De conspiradores, instrucciones reservadas y sublevaciones fallidas – por José Miguel Hernández

Franco con Emilio Mola y otros jefes militares sublevados - Wikimedia Commons

La mañana del Lunes 20 de Julio de 1936, podía leerse en la portada del diario ABC en su edición sevillana: VIVA ESPAÑA.  Y, a continuación, en caracteres de menor tamaño:  El general Queipo de Llano se encarga de la jefatura de la División y declara el Estado de Guerra. Dos días más tarde, el mismo diario sigue dando protagonismo a la figura de Queipo en su portada, explicando con detalle el propósito del recién iniciado golpe de Estado, mientras que en la página tres aparece la proclama del general Franco que se leyó por radio el día anterior. Por su parte, la edición madrileña del mismo diario correspondiente al Domingo 19 de Julio reproducía en su portada la primera nota oficial del Gobierno republicano sobre la situación planteada por el golpe militar: Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República. El Gobierno no ha querido dirigirse al país hasta tener conocimiento exacto de lo sucedido y poner las medidas para combatirlo. Una parte del Ejército que representa a España en Marruecos se ha levantado en armas contra la República, sublevándose contra su propia Patria.

Casi tres años más tarde, el día 2 de Abril de 1939, una única cabecera del diario ABC, editado ya en Madrid, expresaba en su página dos lo siguiente:  La guerra ha terminado, encabezaba la crónica de Sánchez del Arco, para continuar:  Ha terminado. El estilo exacto, conciso, sereno y bello de los partes de guerra del Generalísimo culminan en este gran comunicado que firma S.E., documento histórico, piedra de cúspide y de base de la mayor obra que en España se ha realizado. Dos meses antes, en la portada del diario LA VANGUARDIA, podía leerse en grandes titulares: BARCELONA PARA LA INVICTA ESPAÑA DE FRANCO.

Entre estas fechas, como puede observarse, se aprecia un cambio cualitativo importante: la figura de Franco aparece mencionada en la primera sin un protagonismo especial y, en la segunda, el protagonismo es absoluto. ¿Cómo se explica este tratamiento tan diferente?  Desde su proclamación como Jefe de Estado y Generalísimo el día 1 de Octubre de 1936 la figura de Franco sería presentada como la del militar que lideró el Ejército, la del militar que se levantó para salvar a España del Comunismo y la desintegración.  Pero no fue así en verdad porque ni Franco lideró el Ejército ni todo el Ejercito de sublevó contra la República. La propaganda franquista presentó al denominado como Caudillo como el líder que había sido en la Guerra de Marruecos, reescribiendo y distorsionando una vez más la Historia para favorecer al poder establecido. Lo anterior no es algo privativo de una época ya pasada pues la historiografía neofranquista más actual ha seguido manteniendo que Franco era un general honesto que fue arrastrado por el Destino; que él nunca quiso conspirar contra el Gobierno pero lo hizo ante el inminente riesgo de destrucción de España, asumiendo el mandato de la Providencia y alzándose como jefe indiscutible. Esa sería la historia que impregnó los medios de comunicación y los libros de texto durante años.

Sin embargo, ha sido una potente corriente de investigación histórica la que considera que, probablemente, Franco se sublevó porque su carrera militar estaba a punto de terminar, pues el Gobierno republicano lo tenía muy vigilado en su destino de Las Palmas de Gran Canaria. No era el único: otros jefes y oficiales, como él, también fueron protagonistas importantes de estos sucesos y, como él, habían conspirado desde recién iniciada la andadura de la Segunda República. Lo que a continuación intento exponer de forma sencilla es una compleja historia acerca de cómo un militar como Franco, impensable como futuro Caudillo meses antes de Julio de 1936, se convirtió en el protagonista de las cabeceras de los diarios, en el responsable de una Dictadura que no dejaría de ejercer hasta su muerte en una cama de hospital el 20 de Noviembre de 1975. También es la historia de otros militares que, sobre el papel, fueron más relevantes en la sublevación y que, posteriormente, fueron relegados al olvido.

