El coronavirus ha cambiado las rutinas tal y como las conocíamos hasta ahora. Los besos y abrazos se han sustituido por un choque de codos, el gel de manos se ha convertido en un objeto imprescindible y la mascarilla en una prenda más. El día a día de los estudiantes también se ha visto alterado, sobre todo para los universitarios, que han pasado a dar la mayoría de las clases online y la poca presencialidad está marcada por el distanciamiento entre compañeros y las mascarillas.
Las universidades de España que comenzaron hace un mes el nuevo curso académico han impuesto las mismas normas de seguridad: clases online o semipresenciales, cierre de los espacios públicos y distancia entre alumnos para evitar al máximo los contagios. Podemos encontrar dichas medidas de seguridad en la página web de cada universidad. Como ejemplo hemos buscado en la Universitat de Barcelona, la Universitat Jaume I de Castellón, la Universidad Autónoma de Madrid o la Universidad de Zaragoza. Pero, aplicarlas no ha sido tan sencillo, pues conlleva pensar más allá y tener en cuenta varios factores. Por una parte, se encuentra la dificultad de los alumnos con menos recursos económicos para obtener el material tecnológico suficiente para “asistir a las clases online”. Y por otro lado, ha supuesto una tarea para los profesores reinventar su formato y hacer unas clases accesibles para todos sus alumnos sin excepción. Este es el ejemplo de la Universidad de Barcelona, que desde primavera aporta material técnico a sus alumnos. Aunque esto no puede garantizarse en todas las universidades, por ello el Frente de Estudiantes, conjunto de asociaciones estudiantiles de España, reclama la “presencialidad total” para garantizar que todos los estudiantes puedan recibir su educación. Así pues, Xabier, representante de la organización política estudiantil Ernai, que actúa en el País Vasco y se declara independentista, afirma que todas estas dificultades están provocando la consolidación de las élites en las universidades, ya que, “los grupos sociales más vulnerables se están planteando dejar la carrera, si es que no lo han hecho ya”.
Pero esta total presencialidad parece imposible hoy por hoy, teniendo en cuenta los numerosos rebrotes que se están dando en todo el país y muchos de ellos relacionados con residencias universitarias. Según afirman estudiantes y profesores, las universidades son «lugares seguros», pero el problema se encuentra fuera, en los botellones y fiestas que están fuera del control de las universidades. La Universidad de Salamanca ha sido un ejemplo de ello, expulsando a 36 estudiantes por participar en fiestas y novatadas e incumplir las normas sanitarias. La residencia “Galileo Galilei” de Valencia organizó hace dos semanas una fiesta ilegal en su terraza, concentrando a 200 personas sin mascarilla y sin distancias de seguridad. De esas 200 personas, 160 dieron positivo, lo que supuso el cierre de toda la Universidad Politécnica de Valencia, es decir, 25.000 alumnos no recibirán clases presenciales.
En Granada ha sucedido lo mismo, pues tras detectarse 150 contagios en 7 residencias, la Universidad de Granada ha cerrado dos semanas para evitar que la propagación aumente. «Muchos jóvenes respetan todas las medidas, se juntan con sus amigos lo mínimo posible para no ponerse en peligro, hacen la mínima vida social fuera de su círculo estrecho… y ahora, por unos cuantos insensatos, toda la universidad de Granada nos quedamos sin clases», explica un joven a 20 minutos. Cataluña también ha decidido suspender las clases dos semanas por precaución, tras haber 300 contagiados entre el colegio mayor “Penyafort Montserrat” y la residencia “Aleu” de Barcelona. Además, Salut pide que las clases sean totalmente online y que el teletrabajo que ahora ocupa un 8% se amplíe al 25%. En cambio, otras ciudades están teniendo datos favorables, como es el caso de las universidades de Gipuzkoa, a pesar de no dar cifras, afirma que los contagios son escasos y se producen fuera del ámbito universitario.
A pesar de estas cifras, los expertos afirman que no hay que generalizar ni culpar totalmente a los jóvenes. «Está claro que las fiestas son un foco de contagio; pero creo que no podemos generalizar, ya que existen otros focos, y estigmatizarlos puede suponer un error que, lejos de frenar estas conductas, las acentúe», explica la socióloga Paula Ruiz a 20 minutos. La psicóloga y profesora universitaria Elisa Martín Ortega está de acuerdo, “primero se culpó a la infancia, luego a los adolescentes y ahora tocan los universitarios”, decía en una entrevista en El País. “Me parece peligrosa la tendencia a buscar grupos culpables porque le quita la responsabilidad a las Administraciones”, concluía.
Todavía quedan muchos meses de curso y el futuro es incierto, así que, habrá que esperar para observar si la docencia telemática ha alcanzado resultados positivos y si la presencialidad podrá aumentarse en un tiempo.
Andrea Navarro Ballesteros. Castellón.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 16 Octubre 2020.