Genocidios y crímenes contra la humanidad: un recorrido sobre el pasado y presente cercano – por José Miguel Hernández

Prisioneros hambrientos, casi muertos de hambre, posan en un campo de concentración en Ebensee, Austria. Ebensee era un subcampo del campo principal 'Mauthausen' cerca de la ciudad del mismo nombre. Se dice que el campamento fue utilizado para experimentos "científicos". Fue liberado por la 80a División del Ejército de los EEUU - Wikimedia Commons

El día 4 de Abril de 1938 Franco decidía concentrar a 297 brigadistas internacionales en el recinto del Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) [1]. Los motivos eran variados: intercambio de prisioneros, cuidado de la imagen internacional y, también, facilitar a la Gestapo una serie de investigaciones: a través de una serie de cuestionarios los oficiales alemanes llevarían a cabo estudios sobre los niveles de inteligencia de los mismos, sobre sus intereses profesionales, sobre sus ideas políticas, además de diversas mediciones antropométricas. Los resultados, según los evaluadores, corroboraban la inmoralidad y el fanatismo de dicho conjunto de prisioneros y fueron aprovechados tanto por el gobierno alemán como por el español para llevar a cabo un tipo de acción política que justificaba la práctica de la represión como medida de profilaxis para salvar al país.

En nuestro caso, España, y mediante el adoctrinamiento religioso y patriótico para los adultos, al que había que añadir la segregación del ambiente familiar para los niños y niñas, el Dr. Vallejo Nájera [2] pretendía desarrollar una terapia cuyo objetivo era limpiar a nuestro país, recién salido de la Guerra, de todo aquello que era definido como inferior. De esa forma se evitaba el contagio con los enemigos, inferiores y causantes de la degeneración que, según los militares sublevados, había causado la implantación de la Segunda República en España [3]. Desde los inicios de la Guerra y, en la terrible posguerra, sólo se toleraría a las personas capaces de amar a la Patria, trabajando y luchando por ella. Los demás serían considerados un peligro que, mediante el trabajo y la redención de penas, podrían alcanzar a ser considerados españoles. Una cita de su libro “Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la Raza” [4] lo expresa con claridad: “Tiene la democracia el inconveniente de que halaga las bajas pasiones y concede iguales derechos al loco, al imbécil y al degenerado”.

Todo lo anterior constituye un preámbulo para la revisión de un capítulo muy triste de la primera mitad del siglo XX: la utilización de personas en provecho de intereses no precisamente ligados al progreso de la Humanidad. Es cierto que la investigación y experimentación médicas son necesarias para la mejora del bienestar humano, como ocurrió tras las dos guerras mundiales en la investigación sobre las enfermedades de transmisión sexual, pero, desgraciadamente, la Historia muestra cómo no siempre eso ha sido así.

En los campos de concentración alemanes [5] se utilizaron prisioneros para investigar sobre la supervivencia de los militares alemanes en condiciones extremas: qué efectos provocaban las variaciones de altitud en los aviadores militares, la exposición al gas mostaza en las tropas de infantería, la inmersión en agua helada para estudiar los efectos de la hipotermia en las tripulaciones de los buques de guerra, o los efectos del contagio de diversas enfermedades. También se llevaron a cabo experimentos de tipo genético en la búsqueda de la pureza racial, además del tratamiento de enfermedades infecciosas [6]. Curiosamente fue Alemania el primer país que promulgó unas normas éticas de investigación en 1931, las “Directrices para nuevas Terapias y Experimentación en Humanos”, que exigían que los sujetos participantes dieran su consentimiento [7]. Sin embargo, y con la llegada al poder de Adolf Hitler la situación cambió de forma radical [8], tal y como había previsto el doctor Julius Moses, muerto en 1942 en el campo de concentración de Theresiendstadt: “Todo lo que ha sido considerado hasta ahora como el precepto superior de la Medicina no será considerado como tal por los nazis. En su deseo de hacer una guerra contra los que no tienen valor ni esperanza y deshacerse de ellos, estos pacientes tendrán pocas posibilidades de salvarse, serán destinados a la aniquilación y el médico será elegido para esta tarea. El médico llegará a ser un asesino” [9]. Y así fue: en 1939 Hitler encomendó a Karl Brandt, su médico personal, que autorizase a ciertos médicos a deshacerse de diferentes tipos de enfermos. Se contó con la colaboración de diversas empresas [10] e instituciones con el fin de eliminar a pacientes con enfermedades psiquiátricas y discapacidades físicas. Definida como la Operación T4, entre 1933 y 1945 médicos y otros profesionales sanitarios participaron en la esterilización de parientes portadores de enfermedades genéticas y mentales, de niños y niñas con malformaciones físicas, además de otros factores como su condición religiosa, sus ideas políticas o su pertenencia a otros grupos étnicos [11]. Movidos por unas ideas delirantes en las que creían firmemente [12], y con un rasgo común definido por la perversidad y el desprecio hacia otros seres humanos, tuvieron la libertad y la ejercieron [13]: psicofármacos utilizados en las sesiones de tortura con prisioneros políticos [14], como la morfina, el bromuro de potasio o el hidrato de cloral, se utilizaron en los programas de eutanasia con personas sanas e inocentes. Todas ellas no dieron ningún tipo de consentimiento. De ahí al genocidio sólo había un paso [15].