Las conspiraciones contra la Segunda República comenzaron muy pronto y lo hicieron a partir de diferentes sectores de las derechas contrarrevolucionarias, ya en pleno proceso de declive, pero amparadas en un rasgo determinante: su acusada militarización y la consideración del Ejército como columna vertebral de la Patria. Es así como aparece un personaje fundamental en esta historia, la del general José Sanjurjo y Sacanell, artífice del intento de sublevación del 10 de Agosto de 1932.  Más conocida como la Sanjurjada, pretendía derribar al gobierno constitucional y reconducir la República hacia derroteros moderados y pactistas con los monárquicos. Sanjurjo estaba dispuesto a proponer una fórmula que acatara al rey Alfonso XIII (ya en el exilio pero plenamente en contacto con los golpistas). Tras el golpe, el general asumiría el poder ejecutivo y se convocaría un referéndum entre Monarquía o República. Respaldando a la Monarquía se crearía un Consejo de Regencia que solicitaría el regreso del rey quien, seis meses después, habría de abdicar en su hijo Juan de Borbón (padre del actual rey emérito Juan Carlos I). El nuevo rey convocaría elecciones a Cortes Constituyentes con el fin de elaborar una nueva Constitución, basada en la del año 1876 y que volvería a consagrar el sistema bipartidista de la Restauración de 1874. Pero el resultado era previsible: indecisión y falta de organización por parte de los conjurados civiles y militares que, unidas al conocimiento que poseía el Gobierno, acabó con un sonoro fracaso que determinó la detención de Sanjurjo, su posterior juicio y encarcelamiento hasta ser enviado al exilio en Portugal. Desde allí jugaría un papel muy importante en los futuros movimientos conspiratorios, por ejemplo, en la entrevista que sostuvo en Febrero de 1936 con Wilhem Canaris  (jefe del espionaje alemán ). De ella salió el compromiso de la ayuda alemana, a lo que habría que añadir el acuerdo con el gobierno fascista de Mussolini y el portugués de Salazar. Y no era un secreto que los gobiernos francés y británico veían con buenos ojos el triunfo de un golpe que, en un futuro no lejano, restaurase la Monarquía borbónica.

Pero fue entre Enero y Febrero de 1936 cuando la situación se fue complicando. El 7 de Enero se convocaron elecciones tras la crisis gubernamental provocada por los sucesos de Asturias en 1934. Celebradas el 16 de Febrero los resultados fueron muy claros: la coalición denominada como Frente Popular, de signo claramente izquierdista, aunque muy heterogénea en su composición, había derrotado a las fuerzas de la derecha (aunque por un resultado muy ajustado). El programa de la coalición ganadora contenía tres elementos muy sensibles para las fuerzas conservadoras y militares. El primero de ellos era la concesión de la amnistía de todos los delitos sociales cometidos con posterioridad a 1933, es decir, la libertad para todos aquellos detenidos por los sucesos de Asturias. Un segundo punto era la modificación del Poder Judicial, haciendo especial hincapié en la cuestión del poder militar y su obediencia al Gobierno Republicano. Un tercer elemento era el que presentaba mayores discrepancias entre los miembros de la coalición: en el tratamiento de la cuestión social y económica había dos líneas enfrentadas, la de Azaña con un planteamiento reformista y la de Largo Caballero, claramente revolucionaria.

De hecho, ya en Enero de 1936 se inició la organización de un movimiento militar integrado por diversos generales (Barrera, Orgaz, Varela, Ponte, Villegas, Fanjul y Fernández Pérez), todos ellos coordinados por otro personaje fundamental en esta trama, el general Manuel Goded Llopis. Además de los integrantes militares, Goded mantuvo contactos con elementos civiles, tales como José Calvo Sotelo, Antonio Goicoechea o Pedro Sáinz Rodríguez. Lo acordado fue ejecutar la sublevación para el momento de las elecciones, pero, una vez más, el Gobierno tuvo conocimiento de los planes y, de esa forma, cesó al Jefe de la V División Orgánica y destinado a dirigir el proceso de rebelión, general Villegas el día 6 de Enero. Pero la red conspiratoria siguió adelante, acordándose llevar a cabo el golpe el viernes posterior a las elecciones, primero, aunque luego se acabaría decidiendo que se adelantaría al miércoles.

