El Congreso de los Diputados ha respaldado con 321 votos (todos excepto los 28 independentistas que se han abstenido) a Pedro Sánchez para que el Gobierno prorrogue El Estado de Alarma. En un pleno que ha durado hasta altas horas de la noche, en el que han asistido 43 diputados, nadie se ha opuesto a la prórroga: la derecha ha acusado al Gobierno de «tardanza e ineficacia», y los independentistas catalanes han pedido «el confinamiento total». Pedro Sánchez pidió «tiempo, unidad, y lealdad». No podría ser de otra manera: aunque en Italia hace cuatro días que los muertos parece que están descendiendo en España hoy se han vuelto a incrementar alzando la cifra de 738. Lástima que este consenso, no visto desde la elaboración de la Constitución entre 1977 y 1978, no se alcance para mejorar la vida de todos los españoles en «la normalidad». Aquella «normalidad» que dificulta enormemente que los jóvenes, y no tan jóvenes, dispongamos de una buena educación y un trabajo para afrontar la vida en igualdad de condiciones, aquella «normalidad» que hace que muchos jubilados no lleguen a final de mes. No es el momento para hacer ningún reproche a nuestros representantes políticos por cuestiones sobre «la normalidad» pues como dice Pedro Sánchez ahora es el tiempo de «afrontar la crisis y derrotar al virus». Pero de esta «guerra» contra el virus deberíamos aprender la lección: se nos ha estado diciendo durante demasiado tiempo que el orden natural de las cosas impedía hacer las cosas de otra manera.
El virus nos ha enseñado que en cuestión de semanas todo aquello que se nos santificaba como inalterable, el déficit público, el adelgazamiento del estado, la desregulación económica, la asistencia sanitaria privada, ha saltado por los aires. Frente a las catástrofes como esta pandemia sólo el Estado y el Pueblo son capaces de hacerle frente. Repasen la historia y lo comprenderán. Los americanos en la Segunda Guerra Mundial financiaron parte del gasto con bonos patrióticos pero los que murieron en Normandía para liberar Europa eran servidores públicos. Hoy España, como en el resto de Europa, se ha dado cuenta que su industria no estaba preparada ni para hacer mascarillas. Mientras todos quieren compran este material a los chinos el Estado español, como en una economía de guerra, está emplazando a parte de la industria para producir lo necesario. Salta por los aires otra verdad inalterable: la que desplazó parte substancial de la industria española y europea hacía aquellos países donde los costes de producción eran más bajos. Lo barato a veces sale caro. Cuando termine esta crisis Europa tendrá que replantearse muchas cosas. Resuenan aún las palabras de algunos de que España debería dedicarse exclusivamente a aquello que produce más beneficios: el Turismo. No es ninguna broma. Ningún país europeo, mientras no haya una federación política, y una cooperación obligatoria, puede prescindir de su industria.
Poco antes de la finalización de la Segunda Guerra Mundial se firmaron los Acuerdos de Bretton Woods por los que se promovía el comercio y la interdependencia económica entre las naciones para evitar una nueva catástrofe. Sin embargo, hemos llegado demasiado lejos, y nos enfrentamos nuevamente a una crisis de grandes proporciones. Lo que hoy se impugna es toda la globalización económica. La India, un país con más de mil millones de habitantes, ha entrado en cuarentena: más de un veinte por ciento de los medicamentos que consume Europa proceden de este país. De haberse decretado la cuarentena en toda China el sistema habría colapsado. El comercio ha movido el mundo generando riqueza, muchas veces donde antes no la había, pero no es la garantía de su reparto entre los que más la necesitan. La virtud de la globalización es que nos hace más interdependientes, pero en momentos de crisis, esta virtud se convierte en una debilidad. No debemos renunciar a un mundo solidario, colaborativo, y en paz. Pero con buenas intenciones no basta. Esta Europa hoy tan lamentable, que corregirá sus errores en los próximos días, debe replantearse, y entonces quizá sea el ejemplo a seguir por el resto del mundo.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Marzo 2020.