Efectivamente, entre 1941 y 1945, se desarrolló el que se considera como el caso más importante de genocidio de la Historia del siglo XX [16]. Conocido con el nombre de Holocausto (Shoá, en hebreo) significó la muerte de seis millones de judíos [17] pero, también, de prisioneros políticos, asociales, homosexuales, integrantes de las iglesias católica y protestante. La Conferencia de Wansee (Berlín) en 1942 organizó y puso en marcha una decisión que estaba tomada mucho antes. La denominada “Solución Final” llevó a la muerte a millones de personas y, una vez más, los médicos tuvieron encomendado el papel de seleccionar a aquellas personas capaces de trabajar en las fábricas (hombres, fundamentalmente) mientras que el resto (mujeres, niños y ancianos) eran destinados a las cámaras de gas habilitadas en ellos. [18]

Sin embargo, Alemania no fue el único país, ni el primero, en legislar sobre estas cuestiones: en 1907, en los Estados Unidos, se promulgó una ley muy semejante a la alemana de 1933 [19], que permitía esterilizar a ciudadanos con esquizofrenia, epilepsia, alcoholismo, ceguera, incapacidad intelectual y deformidades físicas graves. También han de mencionarse los centros de experimentación japoneses durante la guerra chino-japonesa iniciada en 1937. Situados en zonas militarmente ocupadas, en ellos se experimentaba con inoculación de agentes patógenos (ántrax, herbicidas, pesticidas) para su utilización en la guerra biológica y el tratamiento de enfermedades infecciosas [20]. En los recintos de Zhong Ma Camp, Pingfang, Changchung y Nanking, un total de cerca de tres mil trabajadores y trescientos médicos japoneses utilizaron a prisioneros chinos, mongoles, coreanos y de diversos países occidentales en sus experimentos que incluían, como sus colegas alemanes, la vivisección. El resultado al finalizar la guerra fue la muerte, en los campos japoneses, de más de diez mil personas a causa de todo este proceso de experimentación.

Todo este conjunto de horrores derivó en una profunda reflexión a nivel internacional, semanas después de los juicios de Núremberg [21]. Fue en el marco de estos juicios donde se desarrolló el Juicio a los Médicos [22]: Tres oficiales y veinte médicos fueron juzgados por “crímenes contra la Humanidad, incluyendo los experimentos médicos en prisioneros de guerra y civiles de países ocupados de la propia población alemana” [23]. Algunos médicos alemanes se defendieron argumentando que los médicos estadounidenses habían hecho lo mismo [24]. En Diciembre de 1946 la ONU, en su Resolución 95, reconocía que los principios jurídicos que sustentaron el proceso a los responsables de la barbarie nazi formaban parte del Derecho Internacional en el nuevo orden político mundial.  Asimismo, en Agosto de 1947 se promulgó el Código de Núremberg [25], redactado por Leo T. Alexander (psiquiatra) y Andrew C. Ivy (fisiólogo) en el que se afirmaba que se habían cometido crímenes de guerra y contra la Humanidad, realizando experimentos médicos sobre ciudadanos, prisioneros y no prisioneros. Aunque este Código no ha sido adoptado formalmente como norma legal, su influencia ha sido muy grande en los posteriores documentos relativos a estas cuestiones.  Se dejaba muy claro que no fueron acciones aisladas sino fruto de procesos coordinados, ordenados y permitidos por personas que ocupaban cargos de autoridad y que conocían esos hechos. Por ello, concluía, “los experimentos médicos han de permitirse siempre y cuando contribuyan al bienestar de la Humanidad, respetando los principios éticos, morales y de derecho. Es por ello que, tras una investigación previa sobre animales y el consentimiento voluntario del sujeto, acompañado de la no existencia de razones que pudieran producir la muerte o la incapacidad de la persona, el experimento podrá llevarse a cabo, siempre, por personal preparado y sin olvidar que tanto el sujeto paciente como el experimentador darán por terminada la actividad cuando lo consideren”.

