Hay una teoría política, que nos recuerda Joaquín Estefania en Revoluciones, Cincuenta años de rebeldía (1968-2018), que plantea el transcurrir de la historia política desde la Revolución francesa como el movimiento de un péndulo que va de un extremo a otro. Así tendríamos que la irrupción de la Revolución bolchevique en 1917 tuvo su reacción en la ascensión de los estados fascistas y el nazismo en el periodo de entreguerras. La victoria aliada en 1945 y la ascensión de las dos superpotencias propuso dos sistemas que desplegaron dos modelos de sociedad al mundo: en los Estados Unidos fue el momento del New Deal de Theodore Delano Roosevelt y en Europa de las políticas de John Maynard Keynes que desplegaron la inversión pública y el estado del bienestar. Mientras en la Unión Soviética se ponía en práctica el igualitarismo exportándolo a todo un mundo nuevo que se emancipó de los últimos imperios coloniales, deseando éste, sin embargo, su propio espacio, levantándose como el Tercer Mundo, en la Conferencia de Bandung de 1955. Estas dos concepciones del mundo, que crearon su seguridad colectiva con la OTAN y el Pacto de Varsovia, terminaron conviviendo en tensión, dentro de su zona de seguridad y en la periferia, en crisis como las de Berlín, Hungría, y Cuba y colisionando totalmente, precisamente en ese tercer espacio, en las guerras de Corea, Oriente Próximo, Vietnam, y Afganistán; por o hablar del enfrentamiento entre las guerrillas y las dictaduras en Centro América y América del Sur.
Ese doble mundo propuesto no daba satisfacción plena a unas sociedades que efectivamente querían libertad, pero también igualdad. En el mes de Mayo de 1968 los estudiantes salieron a las calles de Paris a protestar y más tarde la protesta fue secundada por la clase obrera extendiéndose por todo el país. Ese mismo año el estallido también se produjo en los Estados Unidos, en Checoslovaquia, en México, y en España. Toda una serie de estallidos en multitud de ciudades de ambos bloques antagónicos que exigían eso mismo y rechazaban la confrontación de una Guerra Fría que de escaparse de las manos aseguraba la aniquilación total con los misiles nucleares intercontinentales. El fenómeno de Mayo del 68 no fue una revolución clásica, si entendemos que toda revolución subvierte, rompe, y transforma las estructuras políticas, sin embargo hizo mella en las sociedades provocando un cambio cultural, que retomando el hilo del artículo, tuvo su reacción: en los Estados Unidos fue a través de Ronald Reagan y en Europa a través de Margaret Thatcher con lo que se ha venido a llamar como la revolución neoliberal que redujo los servicios públicos con importantes privatizaciones, exportó este sistema al mundo enfatizando el proceso de la globalización económica, y mantuvo una actitud agresiva con la Unión Soviética obligándola a un rearme fuera de sus posibilidades. Cuando la Unión Soviética se disuelve en 1991, entrando sus herederos en varios conflictos regionales, solo queda en pie un jugador importante en el tablero: los Estados Unidos.
Desde entonces la mayoría de conflictos armados de intensidad importante han estado resueltos o provocados por los Estados Unidos. El bautismo de fuego fue la Guerra del Golfo, luego vinieron las guerras de secesión yugoslavas, en las que Europa no hizo nada efectivo, y la guerra de Somalia, donde se empezó a ver las orejas al lobo. Mientras lo que quedaba de Rusia mataba chechenos, y nadie le importaba que en Ruanda los tutsis y los hutus se mataran a machetazos, los Estados Unidos exportaban su modelo económico al resto del mundo con gran rapidez a través de las multinacionales que compraban y vendían sectores enteros en todos los países. Esto tuvo su contestación en lo que se llamó el movimiento antiglobalización que como aquel Mayo del 68, de Seattle a Génova, sin mucho orden ni dirección, se oponía al sistema establecido. Entonces sucedió lo inaudito. La marcha triunfal de la globalización neoliberal quedo muda cuando el 11 de Septiembre de 2001 se desplomaron las Torres Gemelas de Nueva York. Entonces los Estados Unidos se percataron de que eran odiados y que eran vulnerables. La respuesta fue la Guerra contra el Terrorismo de George W. Bush que empezó bombardeando Afganistán, arrasó Iraq bajo engaños, y sembró la cizaña en Oriente Medio entre las diferentes facciones, que empezaron a lanzar atentados terroristas alrededor de todo el mundo, golpeándonos uno de ellos dramáticamente en Madrid el 11 de Marzo de 2004. Así pues, el lugar que durante la Guerra Fría ocupaba el comunismo fue ocupado por el islam radical de inspiración wahabita que llevaba a cabo la yihad global. Los Estados Unidos volvían a tener una misión: llevar la democracia a bombazos al resto del mundo. A esto, añadiéndole un poco de puritanismo, lo llamaron el neoconservadurismo.
