La Peste: la epidemia de la Edad Media – por Diana Cabello

El triunfo de la Muerte, óleo de Pieter Brueghel el Viejo - Wikimedia Commons

De todas las epidemias que han existido y mermado la población a lo largo de la historia, fue en la Edad Media cuando tuvo lugar la mayor y más famosa de las epidemias, la peste propiamente dicha. La peste negra del siglo XIV asoló Europa. Pero éste fue el segundo brote, aunque más virulento que el primero, la conocida plaga de Justiniano que apareció entre el 541 y el 543.

Hoy sabemos que la plaga de Justiniano fue provocada por la misma bacteria que la peste, por lo que se trató también de peste negra. Fue traída desde Etiopía al puerto egipcio de Pelusio por el Mar Rojo, y de allí a la capital, Constantinopla, propagándose por todas las rutas comerciales del Mediterráneo al resto de Europa. Según Procopio, se estima que murieran 4 millones de personas aproximadamente.

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En aquella época, lógicamente, había un profundo desconocimiento sobre su origen, aunque los diferentes médicos y filósofos disertaron sobre ello.

Algunas de esas teorías pasaban por culpar al aire corrompido por la descomposición de la basura orgánica, algo que sin duda era gran culpable de la falta de higiene e insalubridad de las ciudades medievales, dado que eso mismo era lo que atraía a las ratas cuyas pulgas transmitían la enfermedad, así que no andaban desencaminados, pero efectivamente no era la causa directa. En la Sorbona creían que era por los eclipses y alineaciones planetarias… El Dr. Alfonso de Córdoba estimaba la causa en los gases infernales que se liberaban al ambiente a través de una falla geológica abierta tras un terremoto. Otra teoría decía que era por mirarse a los ojos, el clero siempre argumentaba que era un castigo de Dios por los pecados de la humanidad… Pero en verdad, en la Edad Media era imposible que supieran, dado que no tenían microscopios y eran muy escasos sus conocimientos en bacteriología. La peste era provocada por la bacteria Yersinia pestis, que afectaba a las ratas y pasaba a los humanos a través de la picadura de sus pulgas. Se trata por tanto de una zoonosis, una enfermedad animal que traspasó los límites especistas e infectó a los seres humanos.

La peste podía tomar tres formas: bubónica, en la que las bacterias entra en la piel por la picadura de la pulga de la rata y viajan a través del sistema linfático, provocando la inflamación de los ganglios linfáticos que cursaba con dolor, en axilas, cuello, ingles, etc. las bubas o bobones, de ahí lo de bubónica; neumónica, las bacterias entran en la persona a través de la respiración de una persona infectada y se depositan en los pulmones provocando una fuerte neumonía con tos y expectoración de sangre; o septicémica, donde las bacterias pueden provenir de una picadura de pulga o una herida abierta que entra en contacto con sangre infectada y viaja a través del cuerpo a través de la sangre, ésta es la que hacía que las extremidades tomaran ese color negruzco. La neumónica es quizás la más fatal de las tres formas, siendo la bubónica la más común, tanto en el pasado como ahora. La septicémica es relativamente rara. La Peste Negra fue en gran medida la peste bubónica.

Los síntomas podrían aparecer tan pronto como 24 horas después de la exposición o incubarse entre unos 16 a 23 días, y sus síntomas, además de los descritos, eran principalmente fiebre, pero también jaquecas y fatiga.

En el siglo XIV, una vez aparecieron sus síntomas, no había casi nada que nadie pudiera hacer para curarlos, pues no solo estaban lejos de conocer su origen, sino que el remedio más inmediato está en los antibióticos como la ciprofloxacina o la gentamicina, desarrollados a mediados del s. XX, y que en cualquier caso, el primer antibiótico se desarrolló a principios del mismo siglo. El tratamiento también incluye administración de oxígeno y sueros intravenosos.

La enfermedad se debía tratar en las primeras 24h desde la aparición de los síntomas porque, más allá, el riesgo de muerte aumenta. Además, las personas enfermas con la neumótica debían estar alejados del personal cuidador -que debía tomar medidas de protección como mascarillas, pantallas y buzos- y, por supuesto, de otros pacientes y personas sanas pues era tremendamente contagiosa. Con todo lo dicho, se antoja imposible que en la Edad Media hubieran tenido una mínima posibilidad de cura o erradicación, más allá de los intentos de contención con el cierre de ciudades, lo cual tampoco resultó muy efectivo. Cabe mencionar que tenía un índice de mortalidad altísimo, sin tratamiento como fue el caso, éste estaba entre 30 y el 65% de la población.