El 9 de Diciembre de 1948 la ONU adoptaría la “Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio” y, un día después, se firmó la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” [26]. A todo ello han seguido numerosos documentos en la misma línea. Así, el “Código Internacional de Ética Médica” (1949), la “Declaración de Helsinki” (1964), el “Informe Belmont” (1978), la “Convención para la Protección de los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina” (2000), las ”Pautas éticas para la Investigación Biomédica” (2002) o la “Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos” (2005).

De todas formas, muchos científicos no se sintieron sujetos a toda esta nueva legislación y, años después, siguieron llevando a cabo experimentos en condiciones contrarias a lo establecido [27]. No solamente los científicos: entre 1946 y 1948, en Guatemala, tanto el ministro de Sanidad como el presidente del gobierno, estaban informados de que profesionales de la salud estadounidenses y guatemaltecos se saltaban las normas legales establecidas en Guatemala en la realización de investigaciones biomédicas.

Y así seguimos hasta el día de hoy. En los últimos sesenta años han trascendido numerosos casos de ilegalidades en el trato a prisioneros políticos en la antigua URSS, en la China comunista, en el Chile de Pinochet, en la dictadura de los generales en Argentina, en la Rumanía de Ceaucescu o la CIA en los Estados Unidos. En todos ellos la tortura mantuvo el dolor físico como medio, pero añadió las nuevas técnicas psicológicas y el uso de los psicofármacos para la obtención de información.

¿Cómo olvidar la vergüenza de las Guerras de la antigua Yugoslavia de, surgidas tras la Caída del Muro de Berlín y la descomposición del régimen soviético, en los años 90 del pasado siglo? Milosevic, condenado a 13 años de cárcel por crímenes contra la Humanidad. ¿Cómo olvidar a Radovan Karadcik, poeta y psiquiatra, condenado a 40 años por el genocidio de Srebrenica en 1995? [28] ¿Cómo olvidar la guerra de Liberia? Charles Taylor, presidente desde 1997 hasta 2003, fue el primer jefe de Estado condenado a 50 años por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad. En Ruanda, en poco más de tres meses de año 1994, murieron entre quinientas mil y un millón de personas pertenecientes a la minoría tutsi.  Ante la pasividad oficial europea algunos médicos de la etnia hutu, responsables de ataques y asesinatos en hospitales conseguían huir, refugiándose en países vecinos o, incluso, en países occidentales. No podemos dejar en el olvido la barbarie del régimen de Pol Pot entre 1975 y 1979: el jemer rojo erradicó la intelectualidad y obligó a centenares de miles de personas a trabajar en campos de reeducación, en jornadas extenuantes donde las condiciones infrahumanas favorecieron la aparición y extensión de la malnutrición y las enfermedades que, unidas a las ejecuciones sumarias, llevan a un cálculo que sitúa en dos millones el número de personas fallecidas. Hoy, estas víctimas son recordadas en un museo del genocidio, en el mismo lugar donde operó el S21 (Centro de detención y tortura jemer). ¿Qué ocurrirá con el expresidente de Sudán, Omar al-Bashir, primer jefe de Estado acusado en 2008 por genocidio, crímenes de guerra y contra la Humanidad? Probablemente nada pues la propia Corte Internacional resolvió que no había suficiente evidencia para procesarlo y, así, todo quedó en una orden de arresto que fue entregada al gobierno sudanés, pero que no parece vaya a llevarse a efecto, especialmente por el apoyo de la Unión Africana, la Liga Árabe y el movimiento de Países No Alineados, más los gobiernos de Rusia y China que, como es sobradamente conocido, son muy respetuosos con los derechos humanos.

