
Predecir los síntomas que, a corto o a largo término, como país padeceremos debido a la actual pandemia, no es una tarea baladí. Mucho ha cambiado ese paisaje heterogéneo y multicultural de nuestras costas, las mismas que tan solo hace un verano lucían repletas de guiris y que ahora, han de contentarse con recibir visitas de ciudadanos de la zona. O, con un poco de suerte, de la comunidad autónoma de al lado. De hecho, si reparamos un momento en el gesto cansado de esa camarera que tenemos en frente y que lleva unos cuarenta minutos ordenando y desordenando números en un viejo cuaderno de lo que parece ser las cuentas de su negocio familiar, podremos hacernos una ligera idea de lo próximo que tenemos los fantasmas de esta nueva realidad (por mucho esmero que pongamos en mirar a veces hacia otro lado): que no José, que no vale la pena, que hay que cerrar -le escucho decir resignada a su marido sosteniéndose la frente con la mano derecha-.
Y es que, por mucho que a algunos nos irrite el boom de las chanclas con calcetines en el paseo marítimo verano tras verano -moda ridícula a la par que espantosa, sin lugar a dudas-, lo cierto es que el sector turístico es uno de los pilares más importantes que sostiene nuestra economía desde hace tiempo. ¿Pero desde cuándo exactamente?
EL 21 de julio de 1959 se culminó un nuevo rumbo para la economía española con el Plan de Estabilización y liberalización que implicó el abandono de la autarquía, la liberalización de la economía y la devaluación de la peseta. Un rumbo que, en cierta manera, ya había iniciado su trayecto con Los Pactos de Madrid el 23 de septiembre de 1953 entre Estados Unidos y España. Este plan significó una nueva política económica que dejaba al descubierto las lagunas de la anterior (1940): la imposibilidad de un crecimiento económico sin la involucración de la economía exterior; bien fuera en el ámbito tecnológico, materias primas, bienes de equipo, etc. o, en otras palabras, sin la integración en el sistema capitalista occidental liderado por Estados Unidos.
Así, España inició su andadura en el turismo internacional como una nación de segundo orden. No obstante, su protagonismo en el mercado turístico no tardó en llegar durante los años 60, época en la que España se convirtió en uno de los destinos preferidos para los extranjeros y se consolidó como potencia turística. Durante estos años, el turismo exterior (con origen en la Europa industrializada) llegaba como una gran oleada veraniega que inundaban las playas de nuestra costa mediterránea, así como las Islas Baleares y Canarias. Esto se tradujo, por una parte, en un notable crecimiento demográfico durante las campañas de verano, con cifras que superaban casi a la población española en los años setenta. Por otra parte, tuvo una gran repercusión a nivel social, económico y político para un país que vio cómo sus costumbres comenzaban a europeizarse o, dicho de otro modo, a modernizarse.
Sin embargo, es importante comprender que el peso de este boom turístico no solo recayó en las décadas de 1960-1975 sino que sus efectos colaboraron a regenerar la economía de los años anteriores. Así, la implantación y el desarrollo del modelo turístico fue un paso clave para la supervivencia financiera del régimen franquista. Pero ¿estaba aquel verano de sol y playa al alcance de todos los españoles?
Pues bien, la mejoría de la situación económica en España ciertamente facilitó el acceso a bienes que tan solo una década atrás (1950) eran prácticamente impensables para el bolsillo del español medio: los electrodomésticos, el uso generalizado del automóvil en las grandes ciudades, el televisor y, como no, las vacaciones en la costa.
Además, este despegue económico favoreció a la aparición y el desarrollo de las clases medias, fenómeno desconocido en el régimen franquista hasta entonces puesto que socialmente el país se encontraba divido por una clase alta y por una clase baja (mayoritaria).
Ahora bien, pese a las evidentes mejoras económicas de los años 60-70, no debemos olvidar que en esta época no todo fueron luces sobre el camino en el sector turístico y que en las ganancias se esconden sombras que actualmente todavía arrastramos: el deterioro medioambiental, la destrucción del paisaje o la masificación, por ejemplo. Por lo tanto, debemos intentar no pecar de triunfalistas e intentar hacer una valoración ecuánime de cuáles fueron los beneficios reales que trajo el turismo. De este modo y de acuerdo con el Prof. Rafael Vallejo, podemos decir que el turismo español durante la época franquista y, concretamente, durante los años del desarrollismo económico tienen mucho de bendición, pero también tienen mucho de plaga.
Bibliografía:
- Correyero, Beatriz: La propaganda turística española en los años del aislamiento internacional, Universidad Complutense de Madrid, 2003.
- Vallejo, Rafael: «Turismo y desarrollo económico en España durante el franquismo, 1939-1975», Universidad Pablo de Olavide Carmona (Sevilla)
Silvia Company de Castro. Barcelona.
Colaboradora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Agosto 2020.