdadero plebiscito sobre el personaje más incómodo que ha ocupado la Casa Blanca que despierta el amor y el odio a partes iguales. Donald Trump se ha erigido como un self made man que hizo fortuna con los negocios y que se dio a conocer entre el gran público como presentador de un reality show, en el que su momento culminante era cuando «despedía en directo a sus trabajadores». Donald Trump desde la Jefatura del Estado ha convulsionado tanto la sociedad americana con sus posicionamientos extremos y la pésima gestión de la pandemia, como la política internacional con la táctica del loco, rompiendo tratados y maltratando a sus aliados, pero también ha recuperado la economía y no ha iniciado ninguna guerra. Joe Biden, aunque fue el vicepresidente de Barak Obama durante ocho años, de hecho, es un perfecto desconocido. Mientras Donald Trump tiene sus apoyos entre los blancos de mediana edad que recibieron las peores consecuencias de la crisis económica como de la globalización, Joe Biden cuenta con el apoyo de los jóvenes más preparados y, en principio las minorías, entre las que se encuentran los recién llegados más desfavorecidos. Pero hasta esto podría estar cambiando: muchos negros e hispanos han optado esta vez por el histriónico Donald Trump que quería levantar un muro en la frontera con México.
Hay algo más turbio, si cabe, en estas elecciones. En las elecciones del año 2016 entre Donald Trump y Hillary Clinton se acusó a los rusos de haber cometido injerencia en los comicios con fake news, aunque luego se descubrió que tuvo más peso Cambridge Analytica utilizando los datos de millones de usuarios de Facebook para establecer una mejor estrategia electoral. En el libro Patriotas indignados de Francisco Veiga se analiza detalladamente el uso de los seguidores de Donald Trump de los foros y redes sociales como plataformas de agitación y para la difusión de noticias falsas. Las teorías de la conspiración con elementos reales pero muchos falsos se han extendido entre muchos seguidores de Donald Trump, hasta el limite de no diferenciar ya nada. QAnon es el máximo exponente. Esto también nos ha llegado a Europa y en parte explica, pero solo en parte, la ascensión al poder de formaciones políticas de extrema derecha, que están en permanente contacto. En la otra acera de esta calle global los demócratas han contado el apoyo de todos los medios de comunicación, aunque estos fueron en su momento los que auparon a Donald Trump al poder sacándole diariamente por televisión. Se ha acusado también a los demócratas de agitar las calles con las protestas motivadas por el asesinato de negros a manos de la policía en las que se produjeron distubios y saqueos. Donald Trump tampoco suavizo nada con ordenar la «mano dura contra los manifestantes». Tanto unos como otros han jugado sucio. Pero el hecho es que cuando los matones llegan al poder es imposible sacarlos porque terminan con la democracia.
Donald Trump es aquel familiar incomodo al que le daríamos de comer aparte en del día de Acción de Gracias (ponemos esta celebración como ejemplo para contextualizar mejor la cuestión) pero el hecho es que tiene un plan económico y político para los Estados Unidos, que en el caso de los demócratas de Joe Biden, es menos conocido, por no decir que es desconocido. El problema es global, y nos afecta también como europeos, pero esto ya daría para otro artículo. Puede vencer Joe Biden, y muchos se quedaran más tranquilos, de hecho es la opción más racional, pero si esto sucede no será tanto por la simpatía que ha provocado hasta ahora el candidato si no por terror a Donald Trump.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Noviembre 2020.