El escenario y las letras – por David Valiente

Hace unos meses, cuando aún presumíamos de no haber sido infectados por ningún virus, acomodé mis nalgas en una de las butacas carmesí del Teatro EDP de Gran Vía, para ver el musical de Ghost que, por aquel entonces, se posicionó como uno de los favoritos del público. El talento de los actores era asombroso, pero lo eran aún más los efectos especiales, muy similares a los empleados en la película. Asimismo, el asesinato de Sam, protagonista de la obra, me produjo estupefacción y alentó unas palabras a modo de susurro: “la novela está muriendo”. ¿Cómo era posible que el actor estuviera tirado en el suelo y a la vez de pie contemplando, como en la película, su propio cadáver? “Difícilmente podrá superará una novela esto”, pensé al terminar la escena.

Según el informe que realiza todos los años el Ministerio de Cultura y Deporte sobre el consumo cultural, del año 2007 al año 2015 la lectura de libros ha subido un 4,5%, mientras que el consumo de artes escénicas solo experimentó una subida de un 0,9%. Pero si revisamos los datos ofrecidos por el Ministerio el año pasado, observamos un crecimiento del 3,6%, crecimiento muy por encima del experimentado por el teatro que tan solo aportó 0,9% más de visitas. Son datos bastante alentadores para quienes amamos la palabra escrita, parece que la novela cuenta con el enganche suficiente para seguir sumando lectores a la lista.

La pandemia nos ha hecho más lectores, al menos durante los meses confinados en casa. Sin poder salir a la calle, la televisión y el móvil no han podido cubrir todas las horas ociosas que ofrecía el día, las personas han buscado nuevas formas de no morir asqueados entre sus cuatro paredes. ¿Y qué mejor manera que perderse en las vigorosas novelas de Dumas padre o en los delicados y contundentes renglones de los poemas de Miguel Hernández? Además, muchas editoriales permitieron descargar algunas de sus publicaciones gratuitamente. Peor suerte corrieron las artes escénicas, los cines y los museos, actividades todas que requieren salir de casa y desplazarse a un recinto que, generalmente, está atestado de personas desconocidas.

Sin duda, corren malos tiempos para las artes escénicas y todas las actividades que requieran un barullo de gente. Sin embargo, las crisis pasan y los tetaros abrirán sus puertas como lo hacían antes de la pandemia, las empresas retomarán la agenda cultural y las personas degustaremos, de nuevo, con nuestros ojos las maravillas interpretativas. Y en este punto, la literatura debe presentar respeto, porque la palabra no ha ganado la guerra a la imagen, ni mucho menos. A grandes rasgos: las sociedades cambian- y con la crisis vivida, mucho más- y buscan nuevas formas de expresar sus inquietudes, deseos y sentimientos. Parece que la tecnología ofrece un nuevo vergel creativo, donde la novela tiene pocas posibilidades de explorar si lo comparamos con las artes escénicas. Por otro lado, el desempeño tecnológico encaja, como las piezas de un puzle, con nuestra forma de vida rápida y hedonista; la novela requiere mucho más tiempo y energía, y las retribuciones deben hacerse esperar. Además no olvidemos que nuestro sistema educativo no invita, precisamente, a entender la lectura como ocio, es más, cada vez contamos con menos jóvenes (entre los 7 años y los 15 años) potencialmente lectores. Así que, con prudencia, sigamos amando las letras y aprovechemos la situación de crisis actual para cambiar el panorama cultural y permitir a todas las formas de expresión artísticas un espacio y, por supuesto, un público.

David Valiente Jiménez. Madrid.

Cartas de los lectores. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 6 Septiembre 2020.


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