Pedro Sánchez en más de una ocasión ha establecido un paralelismo entre las crisis del coronavirus y sus consecuencias económicas con la última confragación mundial y sus consecuencias económicas. Yo mismo recogí sus palabras con el mismo convencimiento que es necesario un plan de recuperación económico de alcance europeo para paliar la crisis económica que -se nos asegura- se nos viene encima. En este artículo no voy a insistir mucho en el tema si no que voy a mostrar las similitudes y diferencias de ambas cuestiones. Empecemos por el principio. Durante la Segunda Guerra Mundial caían bombas y los soldados morían en los campos de batalla. Se estima que murieron entre 60 y 100 millones de personas. Había desabastecimientos y en el mejor de los casos racionamiento de alimentos. Durante la Postguerra el continente estaba destruido y lleno de columnas de desplazados. Se había ocupado media Europa y desaparecieron los estados de los vencidos. De Berlín hasta Normandía mandaban los aliados y de Berlín hasta Moscú los soviéticos. Este fue el escenario que quedaba definido por una Guerra Fría iniciada tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Ya sé que para muchos queda mal, pero ahora me cito a mi mismo:
“Restablecido el orden faltaba la reconstrucción. Los Estados Unidos pusieron en marcha desde 1948 el European Recovery Program, más conocido como Plan Marshall, un programa de recuperación económica a través de ayudas de más de 12.000 millones de dólares del momento. En Alemania se produjo lo que luego se conoció como el milagro alemán que levantó la economía progresivamente a los niveles anteriores a la guerra. Sin embargo, la Alemania del Este, nunca se recuperaría. Los países del -por entonces- «bloque comunista» tuvieron una suerte parecida. En una escala global en la Conferencia de Brenton Woods de 1944 «el mundo libre» dejaba atrás el proteccionismo, considerado uno de los factores de la guerra, y adoptaba una política librecambista que se consideraba la panacea «para mantener la paz», pero que indudablemente beneficiaba a la economía más importante en esos momentos. En Breton Woods se adoptó el dólar como moneda de referencia internacional y se decidió también la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Paralelamente, el 24 de octubre de 1945, 51 países firman la Carta de las Naciones Unidas, piedra angular de la homónima organización internacional en la que terminaran integrándose la mayoría de los países, en la que existe un Consejo de Seguridad del que son miembros, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, la Unión Soviética, y -posteriormente- China. Este es el contexto en el que dos viejos enemigos europeos, Francia y Alemania, deciden dejar atrás su pasado beligerante y pasan a cooperar.” [1]
La apuesta de los Estados Unidos fue la del American Way of Life y la de Europa occidental la del Estado del Bienestar traduciéndose ambos en un plan de rescate de las personas e inversiones estatales nunca conocido. No veo nada claro que los gobiernos de los países más ricos de Europa quieran apoyar algo similar cuando quieren imponer sus condiciones -que en la bancarrota griega supusieron recortes sociales, desregulaciones, y más liberalizaciones- a los países más necesitados de un plan de rescate económico. Nadie está hablando de derrochar a espuertas los ahorros de los alemanes. Pero digamos las cosas con propiedad apuntando que con media Europa en bancarrota pocos productos alemanes van a comprar los desposeídos. La interdependencia económica es tal que ningún país quedaría indemne. Tampoco veo que entre los gobiernos europeos se apueste por un plan de re-industrialización de alcance continental después de décadas de deslocalizaciones para transformar economías en las que el turismo es la fuente principal de ingresos. Algo que dicho sea de paso en su momento pareció lo correcto cuando a España se la obligo a prescindir de su supuesto deficitario tejido industrial en los primeros años de la democracia. En boca de todos era de conocimiento popular, fuera o no esto una verdad, que Europa quería que «España fuera un país de servicios». Muchos recordaran también las tres huelgas generales que le hicieron los sindicatos a Felipe González por la desregulación laboral.
Esto que cuento probablemente fue la cara menos amable de la integración de España en la Comunidad Económica Europea. El resultado finalmente no salió mal pero ahora que estamos en momentos de dificultades creo sinceramente que está demás que desde algunos países europeos se nos quieran dar lecciones de como debemos administrar nuestra economía cuando fueron ellos los que promovieron y avalaron nuestro modelo. Pero la crítica no puede quedarse en eso. La inversión en España, tanto pública como privada, no ha sido la adecuada. Es importante decir también que muchas empresas e inversores españoles han deslocalizado la producción industrial, ganando pingues beneficios en otras latitudes, y lanzando al desempleo a muchos compatriotas. En cuanto al valor añadido y la Investigación y Desarrollo que muchas empresas han mantenido en el país sigue siendo insuficiente. De ahí que quiero ver a todos estos demócratas de pacotilla a un lado y otro del Ebro invertir sus millones en nuestra patria.
Por lo tanto, el escenario que tenemos ahora, las consecuencias, y las decisiones que se tomaron fueron de unas proporciones que hoy no las veo. De momento estamos con anestesia en nuestra casa viéndolas venir. No sé si esperando para otoño la estocada final. Haciendo cábalas sobre lo que pasa. Lo único que sabemos del cierto es que hay un incremento importante de desempleados (en marzo estábamos en los 3.300.000 según la Encuesta de Población Activa) y unos cuantos millones más (entre los 2.500.000 y los 3.000.000 millones) en Expediente de Regulación Temporal de Empleo. Sabemos que el Turismo durante este año está tocado de muerte y con él todo lo que del mismo depende. Que muchos aún mantenemos la ilusión de retomar aquello que tenemos aplazado por las circunstancias. Continuando con la imagen del paciente: cuando nos lleven a planta veremos si tenemos alguna pequeña herida con puntos o si nos falta algún miembro. Veremos si el hueco que han dejado estos dos meses de paralización económica puede rellenarse o vamos a arrastrar las consecuencias durante años. Si la situación es tan grave y las consecuencias tan nefastas las decisiones y los consensos deben ser del mismo calibre. Todo lo demás es la España cainita que en forma de maldición parece que nos sigue acompañando. El mes que viene discutan de nuevo sobre Cataluña y la sobre la Guerra Civil: somos incorregibles.
Anotación:
- [1] Sánchez, Francesc (2019) Europa: un proyecto ilusionante.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Mayo 2020.