El coronavirus es una problemática que afecta a todos los continentes, países y regiones sin excepción. A pesar de que cada lugar está influido por determinadas condiciones, todos ellos tienen un enemigo común, el virus.
Esta pandemia ha supuesto una crisis sanitaria y económica que ya ha comenzado a causar múltiples estragos y esta nueva realidad ha provocado un gran impacto en la sociedad. El día a día de las personas cambió por completo debido al confinamiento y no solo por la ansiedad o insomnio que causó en algunos, sino por la búsqueda común de un ocio alternativo para llevar mejor el encierro. Mientras que algunos se reinventaban haciendo manualidades o probando nuevas recetas de cocina otros redecoraban su habitación o creaban un pequeño gimnasio en casa. Pero lo que triunfó totalmente fue la compra por internet y las redes sociales, ya que, según el INE más de 34 millones de usuarios compraron por internet durante el confinamiento. Y según una encuesta de Statista casi el 50% de los encuestados se unió a Instagram durante el encierro obligatorio.
Así pues, una de las polémicas relacionadas con las tecnologías surgió cuando el gobierno anunció que rastrearía los teléfonos móviles mediante la geolocalización para determinar la movilidad territorial de las personas. Aunque más tarde se aclaró que se rastrearían 40 millones de teléfonos pero que los datos serían anónimos y no serían de uso policial, sino estadístico para el estudio del INE llamado DataCOVID. Pero, esto creó un gran dilema entre seguridad y privacidad, ya que, algunas personas se mostraban disconformes ante tal decisión poniendo por encima su privacidad. Otros en cambio, como el profesor Borja Adsuara en una charla de OdiseIA, el Observatorio del Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial en España afirmaba que no utilizar los datos para frenar la pandemia sería una irresponsabilidad. A pesar de este debate, las redes sociales han seguido en auge, ya que, se convirtieron en el mejor medio para contactar con amigos y familiares.
Todos estos factores han influido en las relaciones sociales que han cambiado por completo. Durante el confinamiento las quedadas se limitaban a verse por videollamada y conforme se ha ido avanzando de fase los reencuentros han sido con mascarilla y evitando el contacto físico. Shelley Taylor, socióloga estadounidense y ganadora del premio BBVA “Fronteras del Conocimiento de Ciencias Sociales”, explicó en una entrevista que esta falta de contacto físico es un problema para la salud, ya que, como seres sociales los humanos necesitan apoyo social. También vaticinaba que si el virus fuese algo permanente las personas cambiarían sus relaciones sociales, es decir, reducirían su círculo a las personas más cercanas y el contacto virtual aumentaría. Pero tras pasar de fase y con la nueva normalidad presente, algunos ciudadanos no han cumplido las medidas de seguridad, sino que han tenido contacto con otras personas y sin mascarilla lo que ha aumentado considerablemente los rebrotes.
Concretamente en España hay 560 brotes y la cifra de infectados supera los 300.000. El agobio que ha supuesto la pandemia y dichos rebrotes han dado mucho qué pensar, pues sólo en el 30% del territorio español se agrupa el 90% de la población. Muchos han reconsiderado sus vidas y según el Idealista solo en las 3 primeras semanas de confinamiento las búsquedas de viviendas en capitales han disminuido 5 puntos que han ido a parar a otros municipios más pequeños. Además, el Idealista explicaba que la cuarentena ha hecho reflexionar a un gran número de españoles, que se han mostrado descontentos con su actual casa y han buscado otras en lugares menos céntricos, con más metros cuadrados y con jardín e incluso con mejor iluminación.
Esta nueva situación quizás sea un buen momento para replantearse el sistema económico, ya que, en 2017 el 74% del PIB español se situaba en el sector terciario o de servicios mientras que solo un 3% en el sector primario o agrícola. Con el turismo tambaleándose por el COVID-19, la adquisición de productos básicos centrada fuera del país y los ERTE, los ciudadanos están presentando más candidaturas a los puestos de trabajo del sector agrícola. Estos son algunos de los factores que podrían influir en que se produjese este éxodo urbano, pero otras circunstancias como las pocas infraestructuras tecnológicas del campo, entre ellas, la conexión a internet, serían un impedimento para los posibles nuevos ciudadanos.
Todavía es pronto para ver si se cumplen estas predicciones, pero lo que está claro es que la vida de los ciudadanos ha cambiado por completo, tanto por la pérdida de poder adquisitivo como por las nuevas costumbres y horarios. El futuro es incierto, pero habrá que seguir analizando cómo de manera natural los españoles buscan seguir manteniendo el estado de bienestar adaptándose a las nuevas circunstancias.
Andrea Navarro Ballesteros. Castellón.
Colaboración. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Agosto 2020.