Lo más terrible de hoy ha sido el hallazgo por parte de los soldados de ancianos abandonados en algunas residencias: algunos muertos. El virus está siendo implacable con nuestros mayores, aquellos que vivieron la postguerra y levantaron este país, que muchos jóvenes no valoran suficientemente. La Guerra Civil convirtió España en un inmenso cementerio, y los supervivientes pasaron hambre, mucha hambre. La economía del país quedo destruida y durante al menos una década los españoles sufrieron las consecuencias la Postguerra. No había trabajo y había hambre. Muchos españoles de la España más famélica cogieron la maleta y emigraron hacia las grandes urbes que empezaban a poner en marcha de nuevo la industria. Hace unos años hubo una exposición en Barcelona sobre el barraquismo a la que muchos deberían haber acudido. Esa fue la Barcelona informal que no era tan diferente a los campos de refugiados que hoy se levantan en Oriente Medio. El nuevo régimen quedo fuera del Plan de Recuperación para Europa Occidental por dos razones: por no haber sido invadido ni liberado por los aliados, y por mantener una dictadura que compartía demasiados rasgos con la Alemania nacionalsocialista y la Italia fascista. Sin embargo, el nuevo contexto que ofrecía la Guerra Fría permitió a Franco hacer valer a España como un baluarte frente el comunismo: los americanos interesados en implantar bases militares y abrir nuevos mercados cogieron el guante lanzado por el dictador y España empezó a salir del ostracismo internacional. Esta fue la difícil vida que les tocó vivir a los ancianos que hoy más sucumben a los efectos mortíferos del virus, y que han sido abandonados.
Mientras haya trabajadores en su puesto de trabajo que estén infectados el virus seguirá propagándose. Sin embargo, hay un tipo de trabajadores que si dejasen de ir a su puesto de trabajo dejarian al país sin servicios esenciales y sin suministros. El personal sanitario, los farmacéuticos, los servicios de emergencias, y las tanto fuerzas policiales como militares, no pueden dejar su puesto de trabajo porque los enfermos empezarían a morir por miles, y nada funcionaria en este país. Algo parecido puede decirse de todos aquellos trabajadores que se encargan de la producción y suministro de alimentos, si ellos fallan empezaremos a tener desabastecimientos en los supermercados, conoceremos el hambre, y muchos podemos morir por esta razón. En el caso de que esto falle son las Fuerzas Armadas las que deben mantener el suministro de alimentos. Los técnicos de las infraestructuras de suministro de energía tampoco pueden fallar, si lo hacen nos quedaremos sin suministros. Los trabajadores de estos sectores, como ellos mismos demandan, deberían hacerse la prueba, y en el caso de estar infectados, pasar la cuarentena en su casa, mientras otro ocupa su lugar. Finalmente nos quedan todos los trabajadores que mantienen en marcha el sistema productivo del país: en Italia han decidido que dejen de ir a trabajar. Probablemente sea la mejor opción si mantenemos que lo primero es la salud de las personas. Pero tengamos presente que la cadena de suministros de alimentos está también conectada al sector industrial, y que las consecuencias económicas serán catastróficas. Y visto lo visto nadie no va a ayudar.
La crisis financiera de 2008 comparada con la crisis que algunos ya anticipan para la Europa de después del virus puede quedar en un juego de niños. Los más pesimistas plantean que no hemos visto nada parecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y en España desde el final de la Guerra Civil. Sin embargo, en términos estrictamente económicos, el no hacer nada, con millones de infectados, y una cifra de muertos mucho más elevada que la que hoy tenemos, habría provocado los mismos o peores efectos económicos. Por lo tanto, la opción de optar por la vida, como si pudiera haber otra opción, es la única que un Gobierno democrático podía tomar.
Hoy tenemos en este país 35.136 positivos, 3.355 recuperados, y 2.311 muertos.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Marzo 2020.