Miremos a través de este boquete producido por un impacto de un proyectil de gran calibre y encontraremos el mundo que un día cualquiera ha contemplado durante años Manu Brabo como fotógrafo en las últimas guerras. Estudiante de Arte y fotógrafo de deportes, trabajador eventual en lo que le salía, un día se fue a los Territorios Ocupados de Palestina para comprobar lo que era un país en conflicto y militarizado. Llegó el día de la revuelta árabe y después de perderse la tunecina y la egipcia, decidió tirarse de cabeza a la libia, con un préstamo de su madre de mil euros, y un modesto equipo fotográfico. Y lo hizo desde el lado rebelde porque «ese lado es el que más mola», el de «un pueblo que se revuelve por la libertad contra una dictadura de cuarenta o cincuenta años». Manuel Varela de Seijas Brabo y tres compañeros más fueron interceptados por las fuerzas del régimen el 5 de abril de 2011 en las inmediaciones de la localidad de Brega en el este del país. Uno lo pagó con su vida (Anton el Harmmel), y los otros tres fueron hechos prisioneros (uno de ellos fue James Foley que años después fue decapitado ante las cámaras por el Estado Islámico). Manu Brabo durante la soledad de los 43 días de cautiverio tuvo tiempo para aclarar sus ideas. Pero contrariamente a lo que muchos podríamos pensar, esto en lugar de amedrentarlo, fue un revulsivo para tomarse más en serio su trabajo. Con mejor equipo y mejor pagado este fotoperiodista volvió a Libia, estuvo en Egipto durante las protestas, en la guerra en Iraq bajo el Estado Islámico, y en la guerra civil en Siria, donde su trabajo con otros cuatro compañeros fue reconocido con el Premio Pulitzer 2013. Hecho que le abrió más puertas pero que no le hace olvidarse de la dura realidad laboral de los reporteros de guerra para unos fotógrafos freelance, trabajadores por cuenta propia, mal pagados, que deben afrontar en muchas ocasiones todos los gastos, jugándose la vida en los países en conflicto.
Las fotografías de Manu Barbo están hechas de cerca, no es partidario de los teleobjetivos, «los que en cualquier caso no te salvaran», tiene que ser aceptado por quién es fotografiado, y son directas: milicianos disparando, bombas que estallan, heridos y muertos. La guerra efectivamente no es incolora, ni indolora, mancha, provoca daños irreparables, y muchas de sus imágenes son desgarradoras. Manu Brabo crítica la excesiva sobreprotección hacía la sociedad de este tipo de imágenes que proceden de los conflictos armados, «pueden ver imágenes de gran violencia en la ficción de las películas», pero cuando contemplan una guerra ante la falta de imágenes duras por corrección política «pueden pensar que eso solo pasa en las películas». Este debate nos lleva a plantearnos por qué razón está permitido ver imágenes de heridos y muertos que proceden de un conflicto armado y en cambio no está permitido ver las de heridos y muertos después de un atentado terrorista que se ha producido dentro de nuestras fronteras. Si los muertos valen lo mismo hemos aceptado una doble moral. Si los muertos valen lo mismo nuestros gobiernos han decidido protegernos y no concederles a los terroristas más publicidad de la necesaria. Algo que paradójicamente choca con las coberturas sobre los atentados hechas por nuestros medios de veinticuatro horas al día, y contrasta con los pocos minutos dedicados a las guerras en Oriente Medio, que precisamente se producen y hacen posible este tipo de imágenes que tanto nos desagradan e incomodan.
Tomar o no tomar la fotografía, o una vez tomada publicarla o no publicarla. Llevando al extremo la corrección política quizá lo mejor sería que todos los fotoperiodistas se quedaran en casa. Pero eso sería el fin del periodismo de guerra y concuerdo con Manu Brabo que «sin los periodistas en los conflictos armados todo sería mucho peor». Por eso el asunto no creo que sea el de mostrar más o menos sangre si no en cuestionarse si esa fotografía periodísticamente aporta algo a los que la consuman o forma parte de algún tipo de sociedad del espectáculo. Hay una fotografía tomada en Misrata que debería hacernos reflexionar: el cadáver de Muamar Gadafi con el torso desnudo visiblemente machacado expuesto sobre un colchón en una cámara frigorífica para conservarlo y que todos puedan verlo. ¿Qué podemos decir de esto? Para los rebeldes Gadafi era la bestia negra que batir y cuando tuvieron oportunidad lo torturaron y lo liquidaron para exponerlo a la vista de todo el mundo, solo faltando una leyenda en esta escena que dijera «a cada cerdo le llega su San Martin». Para el mundo libre que dio soporte aéreo a los rebeldes es «una foto histórica de un dictador ejecutado por su pueblo». Feo pero efectivo. ¿Pero periodísticamente esto qué aporta? ¿Qué mensaje estamos dando al mundo?
Un día cualquiera nos golpea porque es auténtico, son instantáneas necesarias de una guerra, cubierta por personas como Manu Brabo, que hoy mismo está llevándose la vida de muchas personas, que empuñando un arma o sin empuñarla se han visto envueltos en la sinrazón, porque unos cuantos creyeron en la libertad anteponiéndola al bienestar de la mayoría, otros sectariamente aprovecharon el momento para tomar el poder, y otros les armaron por sus propios intereses para después abandonarlos, mientras todos lo contemplamos desde la distancia estupefactos. El resultado centenares de miles de muertos heridos, millones de desplazados internos y refugiados. El trabajo que nos aportan los periodistas que cubren las guerras debería decirnos algo, y nosotros una vez informados, ser capaces de tomar conscientemente las decisiones políticas que pueden hacer que éstas se terminen o evitar incluso que se produzcan.
Para aquellos interesados en todo esto que aquí he dicho podéis ir a ver una selección de fotografías de Manu Brabo que ha trae National Geographic bajo el título de un día cualquiera hasta el 25 de marzo a la Sala Polivalente del Mercado de la Florida, en Hospitalet de Llobregat, imprescindible, y además es gratis.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Febrero 2018.