Tras conocer el resultado que llevó al triunfo de la izquierda Franco quiso declarar el Estado de Guerra con el apoyo de Goded, pero Alcalá Zamora, presidente de la República, se negó a firmar el Decreto.  Una de las primeras decisiones del nuevo Gobierno fue, precisamente, cesar en sus cargos a Franco y a Goded. Al primero lo envió a Las Palmas y, al segundo, a Baleares. Desde sus nuevos destinos, y con la ayuda técnica del teniente coronel Ángel Galarza, siguieron en contacto con el resto de los conspiradores.

Entre Febrero y Mayo de 1936 el país asistió a un evidente deterioro de la convivencia y el orden público. Entonces se puso en marcha de una nueva operación golpista dirigida por la denominada Junta de Generales de Madrid, dirigida por Rodríguez del Barrio. Al mismo tiempo los integrantes de la Comunión Tradicionalista (Carlistas) pusieron en marcha un plan involucionista que, a través de una insurrección armada, crease un nuevo Estado definido por sus principios: Dios, Patria y Rey. Pero sería la reunión que tuvo lugar el 8 de Marzo de 1936, en Madrid, y en la que participaron diversos generales, la que acordaría llevar a cabo una sublevación apolítica. Dicha sublevación se concebía de dos maneras muy diferentes: la primera de ellas, defendida por el general José Enrique Varela pretendía tomar el control de la capital y, desde allí, forzar la respuesta de las diferentes guarniciones repartidas a lo largo de las diferentes Divisiones Orgánicas. La segunda, defendida por el general Emilio Mola, pretendía lo contrario: controlar, primero, las provincias y forzar así la caída de Madrid.

En lo que sí hubo acuerdo fue en la decisión de considerar que el militar que tenía que ponerse al frente de la sublevación tenía que ser el general Sanjurjo, por su edad y por su rango militar, superior al del resto de conspiradores. Ello no evitó que Goded y Franco, que nunca se habían distinguido por mantener unas relaciones personales amistosas y correctas, continuasen dicha tradición: Franco quería ser el principal valedor de Sanjurjo pero éste se opuso, manteniendo a Goded como su lugarteniente en la trama golpista. Franco no perdonaría jamás, ni a Sanjurjo ni a Goded, dicha decisión. La fecha elegida para el golpe fue el 20 de Abril pero, esta vez, fueron Rodríguez del Barrio y Varela los que decidieron aplazar el levantamiento para más tarde, provocando que se rompiese la unidad de la Junta de Generales y que comenzase a destacar con fuerza la figura del general Mola, apoyada por el general Manuel Goded, que ya no ocultaba su falta de confianza en el resto de generales.

Así pues, fue definiéndose la idea de Mola: a partir de la sublevación de un punto inicial (el protectorado español de Marruecos) extenderla por la Península y converger sobre Madrid. El que ya empezaba a denominarse como Alzamiento debía tener un componente cívico-militar, dotándole de un proyecto político que fuese apoyado por todas aquellas fuerzas y organizaciones enemigas del Frente Popular. Mola se había convertido en uno de los militares más importantes tras ser nombrado, tras el triunfo de la CEDA en 1933, Jefe Superior de las Fuerzas Militares de Marruecos. Cuando triunfó el Frente Popular el Gobierno le cesó y lo destinó a Pamplona como gobernador militar. Salió de Marruecos el 5 de Marzo y viajó hasta Madrid, donde pudo participar en la anteriormente citada reunión de generales del 8 de Marzo. Las adhesiones y el reconocimiento hacia su liderazgo se iniciaron con rapidez y, así, el general Queipo de Llano, fue a visitarle a Pamplona, buscando su apoyo, al igual que lo haría el general Miguel Cabanellas. Es comprensible que fuese a partir de entonces cuando el 28 de Abril diese a conocer su proyecto, larga y meticulosamente meditado, contenido en la Instrucción Reservada nª 1. En su Base 5ª se expresaba con claridad que la acción había de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, al que consideraba fuerte y bien organizado. Es en esta Instrucción, donde dirige su llamamiento a todos los españoles sin distinción y dispuestos a hacer frente a la situación del país. Es en esta Instrucción donde aparece por vez primera la palabra Movimiento, que el régimen franquista acabaría apropiándose.

