Comparto con el coronel Pedro Baños que el estudio de la geopolítica es fundamental para entender el mundo en el que vivimos. Y está crisis que afrontamos, aunque se trate de una crisis sanitaria se puede estudiar también desde la geopolítica. Desde el 11 de Septiembre de 2001 entramos definitivamente en el siglo XXI bajo nuevas amenazas, como el terrorismo islámico, guerras por los recursos energéticos como la de Iraq de 2003, o levantamientos populares que terminaron en encarnizadas guerras civiles desde el 2011, en donde las potencias han actuado a través de enemigos interpuestos, y que han provocado un verdadero éxodo hacía Europa. Durante todo este tiempo los Estados Unidos han mantenido la hegemonía militar y económica, pero hemos asistido a la resurrección de Rusia como superpotencia, y al ascenso imparable de China, un país que ha adoptado el capitalismo y se ha convertido en la fábrica del mundo, sin que el Partido Comunista haya dejado de controlar el poder político. Mientras la globalización económica no perjudicó a aquellos países que la promulgaron, nadie se inmuto de que las multinacionales deslocalizaran su producción para abaratar costes. Sin embargo, cuando la crisis financiera de 2008 golpeó duramente a los Estados Unidos y Europa, empezaron a oírse cada vez más voces que cuestionaron la globalización económica. No era algo nuevo, el movimiento antiglobalización décadas antes ya lo había advertido, la diferencia es que desde el 2008, se sumaron las clases medias conservadoras.
Digámoslo claramente y sin rodeos: los Estados Unidos y China están enzarzados en una guerra económica en la que la pandemia del coronavirus ha provocado algo sorprendente. La aparición del virus en Wuhan amenazó muy seriamente a la producción industrial de todo el país: de ahí que las autoridades chinas, para salvar las vidas de sus compatriotas, pero también su economía, cerraron una región entera con 50 millones de habitantes. Durante mucho tiempo el resto del mundo no valoró suficientemente la gravedad y la propagación del coronavirus. Y el resultado que tenemos es que una epidemia que se originó en una región china se ha convertido en una pandemia, en la que ya se ha superado el número de bajas que provocó en todo el territorio chino. Pero todavía tenía que pasar algo aún más sorprendente: millones de europeos nos hemos confinado en nuestras casas y el sistema productivo está empezando a paralizarse, mientras la estupidez sigue siendo lo mejor repartido en muchos gobiernos de estados europeos, que promueven que cada cual salga como pueda de la crisis por su cuenta y riesgo. El hueco que deja la falta de solidaridad europea puede ser llenado por otros: los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial con una Europa destruida cumplieron esta función, pero hoy este hueco, debido a esta falta de cooperación entre los estados europeos, puede que lo llene China.
Hace dos días la India, con 1.300 millones de habitantes, que proporcional el veinte por ciento de medicamentos al mundo, ha declarado también el confinamiento. En un mundo globalizado tanto el confinamiento de la población como la paralización de la industria impugna toda la globalización económica. La posición que pierda cada país en este gran tablero, que es el entramado económico, será ocupada por otro por necesidad de los demás, o por puro oportunismo. Estas son algunas implicaciones geopolíticas de la pandemia del coronavirus, otras más claras y directas, como iremos viendo, serán las se derivan de la obtención de tratamientos y las vacunas: estas también serán usadas como una baza geopolítica.
El número de positivos es de 57.786, el de muertes 4.365 personas, y los recuperados son 7.015. Hoy ha habido 655 bajas. Por primera vez desde el día 18 de marzo el número fallecidos ha descendido. Si en los próximos días la cifra sigue descendiendo podremos decir que ya hemos sobrepasado el punto más álgido de la curva.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Marzo 2020.