Todo esto fue un fracaso, porque fue un fracaso, y las consecuencias aún las arrastramos todos. Cuando en el 2008 la economía americana hizo un crack, por el sobreendeudamiento y la especulación, todos nos empobrecimos y este proyecto quedó sin financiación. Barak Obama mandó a los soldados volver a los cuarteles retirándose de Iraq, sin calcular las consecuencias, y quiso acercarse al mundo islámico en un discurso de la Universidad del Cairo, que fue tan elocuente que muchos árabes le tomaron la palabra: el resultado fue un movimiento tectónico en la mayoría de países de la región en forma de revueltas que, a excepción de Túnez, fracasaron estrepitosamente, transformándose muchas en guerras civiles, que han destrozado complemente Siria, Libia, el Yemen, una vez más Iraq, y desestabilizado Egipto, y en general toda el área del Sahel. La consecuencia fue muerte, destrucción, hambre, y falta de presente, la consecuencia fue un éxodo de millones de refugiados árabes, asiáticos y africanos que huyen desde entonces de territorio en territorio ansiando alcanzar Europa. Pero el conflicto que potencialmente más podía desestabilizar el continente europeo fue el de Kiev: el territorio en el que había surgido hace siglos Rusia, el Rus de Kiev, fue subvertido por los Estados Unidos, sus aliados europeos, y por Rusia, que no iba a consentir que después de la hecatombe soviética le arrancaran Ucrania de su área de influencia. Si queremos entender completamente por qué Vladimir Putin asiste con Irán al régimen sirio de Bashar Al Asad debemos entender que ha significado el conflicto de Kiev para parte de los ucranianos y los rusos.
Llegados aquí se estarán preguntando después de todo lo leído a que viene llamar a este artículo La revolución de lo propio. Pues es muy sencillo. Existe una percepción en las sociedades de muchos países de que el proyecto de globalización neoliberal ha fracasado: 1. las multinacionales durante muchos años han deslocalizado su producción al Tercer Mundo, donde la masa salarial es muy barata, mientras en Europa y los Estados Unidos el trabajo, para unas generaciones preparadas, si lo hay es precario, 2. el éxodo de refugiados se percibe como una amenaza y una competencia desleal, y ha hecho descubrir a muchos indígenas que en su país conviven personas con otra cultura a los que señalan como parte del problema, 3. la guerra en Oriente Medio, el terrorismo en nuestras calles, no tienen sentido y son siempre innecesarios. Frente a esto los grandes partidos europeos y norteamericanos han abdicado de sus funciones y en su lugar han ascendido fuerzas políticas de carácter netamente nacionalista, aislacionista, y por lo tanto xenófobas. Da igual donde miremos, en todas partes es lo mismo. Los grandes partidos cuando han reaccionado se han apropiado del discurso de estas fuerzas políticas, convirtiéndose en fervientes nacionalistas, sin ofrecer nada más que el mantenimiento a flote de una nave que hace aguas. Este es el último movimiento pendular que lamentablemente hoy no tiene una respuesta que sea creíble o viable. Lo cual no quiere decir que sea irreversible si es capaz de ofrecer un nuevo proyecto ilusionante: pero este no será suficiente que esté confeccionado con buenas palabras, tendrá que poderse materializar.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Abril 2018.