
El hierro dejó de agredir a la vetusta tierra. Eran aproximadamente las 11 de la mañana y el sol ya picaba en la piel, el sudor caía a borbotones por la frente y algunos goterones se deslizaban, suaves y delicados, por la nuca hasta manchar el cuello de la camisa. Horas antes, los arqueólogos habían tomado los primeros sondeos de la tierra, pruebas preliminares antes de reiniciar el trabajo donde se dejó el día anterior. El jefe de la Campaña, Pablo Matthiae, observaba sentado bajo una sombrilla de color blanco palo un fragmento cerámico. Miró su reloj de muñeca para comprobar la hora exacta; a las 11:30 tenía pensado detener el frenético trajín que todas las mañanas se produce en Tell Mardikh, pero no le dio tiempo a dar la orden, un barullo se organizó alrededor de un sector muy concreto de la excavación. Paolo levantó la vista y observó que los picos y las palas habían cesado; comprobó la hora, aún no eran las 11:30. Se levantó de su asiento, dejando sobre la mesa la pieza cerámica y se dirigió al lugar donde se había formado el barullo. Unos cuantos curiosos se hicieron a un lado casi de forma sumisa, como si predijeran algún mal antiguo, cuando vieron el porte de Matthiae que, acercándose a la cata, distinguió una piedra con unos extraños símbolos. Procedió a la debida documentación: dibujo el sector, tomo fotos, unos técnicos escribieron lo que el director de la excavación les dictaba. Esa mañana de 1968, cuatros años después de que comenzaran las excavaciones en Tell Mardikh, el equipo de la Sapienza había dado con la clave que desvelaría los secretos de ese montón de tierra y sedimentos apisonados por el tiempo y las fuerzas naturales y, también, una clave que según aseveró tiempo después Giovanni Pettinato: “Nos está obligando, a nuestro pesar, a modificar radicalmente las reconstrucciones históricas que los estudiosos habían hecho hasta ahora, al menos en lo que respecta al III milenio”.
Tell Mardikh es Ebla
Tell Mardikh no es como el resto de tell situados sobre la llanura siriaca, sus 56 hectáreas de superficie pueden divisarse a varios kilómetros de distancia, desde el coche, sin necesidad de mecanismos que aumenten las capacidades visuales. Por eso, los primeros investigadores italianos se preguntaron cómo era posible que tremenda estructura no despertara el interés de algún avieso orientalista. Para Paolo Matthiae estaba más que claro que se ocultaba algo de dimensiones considerables, como nos refleja en la primera gran obra que publicó sobre el yacimiento: Ebla, un impero ritrovato. Aparte, la forma trapezoidal denota la intervención humana, bien sea porque los sedimentos se acumulen sobre una estructura regular y el mismo peso del sedimento sobre la roca provoque formas geométricas, o bien porque ya se han producido ciertos trabajos de acondicionamiento o extracción en la superficie del tell. En el caso de Tell Mardikh, en la estructura no hubo intervención humana profesional, sino la de furtivos que, descuidados ellos, dejaron sobre la superficie terrosa huellas en forma de agujeros de sus escarceos nocturnos. El hecho de que unos profanadores se hayan interesado por el yacimiento en varias ocasiones, denota que bajo la tierra se esconde algo de dimensiones importantes, porque, generalmente, las personas que se dedican a tremendos atentados contra la historia son de la región y conocen los relatos populares que se cuentan sobre las diferentes montañas sedimentarias. Sin embargo, Matthiae no estuvo seguro del todo hasta que no realizó el primer trabajo de prospección sobre la superficie del tell y visitó en 1962 el Museo Arqueológico de Alepo donde descubrió “una monumental y casi intacta pileta basáltica esculpida que hallaron unos campesinos”.
Las excavaciones comenzaron dos años después; nada tuvieron de decepcionantes y mucho dieron de qué hablar en el mundillo académico: “Volviendo a la prospección de superficie realizada en 1964, la misión constató muy pronto, basándose en la cerámica, que el tell debía de haber tenido una historia muy larga, pues había sido ocupado, aunque no de forma homogénea, desde los periodos prehistóricos hasta el siglo séptimo de nuestra era”, pero el premio gordo, el descubrimiento que todo arqueólogo quiere hacer una vez en su vida se encontraba en los estratos correspondientes al Bronce Antiguo IV A.