Mi valoración personal es que, por una parte, hay que reconocer y agradecer el trabajo persistente que permitiría, en 1998, hacer realidad la constitución la Corte Penal Internacional con sede en la Haya [29]. Pero, por la otra, se impone la constatación de que, a pesar de todo, el poder político sigue colocando en un primer plano sus intereses como Estado, independientemente de lo que pueda ocurrir con las personas. Los actuales conflictos en Oriente Medio [30], la guerra en Siria, la situación de caos en la dictadura iraní. También es remarcable la situación que se vive en Iraq, donde desde el año 2014 se ha desarrollado un verdadero genocidio por parte del Daesh contra la minoría religiosa de los yazidies. No pueden olvidarse el actual ascenso de las políticas autoritarias en América Latina, el resurgir de los populismos xenófobos en Europa, el “regreso de los imperios” con personajes como el presidente norcoreano Kim Jung-un, o el norteamericano Donald Trump, el presidente chino Xi Jinging o el exagente del KGB y desde hace ya bastantes años, flamante presidente ruso Vladimir Putin, no auguran un futuro demasiado halagüeño para este mundo.

Prisioneros de Mauthausen saludan a la 11ª División Acorazada de los EEUU por su liberación bajo una pancarta escrita en español que dice «Los españoles antifascistas saludan a la s fuerzas libertadoras» – Wikimedia Commons

Termino este escrito con la referencia a un hecho acaecido en el pasado mes de Marzo:  Siegfried Meir, uno de los últimos supervivientes de Mauthaussen y Auschwitz moría tras luchar durante años contra una dura enfermedad. Su historia ha quedado reflejada en un libro [31], del cual quiero resaltar la historia de cómo tras llegar a Mauthaussen procedente de Auschwitz, tuvo la gran suerte de encontrarse con uno de los españoles prisioneros, Saturnino Navazo, futbolista burgalés que llevaba allí cuatro años. Con la ayuda de otros prisioneros españoles, y hasta el final de la Guerra Mundial, Saturnino cuidó de él y lo trató como a un hijo. La liberación del campo el 5 de Mayo de 1945 significó el inicio de una nueva vida para los dos en Francia. Mientras tanto, en España, se desarrollaba desde 1936 una dictadura militar que, a lo largo de casi 40 años, procedió a una brutal represión contra todo aquel o aquella que no comulgase con los nuevos planteamientos políticos. Independientemente de si el término a utilizar es genocidio, o bien, holocausto, lo que parece bastante claro es que según la “Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea” [32] hay que crear espacios institucionales de memoria, no tan sólo por poder llevar a cabo el duelo hacia las víctimas sino también por la necesidad de favorecer el reencuentro y la reconciliación. Admitir, en definitiva, que de 1939 a 1945 España fue un régimen político colaborador del III Reich Alemán que permitió miles de españoles muriesen en los campos de concentración, ignorando los requerimientos del propio régimen alemán, que los consideraba como lo que eran, españoles y que durante esos seis años, el régimen franquista, simple y llanamente, nunca los reconoció como tales [33]. Régimen delirante como otros que han sido mencionados en estas líneas, llevó a cabo una política que, hoy día, debería hacernos reflexionar.

Anotaciones:

