Hoy en día, se habla a menudo de la creación de nuevos neologismos y, por eso, de la necesidad de preservar la pureza de la lengua para salvaguardar la “tradición” evitando la contaminación con palabras de otros idiomas. De hecho, las grandes Academias de la Lengua y algunos intelectuales denuncian este fenómeno subrayando -por ejemplo- el peligro de la desaparición de algunas formas verbales.
En Italia, la Academia de la Crusca ya se demostró preocupada por la progresiva disminución del uso del subjuntivo y del futuro. En una investigación sobre la evolución de la lengua italiana se destacó que en 2050 el italiano estará muy simplificado y resultará peligrosamente trivializado.
En realidad, el riesgo más temido es la interferencia del inglés, que sigue imponiendo su dominio sobre otros idiomas. La lengua italiana incorpora y admite muchas palabras inglesas de manera pasiva, sin adaptarlas a la propia morfología. En cambio, el español lucha contra esta postura de abuso del inglés optando por traducir y acuñar nuevas palabras o españolizar las inglesas.
¿Por tanto, es justo hablar de pureza de la lengua y de defensa de las contaminaciones procedentes de otros idiomas? Me parece paradójica esta postura, ya que no existen lenguas puras. De hecho, la lingüística demuestra que, gracias a los acontecimientos históricos, los idiomas siempre interaccionaron entre ellos y se intercambiaron elementos lingüísticos. Aunque sea una lengua romance con una evidente mayoría de términos de origen latino, el español está formado también por palabras que derivan del gótico -por ejemplo, algunos nombres como Carlos o Rodrigo- y, sobre todo, por muchos términos que llegaron con los árabes en 711 como azúcar, algodón o alquimia. Además, existen ya dentro del español muchísimas variantes regionales, como las de América Latina. Si quisiéramos “purificar” la lengua tendríamos que eliminar -por ejemplo- la palabra “carro” usada en América Latina e imponer “coche” o allanar todas las diferencias fonéticas que existen en el español.
Para concluir, me parece evidente que esta postura está llena de contradicciones, ya que una lengua viva ha de tener la capacidad de relacionarse con otros idiomas creando nuevos neologismos con características que reflejen la realidad en que vive.
Camilla Cichero. Génova, Italia.
Cartas de los lectores. El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 29 Mayo 2018.
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