Los años se sucedieron y gracias a la resistencia de la piqueta comenzaron a emerger una serie de estructuras entre templos, puertas monumentales, estancias de palacios, etc. Muchas construcciones salían a la luz, pero ninguna que diera nombre al yacimiento. Durante cuatro años, excavaron a oscuras, sin saber a qué cultura pertenecían esos zócalos de piedra. Los primeros estudios advirtieron la posibilidad de que fuera un asentamiento sumerio, sin embargo, pronto se desechó este planteamiento, pues, aunque la influencia sumeria es más que evidente, también lo son los motivos urbanísticos autóctonos. Además, una vez traducidas algunas tablillas, los nombres reflejados en la arcilla pertenecían a culturas muy diferentes.

El misterio no se desveló hasta 1968, cuando las piquetas desenterraron en la acrópolis, concretamente en el sector G, una estatua de bulto redondo de 54 cm de altura con una serie de inscripciones. La inscripción votiva la tradujo Giovanni Pettinato, por aquel entonces un joven experto en lenguas semitas con tanta brillantez como carácter. La inscripción, situada en la cara frontal de la estatua, reveló datos muy interesantes. El primer nombre que aparece citado es el de la diosa Isthar, “la diosa más popular y prestigiosa del panteón semítico”. Nos indica que la diosa del amor y la guerra era una deidad principal en la Siria del III milenio a.C. El segundo nombre que nos viene citado es el de Ibbit-Lim y, ahora sí se avecina lo importante, “el rey de la estirpe eblaíta”. Eblaíta, gentilicio de Ebla; además, la inscripción más adelante lo confirma: “(Isthar) se manifestó en Ebla”. Pero las intrigas no terminaron en este punto, porque todavía quedaba por determinar quién era este Ibbit-Lim; Pettinato consideró lo siguiente: “Hay que preguntarse, además, si la fórmula de datación, en la que se menciona la manifestación de Isthar, no ha de relacionarse con la toma de poder del soberano Ibbit-Lim (…). Si esta hipótesis resulta acertada, podríamos concluir que Ibbit-Lim es el fundador de la dinastía, y que el octavo año del que se habla en la inscripción corresponde al octavo año de reinado”. Conclusión pettinata: “Ibbit-Lim sería, entonces, el primer soberano del Bronce Medio I, después de un periodo de sumisión de la ciudad a los soberanos de Ur”. Aunque el epigrafista dató la inscripción alrededor del 2000 a.C, su compañero de campaña Paolo Matthiae no coincidía con las cifras expuestas y se decantaba por una fecha que, así lo afirmó él, era más prudente: 2150 a.C.
Rendecillas académicas aparte, mientras el mundo se revolucionaba y los jóvenes salían a las calles a exigir mayor libertad, en Siria, a 55km de Alepo, un grupo de arqueólogos italianos dan nombre al descubrimiento arqueológico del siglo XX: Ebla.
Un palacio suntuoso
La mayor preocupación de los italianos se había resuelto. Es cierto que el nombre fue el primer rompecabezas eblaíta a resolver y que nuevos retos más complicados- aún no determinados- siguen poniendo en jaque a las brillantes cabezas académicas. Desde las fechas y pasando por la forma de gobierno, todo está por concretar en Ebla, y el Palacio Real, la construcción mejor conocida, no iba a tener menor protagonismo. Hay varias teorías sobre los usos del palacio, la datación y la compartimentación, motivo por el cual, para que el texto no se convierta en una aburrida tesis doctoral, voy a exponer la teoría más aceptada por los expertos- básicamente la establecida por Matthiae.