  • [1] El total variaría hasta llegar a los 481
  • [2] Antonio Vallejo Nájera, dirigía los Servicios Psiquiátricos del Ejército. Parte de su formación había tenido lugar en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, habiendo estudiado las teorías racistas nazis de las cuales era un ferviente admirador.Agregado militar en la Embajada española en Berlín, defendia en sus escritos la limpieza étnica. No era una figura menor en el edificio ideológico del Ejército franquista y del régimen militar que estableció. Sus teorías se transformaron en la ideología del régimen. Eran profundamente racistas, contraponiendo la raza española (que se caracterizaba por su masculinismo, canto a la fuerza física, nacionalismo extremo y un profundo catolicismo) a la raza roja inferior, compuesta de subdesarrollados mentales, psicópatas y degenerados, contaminados por un marxismo, judaísmo y masonismo al cual eran vulnerables las clases populares por su subdesarrollo mental. Cfr.  HERNANDEZ DE MIGUEL, Carlos “Los campos de concentración de Franco” Penguin Random House, Barcelona 2019, pág 249
  • [3] RICHARDS, Michael “Un tiempo de silencio” Crítica, Barcelona 1998, págs. 49-54
  • [4] Editorial Española 1937, pág, 247
  • [5] Ravensbruck, Dachau, Auschwitz, entre otros muchos
  • [6] Malaria, tifus, hepatitis, cólera
  •  [7] GARCÍA GUERRERO, Julio “Cuando la Medicina no cura” Delta Publicaciones, Madrid 2016, pgs…3-29
  • [8] Por ejemplo prohibiendo el matrimonio entre judíos y alemanes (Leyes de Nuremberg, 1935) y, también en el mismo año la “Ley de Salud Marital”, por la que se regulaban las divwersas pruebas médicas que era necesario pasar para demostrar la arianidad de los contrayentes.
  • [9] op. cit. supra pág 66
  • [10] IG Farben, Bayer, entre otras
  • [11] Sin lugar a dudas, el ejemplo más triste y relevante, aunque no el único, fue el del Dr. Josef Mengele, que inyectó Evipal y Cloroformo para sus investigaciones en  niños gemelos con diferente color de ojos.
  • [12] Es cierto que muchos médicos aceptaron que las leyes eugenésicas buscaban el beneficio de la nación alemana, creyendo que así, dejaban un legado de salud a las nuevas generaciones,pero también es verdad que muchos vieron una oportunidad inmejorable de hacer carrera en su profesión.
  • [13] En este sentido hay que resaltar , como nos recuerda Christian Ingrao,  casi un cincuenta por ciento de médicos alemanes pertenecían  al Partido Nazi.
  • [14] Cfr. Posner,(2019)
  • [15] El genocidio se define como la aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos. Concepto utilizado en 1940 por primera vez por Raphael Lemkin
  • [16] Un holocausto olvidado ha sido el de la etnia gitana, conocido como el SAMURADIPEN, en el que perdieron la vida medio millón de personas.
  • [17] El origen de esta animadversión hacia los judíos es muy antiguo, pero el siglo XIX es la época donde se aprecia en toda Europa esa tendencia
  • [18] La bibliografía sobre esta cuestión es inmensa pero el libro escrito por Nicolaus Whachsmann, “KL. Historia de los campos de concentración nazi” Crítica, Barcelona 2015, constituye la aportación actual más completa
  • [19]  Ley de Prevención de descendencia con enfermedades hereditarias
  • [20] LÓPEZ MUÑOZ, F/CUERDA, E./ GONZÁLEZ. E. op. cit. supra. págs. 97-127
  • [21] Considerados como el inicio de una Justicia Universal, se desarrollaron entre Noviembre de 1945 y Octubre de 1946
  • [22] 9 de Diciembre de 1946
  • [23] LÓPEZ Muñoz, Francisco “El Código de Núremberg: el amanecer de la Bioética tras los  crímenes del Nazismo” artículo publicado en The Conversation, 29-Abril-2020
  • [24] Por ejemplo, en 1903, el Dr. Strang, investigando sobre el cólera con prisioneros en Manila o el Dr. Goldberg, sobre la pelagra con prisioneros en el estado de Mississipi
  • [25] Su planteamiento inicial no puede ser más claro: PRIMUM NON NOCERE (lo primero no hacer daño)
  • [26] Tras el intenso trabajo de dos figuras importantes del mundo jurídico: Raphael Lemkin y Hersch Lauterpacht
  • [27] Por ejemplo las llevadas a cabo por el Dr. John Cutler acerca de la sífílis en 1956, con 62 prisioneros del penal de Sing Sing
  • [28] Donde fueron exterminados un total de ocho mil bosnios
  • [29] Dicho Tribunal definiría el “crimen de lesa humanidad” como aquél ataque generalizado o sistemático, y con conocimiento de causa, contra una población civil.
  • [30] Baste citar el conflicto en Turquía con la población Kurda o la población Armenia,, el conflicto palestino-israelí y la amenaza de los países árabes hacia Israel.
  • [31] MEIR , Siegfried “Mi resiliencia” Ediciones B, Barcelona 2016
  • [32] Véase la referencia que hace  el Dr. Francisco López Muñoz en la edición de The Conversation del 29 de Abril de 2020
  • [33] Pero sí que incautó sus bienes personales en beneficio del régimen franquista

José Miguel Hernández López. Barcelona.
Colaborador, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Mayo 2020.