Los generales dieron el visto bueno a la designación de Mola como Jefe de Estado Mayor del general Sanjurjo y Mola se puso a sus órdenes el 4 de Junio de 1936. Desde entonces fue denominado en la documentación como el Director. Mola le correspondió con estas palabras:  Ya sabe, mi general, que tiene y tendrá siempre en mí un admirador agradecido, porque yo no puedo olvidar nunca los muchos favores y atenciones quede usted he recibido durante mi ya dilatada vida militar (Sacanell , 2008 pág. 135)

Franco tenía conocimiento del plan, pero no había comprometido su participación. No confiaba en el éxito y consideraba que, tarde o temprano, el conflicto que se desarrollaría le obligaría a tomar partido. Por ello parece que el 23 de Junio de 1936, en una carta que envió al presidente del Gobierno y  ministro de Guerra , Santiago Casares Quiroga, reflejaba la inquietud de la mayor parte de la oficialidad y, al final, se ofrecía para acabar con cualquier movimiento golpista, algo que, fiel a su estilo calculador,  podía permitirle recuperar una posición de primacía dentro del  Ejército. No obtuvo respuesta y el historiador Paul Preston considera que ello pudo influir en que Franco se inclinase por la rebelión. Mientras tanto la situación en España se complicaba por momentos. El periódico El Liberal, en su edición del 12 de Julio, publicaba un artículo del socialista  Indalecio Prieto en el que amenazaba a los posibles golpistas:  Acaso quienes desde el campo adversario preparan el ataque se hagan esta cuenta: si perdiesen, los desmanes de los triunfadores no serían más grandes que los que realizan ahora (…) La contienda, pues, si al fin surge, se ha de plantear en condiciones de extrema dureza  (Muñoz Bolaños 2019, pág. 195).  Luis Araquistáin escribía el 26 de Junio de 1936 en The NewYork Times : El ala izquierda de la actual mayoría, los socialistas, como los comunistas y los sindicalistas, están por la revolución, la eliminación del capitalismo y la implantación de una dictadura del proletariado en España, tan pronto como sea posible y por todos los medios posibles (Muñoz Bolaños 2019, pág. 196). Pero antes, el 27 de Mayo de 1936, el diario Mundo Obrero, hablaba de la necesidad de establecer una dictadura democrática de obreros y campesinos.  En Moscú el propio Stalin consideraba que la inestabilidad de la Segunda República no traería la revolución sino un golpe de Estado. Por ello, continuaba, había que frenar dicho golpe y abogaba por el establecimiento de una dictadura de facto que conllevase la ilegalización de las fuerzas de derecha y el encarcelamiento de sus líderes (Muñoz Bolaños, 2019, pág. 196).

Los acontecimientos se precipitaron a partir del 12 de Julio, cuando fue asesinado el teniente Castillo, probablemente por carlistas o integrantes de la Unión Militar Española. Un día más tarde fue asesinado José Calvo Sotelo, esta vez por un grupo de oficiales del Cuerpo de Seguridad y Asalto y de la Guardia Civil, probablemente, como venganza tras el asesinato del teniente Castillo. Aunque la sublevación estaba planeada y se habría producido hacia finales de Julio, éste fue el acontecimiento político sobre el que giró el plan de Mola.

¿Cuáles fueron los movimientos de Franco? El asesinato de Calvo Sotelo terminó por ser la causa de su cambio hacia su intervención en la sublevación. No obstante, y días antes, había enviado un mensaje cifrado a los generales Mola y Kindelán en el que, tras un lacónico Geografía poco extensa, volvía a mostrar sus dudas sobre la viabilidad del plan. Pero, finalmente, tuvo que decidir: o jugaba o perdía y, sólo entonces, hizo saber que se sublevaría. La muerte el 16 de Julio del general Amadeo Balmes en el campo de tiro de La Isleta, en Tenerife, proporcionó a Franco la ocasión de asistir a su funeral. El plan era dirigirse a Tenerife para, desde allí, volar a Tetuán. Sin esa muerte el viaje de Franco habría despertado sospechas, vigilado como estaba.  Para colmo, el general Balmes era un firme defensor de la República y un enemigo potencial de las intenciones de Franco. Por ello siempre se ha comentado que su muerte no fue tan accidental, algo sobre lo que el historiador Ángel Viñas ha investigado y escrito con amplitud, decantándose por la teoría de que Balmes no murió de un disparo accidental sino, simplemente, fue asesinado. Sus argumentos son de obligada lectura: la versión oficial sostiene que a Balmes se le disparó su arma reglamentaria en una revisión rutinaria, algo no habitual si se tiene en cuenta que un general tenía su propio cuerpo de oficiales encargados de esa labor pero, quizás, lo más convincente sea la  larga y tensa conversación que Franco y Balmes sostuvieron días antes, conversación en la que Franco intentaba convencer  a Balmes de su incorporación a la sublevación.