La cultura urbana eblaíta comienza aproximadamente entre el 3500-3000 a.C. En las construcciones podemos observar, como he dicho antes, la influencia de diferentes culturas urbanísticas, con cierto predominio de los modelos autóctonos y los importados desde el sur de Mesopotamia, a través de las avanzadillas económicas que los sumerios construyeron retomando las cuencas de los ríos Éufrates y Tigris. Dentro de este contexto cultural, se sitúa el Palacio Real, un gran edificio monumental que silenció las bocas críticas que negaban la existencia de suntuosidad arquitectónica en la zona. El Palacio Real blasona ser el primer gran edificio monumental construido en el territorio sirio. Además, era la clave del poder eblaíta- en realidad en época antigua todos los palacios son centros de poder político, económico y algunos religiosos.
Los especialistas coinciden en datar la construcción del palacio entre los años 2400-2350 a.C. Fue catalogado como Palacio Real en 1973, previamente se habían descubierto algunas de sus estancias, pero las piezas no eran suficientes para reconstruir el rompecabezas. Se sitúa en la zona alta de Tell Mardikh, en la acrópolis, extendiendo su construcción hacia las pendientes meridionales y occidentales. Los arqueólogos creen que sus dimensiones se aproximan a los 10.000 m2, aunque no ha sido, según los últimos datos que manejo, excavado en su totalidad.
El Palacio Real, grosso modo, se puede dividir en tres partes: Complejo central, Distrito administrativo y Distrito meridional. A cada sector se le presupone una función diferente, siendo el Complejo Central- en lo más alto de la acrópolis- los apartamentos reales y lugar de recepción; el Distrito Administrativo, adyacente al Patio de Audiencias, centro neurálgico de los procesos administrativos; y el distrito meridional posible vivienda de funcionarios de alto cargo. El recinto palatino está rodeado por un muro que en su momento se estima que disponía de entre 12 y 15 metros de altura. Cuenta en su parte frontal con una puerta monumental que da paso al “Patio de Audiencias”, un rectángulo porticado de 50 m2 de longitud.
La datación del Palacio Real ha suscitado muchos debates, generalmente todos dirigidos a los argumentos contrapuestos expuestos por Pettinato y Matthiae. Para el arqueólogo, el palacio debe datarse entre los años 2400-2300 a.C. debido a un ungüentario contemporáneo a Pepi I (IV dinastía faraónica, Reino Antiguo). Pettinato, por su parte, defiende una datación anterior: 2500-2400 a.C. El filólogo argumenta que en el mismo extracto donde se encontró el ungüentario, los arqueólogos también hallaron un cartucho de otro faraón de la IV dinastía anterior a Pepi I. El cartucho pertenecía a Kefren. También, sostiene que hay anteriores construcciones a las del Palacio Real, estructuras cronoligizadas entre los años 2900-2700, simiente de la construcción debatida. Respecto al primer argumento, Pettinato no tiene en cuenta los movimientos de tierra que se producen en los yacimientos bien por la misma acción de hendir la superficie, bien por los movimientos naturales de la tierra. Por otro lado, la planimetría que presenta Matthiae en sus estudio Ebla, un impero ritrivato concuerda mayoritariamente con los materiales encontrados por en el extracto, es decir, el resto de cerámicas localizadas en el mismo estrato que el ungüento de Pepi I coinciden cronológicamente entre sí, cosa que no se da si comparamos el material cerámico con el cartucho. En suma, Pettinato erró con sus conclusiones, porque no tuvo en cuenta el contexto del yacimiento y se centró para argumentar su tesis en la anécdota.
Descubrir Ebla y su palacio ha tenido importantes repercusiones en el ámbito académico. Muchos de los libros que se tenían de referencia para el estudio del Próximo Oriente Antiguo, como Roux, se han quedado obsoletos ya que no incluyen el reino de Ebla. De todas formas, los manuales de historia deben revisarse de arriba abajo para incluir las nuevas teorías que hacen tambalear muchos de los sólidos argumentos que había sobre las formas políticas, económicas, sociales y religiosas del III milenio a.C. Quien iba a decir que la planicie desértica albergaría una joya insoslayable.
Bibliografía:
- Pettinato, G. (2000): Ebla, una ciudad olvidada, Editorial Trotta, Madrid.
- Matthiae, P. (1970): Ebla, un impero ritrovato, Einaudi editore, Turín.
- Matthiae, P. (1995): Ebla, la città rivelata, Torino.
David Valiente Jiménez. Madrid
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Octubre 2020.