Memoria. La memoria es aquella facultad que nos permite existir y definirnos en función de las acciones y experiencias que hemos vivido. Al disponer de memoria podemos márcanos una trayectoria y sí queremos no caer en los mismos errores y aprender de los mismos. Pero la memoria precisamente, al ser una facultad de nuestra mente a la cual recurrimos a nuestra voluntad, o por el contrario la que nos sorprende cuando menos lo esperamos al actuar de una forma inconsciente, es siempre selectiva, fragmentaria y muchas veces no la comprendemos. Cuando esta memoria se comparte entre diversas personas podemos llegar a acceder a un registro de nuestro pasado como pueblo o sociedad. Cuando estas personas que han vivido un determinado pasado deciden dar el paso de compartirla hacía los demás, aquellos que no la han vivido, están dando el paso hacía su transformación en testimonios. Este testimonio en muchas ocasiones ha sido el único registro de un pasado que desde el poder se ha querido silenciar. Por lo que la memoria puede llegar a considerarse subversiva.
Probablemente el ejemplo más claro de esto que decimos sea el momento de la caída de un poder absoluto o dictatorial que ha reprimido a una parte de la sociedad por sus propios intereses. En ese momento aparecen este tipo de víctimas que son testimonio de un pasado que muchos desconocían o no querían conocer.
Monumento y poder. Una de las formas tradicionales que han tenido los que ostentaban el poder en las sociedades jerárquicas para hacer propaganda y perpetuarse era la construcción de monumentos ubicados en un lugar determinado para que sus subordinados fueran conscientes del orden establecido. Un monumento puede transmitir y conmemorar un pasado real o imaginario que pretende unir simbólicamente a una sociedad en el presente. Fuera en las polis de la Grecia clásica donde el poder de la asamblea decidía construir templos o estatuas, fuera en la Edad media donde primero el poder feudal y eclesiástico, y más tarde conjuntamente con la incipiente burguesía, decidía levantar las catedrales transmitiendo escenas del Antiguo Testamento, o fuera en las dictaduras de diferente signo político: siempre se ha buscado conmemorar y unir a una determinada sociedad en una dirección determinada. Por esa razón no nos debería resultar extraño que cuando se ha producido una invasión o una rebelión en contra de ese poder establecido los monumentos y edificios emblemáticos fueran lo primero que se ha derribado.
Sucedió con la quema de iglesias durante las guerras de religión, y más tarde con el anticlericalismo español, pero también con la destrucción de las estatuas del Sha persa, Mohammad Reza Pahlavi. La iconoclastia forma parte de nuestra historia más pretérita pero también de la más cercana si prestamos atención a la destrucción perpetrada por el Estado Islámico en Siria o Iraq contra todo aquello fuera anterior al islam.
Memoria y monumento. Al finalizar la Gran Guerra en muchas iglesias francesas inscribieron en las paredes sus muertos en el conflicto. Los memoriales en Normandía son una forma para recordar a los muertos en aquel gran desembarco de la 2GM, pero también un aviso para la historia, como lo es la conservación del campo de exterminio de Auschwitz. Este tipo de memoriales debería decirnos alguna cosa. La primera de ellas que se puede conmemorar con monumentos y museos un pasado incomodo que queremos que no se repita. La segunda -aunque obvia vale la pena constatarla- es que hoy tenemos esos memoriales porque la historia fue en un determinado sentido, de ir en otro sentido hoy esos memoriales serían impensables. La confluencia de memoria y monumento es más democrática que el monumento levantado por el poder en épocas pretéritas en otros contextos, pero esto no inhibe la existencia de un poder que decida, en función de mayorías con más o menos consensos, sobre esta cuestión.
De ahí que en nuestras sociedades democráticas el cambio de nombres de calles y plazas, pero también de la retirada de estatuas, por parte del poder civil, pero también la destrucción de estas por algunos obedezca a sus razones: la colocación de la estatua ecuestre de Franco decapitada en la Plaza del Born fue toda una provocación, pero además muchos lo consideraron un sacrilegio, una profanación, porque estaba al lado de los restos del barrio de la Ribera destruido por las fuerzas de Felipe V en 1714, que con la conmemoración de los 300 años de estos hechos, se terminó por constituir en un símbolo del nacionalismo. La terminaron derribando. Más tiempo estuvo, pasando casi desapercibida, la estatua al esclavista Antonio López y López. Sin embargo, todo ello forma parte de la historia.
Finalmente me gustaría conectar la cuestión de la memoria con otras expresiones culturales, como son los ensayos sobre historia y memoria, la literatura, la música, los documentales, y el cine, en el que al mismo tiempo que rememora un pasado determinado, como el resto de estas creaciones nos está explicando cómo era o es la sociedad en la que se enmarcan esas obras. El periodismo debería rescatar del olvido esa memoria más soterrada, contextualizar históricamente unos hechos determinados, y conectar todo aquello de lo que en este texto hemos hablado.
Estas palabras han estado motivadas por la asistencia a unas jornadas de debates y ponencias muy interesantes inscritas en el proyecto de investigación “Epistemología para un Diccionario de la Memoria Colectiva”, organizadas por El Born Centro de Cultura i Memoria, la Universidad de Barcelona, y el Instituto de los Pasados Presentes del Ayuntamiento de Barcelona, que llevaban por nombre “Triálogos Ciudad y Memoria: monumento, poder, comunidad”, comisariadas por Kathrin Golda-Pongratz, que nos lanzaba la pregunta: ¿Cómo conmemoramos hoy? Para palpar materialmente lo aprendido hicimos una vista a la prisión La Modelo, lugar por el que pasaron miles de preventivos durante más de un siglo, entre ellos muchos presos políticos, que hoy se debate cual debe ser su finalidad. Sin más os dejo unas cuantas fotografías.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Noviembre 2018.