Franco, con pasaporte diplomático, no regresó a Las Palmas, sino que en el famoso avión Dragon Rapide, puso rumbo a Tetuán, haciendo escala en Agadir y Casablanca. Antes de llegar a su destino final se aseguró de que la situación estaba controlada e, incluso antes de aterrizar, pidió al piloto que sobrevolara el aeródromo. Sólo cuando reconoció al coronel Sáez de Buruaga, dio la orden aterrizar. A las cuatro de la madrugada del 18 de Julio declara el Estado de Guerra en todo el Archipiélago Canario, pero manteniendo en todo momento que lo hacía para proteger a la República.

El 19 de Julio era Domingo y los obreros descansaban, al igual que los políticos. La idea de Mola era llevar a cabo una acción militar rápida, pero, como se sabe, el golpe no triunfó al no sumarse la totalidad de las guarniciones comprometidas en un principio. El 20 de Julio moría en accidente aéreo el general Sanjurjo, cuando se dirigía a España para ponerse al frente de la sublevación y ello provocó un grave problema a resolver: quién iba a dirigir las operaciones militares de lo que parecía bastante claro iba a convertirse en una larga guerra. La solución fue la constitución de una Junta de Defensa el 25 de Julio, organismo que asumió de forma colegiada los poderes, políticos y militares del Estado. Franco, junto con Queipo de Llano, se incorporaría a dicha Junta el 3 de Agosto y, ante la necesidad evidente de la dirección militar y política única, se decidió el 21 de Septiembre, en Salamanca, otorgar dicho mando a Franco quien  en un Decreto de 30 de Septiembre de 1936  quedaba constituido como Jefe del Gobierno del Estado Español, asumiendo la condición de Generalísimo de las fuerzas nacionales de Tierra , Mar  y Aire, además del mando supremo de todas las operaciones militares. Las palabras del general Cabanellas al terminar la reunión eran premonitorias: No sabéis lo que habéis hecho. Franco nunca dejará el poder por decisión propia. Y así fue, como es bien sabido: sus vagas promesas de restauración monárquica se quedaron en nada.

Sin la intervención de Mola, muy probablemente la Guerra no habría estallado. Hombre metódico, arisco en el carácter, supo organizar, convencer, arrastrar, recabar apoyos y, también, actuar con suma crueldad. Tuvo más responsabilidades que Franco y otros generales, pero Franco y su régimen le empequeñecieron y su memoria quedó relegada a la de las calles y plazas que llevaron su nombre. Poco a poco, y a medida que se desarrollaba la Guerra, el poder de Mola se fue congelando, viéndose obligado a pedir armas a Franco y a Queipo, armas que recibían de Alemania e Italia. El 30 de Mayo de 1937 el Ejército de la República atacó en La Granja para liberar la presión sobre el Norte peninsular y ello motivó que Mola se trasladase a Segovia el 3 de Junio, pero la niebla provocó que la avioneta donde viajaba se estrellase y, finalmente, muriese. El mismo día del accidente le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, a título póstumo y el 18 de Julio de 1948 Franco le otorgó el título de duque de Mola.  Con él desaparecía un personaje incómodo para Franco, pues conocía sus reticencias a seguir sus instrucciones. No se llevaban bien y, según el embajador alemán Von Faupel, el Generalísimo se sintió muy aliviado por su muerte. Hoy día se sabe que Franco no quiso entrar en Madrid y decidió atacar Toledo para ganar la batalla de la propaganda. No quiso atacar Madrid para no tener que compartir la gloria con Mola, que atacaba desde el Norte. También se ha especulado mucho sobre el accidente sufrido, intentando equipararlo con lo ocurrido con el general Balmes. Pero no hacía falta:  Mola ya era un militar de segunda fila que no podía hacerle sombra.