A nivel histórico, cuándo y dónde se originó

Parece que sus antecedentes se sitúan en el fragor de la batalla del sitio de Caffa en Crimea por parte de los tártaros en 1347. Pero antes de eso, se originó en China, pasó a Asia central dominado por los mongoles y desde ahí llegó a Europa por las rutas comerciales como la de la seda, principalmente. Y así, el primer lugar infectado es Caffa que sufrió un duro asedio por parte de los mongoles. Una de las teorías que se popularizaron fue que éstos catapultaron al interior de la ciudad cadáveres infectados con peste negra, lo cual provocó el contagio en sus habitantes, cosa que ocurrió pero que hoy sabemos que no fue la causa directa del contagio; otra de las teorías es la propagación por soldados enfermos, los cuales solo podrían haber contagiado la neumótica, como ya hemos visto, pero la que se sufrió en mayor medida fue la bubónica. Pero en la realidad, y como ya sabemos, el foco está en las ratas. Las ratas venían en los barcos y caravanas y lo tenían muy fácil para sortear las murallas y adentrarse en las ciudades buscando comida. Y a partir de ahí se expandió. Los comerciantes genoveses que estaban en Caffa se llevaron las ratas infectadas en sus barcos a Constantinopla, Alejandría y Sicilia, cuando llegaron a Génova ya se sabía que traían la peste, por lo que no les dejaron atracar, así que se fueron a probar suerte a los puertos del sur de Francia como Marsella y el levante español. Y ya, una vez que fueron atracando en ellos, la peste prácticamente voló al resto de Europa; solo países como Islandia o Finlandia no sufrieron la epidemia.

Es difícil saber el número de víctimas mortales que dejó la peste, y según los datos y estudios que se vean, las cantidades varían, donde parece que sí hay consenso es en establecer que murió el 60% de la población, aunque hay quienes afirman que ese dato solo es aplicable a las zonas extremadamente pobladas y grandes ciudades, donde la peste azotó con mayor virulencia, dejando la mortalidad general entre el 30 y 40%. En cualquier caso, las ciudades tardaron cerca de 200 años en recuperarse demográficamente, y ciudades como Florencia, no lo lograrían hasta el siglo XIX.

La catástrofe demográfica provocó importantísimos cambios no solo demográficos sino económicos, dado que la economía se vio obligada a retroceder ante la falta de mano de obra que obligó a subir los salarios; otras consecuencias que tuvo fue que además de que el comercio retrocedió, se abandonaron las ciudades cuyos habitantes huyeron al campo. Esta enfermedad afectó a todos los estratos sociales ya que también murieron reyes y nobles, lo cual el sistema feudal comenzó a desmoronarse y el poder nobiliar decreció en favor del poder del rey. Los campesinos más pobres vivieron una mejoría en su nivel de vida dado que al quedarse en el campo se hicieron cargo de más tierras.

Cabe mencionar que tanto el clero como la nobleza se opusieron a la migración del campo a la ciudad y a la subida de salarios, cosa que provocó cuantiosas rebeliones por parte del pueblo.

Una consecuencia de la peste que se observó fue a nivel de las mentalidades haciendo surgir la idea del carpe diem (vive el momento), una clara exaltación de los placeres terrenales ante la brevedad de la vida, así como el auge de un nuevo movimiento ideológico como el antropocentrismo, que cristalizaría en el primer Renacimiento.

Una última consecuencia, a nivel social, fue que se culpó de todo a la sociedad judía, a la que se acusó de envenenamiento de pozos, puentes y calles levantando numerosos pogromos al usarles como chivo expiatorio hasta que el papa Clemente VI promulgó una bula exculpándoles.

Se estima que murieron unos 25 millones de personas. Toda una pandemia que afectó a Europa Asia y África. Hubo otros brotes, pero afortunadamente no tuvieron la virulencia que tuvo ésta; éstos fueron en Italia y Alemania en el siglo XVI y en Inglaterra y Viena en el siglo XVII, pero como la del siglo XIV, ninguna.

El triunfo de la Muerte, óleo de Pieter Brueghel el Viejo

Bibliografía

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  • Benedictow, Ole J.: La Peste Negra, 1346-1353: La historia completa. Ed. Akal, Madrid, 2011.
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  • Mitre, Emilio: Fantasmas de la sociedad medieval: enfermedad, peste, muerte. Ed. Universidad de Valladolid, Valladolid, 2004.

Diana Cabello Muro. Navalmoral de la Mata, Cáceres.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Junio 2020.