Cuando No es para tanto – por Silvia Company de Castro

Al principio, todos negamos su llegada. Como esa visita que se piensa imposible y, sin embargo, un día sin previo aviso te encuentras con su sombra doblada en tu portal dejando caer pesadamente su dedo índice sobre el telefonillo cuando la cena todavía está a mitad camino.  Y encima, claro está, ahora tendrás que invitar a esos impresentables a quedarse con ese tono farisaico que se te instala en la garganta cuando dices cosas que ni siquiera tú misma compartes. 

“No es para tanto” me dirían alguno de ustedes en este caso. “Tan solo se trata de compartir una porción de tortilla de patatas de dudosa calidad”. Añadirían como coletilla final otros tantos. Pero permítanme que les aclare que no comprenden la gravedad del asunto. Lo cierto es que ya no puedo confiar más en esas palabras. Al menos, en esas cuatro palabras juntas. Es como si su significado estuviera envuelto por una enorme nube tóxica que entumeciera mis sentidos.  De hecho, si antes encontraba en ellas el disfrute de una placentera revelación que anestesiaba por unos instantes cualquier hiriente preocupación, ahora más bien producen el efecto contrario.

Y es que desde que comenzó esta pandemia no he dejado de topármelas por todas partes. En las bocas de metro, haciendo zapping en el sofá, en la cola del supermercado, hasta una vez las vi salir de la boca de mi madre. Así, como si nada. Pero lo que es aún peor sin ninguna duda es que me he sorprendido a mí misma utilizándolas. Como si el pronunciarlas bastaran para aniquilar a ese bicho que está ahí afuera acampando a sus anchas y que ansía el mínimo desliz que cometamos.

Supongo que, de alguna forma u otra, en este confinamiento todos nosotros hemos ido construyendo con esas cuatro palabras una nueva realidad donde sentirnos a salvo. Seudoprotección creo que lo llaman los expertos.  Así, cuando somos testigos directos de un acto o actitud más que punible a la par que preocupante, no tarda en salir esa vocecilla consoladora (aún no sé muy bien de dónde) que junto a dos palmaditas en la espalda sus sílabas nos retumban acompasadamente ese “no-es-para-tanto”

¿No es para tanto? Pues bien, aceptemos de una vez por todas que sí, que esta vez, sí es para tanto. Que el confinamiento es un sendero arduo y largo. Que no es sencillo compaginar el teletrabajo con la vida familiar y que estás a una luz led de deshacerte del whatsapp porque no soportas ni un meme más. Quejémonos. Porque es humano y nos lo merecemos.  Seamos sinceros y admitamos de una vez por todas que esta situación nos pilló completamente desprevenidos (aunque eso sí, con una gran provisión de papel higiénico). Que a veces, no tenemos muy claro cómo reaccionar o cómo sentirnos pese a que el mundo de las influencers nos intente vender esta situación como un mundo que emana luz y purpurina a doquier. 

Responsabilicemos de lo que estamos viviendo para así comenzar por fin a negociar con el virus. Y no me refiero a una negociación física, sino más bien a una negociación de espacios. Y es que si hay algo de lo que estoy segura de que hemos aprendido durante este tiempo de histerismo colectivo es que quizá deberíamos concentrarnos más en esos pequeños placeres diarios y mantenernos alejados de ese foco negativo que, a veces, tan fácilmente cultivamos en el salón. Recordarse que existen ocasiones en las que desafortunadamente para nuestro ego sí, sí que es para tanto, pero en nuestra mano queda el aprender a distinguir lo importante de todo aquello que realmente es necesario.

Silvia Company de Castro. Barcelona.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Mayo 2020.