La otra figura de esta trama, el general Queipo de Llano, fue prácticamente borrada de la memoria heroica del régimen y, como Mola, su nombre fue visible en plazas y calles.  El de Mayo de 1939 Franco lo ascendió a teniente general y, al no sentirse suficientemente recompensado, le solicitó la Cruz Laureada de San Fernando. Esta solicitud le fue denegada y ello ahondó la brecha que ya existís entre ellos. Franco lo nombró presidente de la Misión Militar Especial en Italia y su Imperio, un cargo sin contenido alguno y, de esa forma, se lo quitó de en medio. No sería hasta el año 1943, cuando Queipo cumplió los sesenta y ocho años, se le concedió la Laureada, pero precisando que sólo era la recompensa a su actuación en Sevilla del 18 al 26 de Julio de 1936, ignorando todo su trabajo a lo largo de toda la Guerra. Estuvo entre los dieciséis generales ennoblecidos por Franco, quien le nombró en 1950 marqués de Queipo de Llano. Él agradeció de forma protocolaria dicho nombramiento, pero rechazó ostentar el título para sí. Con su familia ennoblecida y situada, vivió sus últimos años, desengañado y aislado de la hambruna que reinaba en España, convertido en hacendado de varias fincas, cazador, ganadero y cultivador de frutales, cáñamo y arroz. Falleció el 9 de Marzo de 1951 y, al día siguiente, fue enterrado en la Basílica de La Macarena, en Sevilla.

Cataluña, y en concreto la ciudad de Barcelona, fueron decisivas en el fracaso del golpe de Julio de 1936. Y en ese fracaso hay que hacer obligada referencia a dos de los protagonistas de un próximo artículo: el general Aramburu y el coronel Escobar. Muchos otros fueron importantes y también fueron olvidados, por ejemplo, el general Domingo Batet, pero quiero acabar con una figura que, hasta el momento, no ha aparecido sino tangencialmente:  el general Manuel Goded Llopis, según algunos uno de los mejores militares de carrera de su tiempo. No mantenía una buena relación con Franco y, a diferencia de éste, más calculador de los riesgos y beneficios, Goded fue muy osado. Tras estallar la sublevación y después de controlar las Baleares, se trasladó a Barcelona para ponerse al frente de la sublevación.  Allí arrestó al general Francisco Llano de la Encomienda, se enfrentó a las milicias obreras y a la Guardia Civil que dirigía el general Aramburu. Apostó y perdió: reconociendo su derrota por radio conminó a sus partidarios a abandonar la lucha. A pesar de su valor, los rebeldes primero y la historia oficial franquista después, le condenaron al olvido acompañado del desprecio.  Hecho prisionero junto al general Fernández Burriel, fue juzgado en Consejo de Guerra y condenado a muerte por fusilamiento. La pena de ambos se ejecutaría el 12 de Agosto de 1936, a las seis y veinte de la mañana, en el foso de Santa Eulalia del Castillo de Montjuic.

¡Qué paradojas depara el Destino!  Goded y Franco, tan alejados en lo personal y profesional, compartieron un espacio en las páginas del New York Times el dia 19 de Febrero de 1936. La causa era el rumor del golpe que estaba perpetrándose. El nombre de Goded lo escribieron bien: Manuel. Pero en el de Franco no estuvieron acertados: José Maria  en lugar de Francisco.  Era lo normal para un militar que, fuera de España, tenía la importancia de una nota a pie de página. Algo que, desgraciadamente, cambiaría para desgracia de nuestro país.

Desgracia de un golpe que nunca, ni en 1936 ni en la actualidad, ha sido condenado de forma unánime y sin paliativos cuando, de hecho, fue un atentado directo a la legalidad establecida desde 1931. De vez en cuando aparecen matizaciones que pueden ser discutibles en cuanto al clima político que reinó en España en los meses anteriores a Julio de 1936 pero que, de ningún modo,  justifican que los militares y los sectores que les apoyaban diesen el paso a una rebelión que, fracasada, condujo al país a una guerra  para ocasionar, finalmente, el establecimiento de una Dictadura que duraría casi cuarenta años. Esa Dictadura iría borrando la realidad de lo que pasó para dar paso a una historia muy conveniente que justificase lo injustificable, algo que tardaría años, muchos años, en ser cuestionado, investigado y, finalmente, descubierto.

Bibliografía:

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  • VIÑAS, Ángel (ed). En el combate por la Historia. Pasado y Presente ,  Barcelona 2012.

José Miguel Hernández López. Barcelona.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Octubre 2020.