Trumpazo en la noche – por Francesc Sánchez

Donald Trump ha disparado. Lo ha hecho ordenando un ataque desde dos destructores ubicados en el Mediterráneo. Los 59 misiles Tomahawk han atacado una base aérea del ejército sirio matando a una decena de personas. El presidente ha justificado el primer ataque estadounidense sobre el régimen por la transgresión de una línea roja: el uso de armas químicas por parte del régimen sobre población civil. Un bombardeo con substancias por determinar que habría matado a una ochentena de civiles en la ciudad de Jan Sheijun, en la provincia rebelde de Iblib, que fue denunciado por sus víctimas con la filmación de imágenes dantescas de niños muertos o muriéndose, que han dado rápidamente la vuelta al mundo a través de Internet.

Los misiles Tomahawk que se han lanzado desde los destructores USS Ross y USS Porter (con amarre habitual en la base conjunta de Rota en España pero que ahora se encuentran en el Mediterráneo oriental), han impactado sobre la base aérea siria de Al-Shayat, en la provincia de Homs, pero por lo que parece solo la mitad de misiles alcanzaron su objetivo: se han destruido depósitos de combustible y armamento, algunos aviones, pero la base vuelve a estar en funcionamiento. Entre las víctimas mortales del ataque se encontrarían algunos civiles que vivían en el pueblo que está en las inmediaciones de la base. En cuanto al presunto ataque con armas químicas sobre la ciudad de Jan Sheijun que ha provocado una ochentena de muertes, Damasco no niega el bombardeo con armas convencionales, pero asegura que la dispersión química es responsabilidad de los rebeldes, siendo estos quienes las almacenarían. Moscú y Teherán avalan esta versión, exigen una investigación para probar la acusación hacía el régimen, y además aseguran que no toleraran un nuevo ataque sobre la Siria de Bashar Al Asad.

La acusación de uso de armamento químico por parte del régimen no es nueva, se ha repetido en varias ocasiones, y la más significativa fue la que hace referencia al ataque sobre Guta, un suburbio de Damasco, en el mes de Agosto de 2013, que mató entre mil y dos mil personas, y que el régimen también negó acusando una vez más a los rebeldes. Esta masacre estuvo a punto de provocar una intervención armada de Barak Obama, que fue abortada por Estados Unidos cuando Bashar Al Asad, mediante la diplomacia rusa, se comprometió a poner sus armas químicas bajo control de la comunidad internacional para su posterior entrega y destrucción. Por lo tanto, con la información de la que disponemos, nos encontramos ante tres posibilidades: 1. el régimen no entregó todo su armamento químico y estaría haciendo uso del mismo, 2. los grupos rebeldes disponen de este tipo de armamento, y pueden hacer o no uso del mismo a conveniencia, 3. o ambas posibilidades al mismo tiempo.  Pero llegados aquí cabe preguntarse porque el régimen cuando después de la conquista de la otrora populosa Alepo, después de meses de asedio y con unas negociaciones para evacuar a los rebeldes, ha utilizado una vez más armamento químico, exponiéndose en el mejor de los casos a la censura y repudio internacional, y en el peor a una intervención militar como la que estamos narrando, que puede ir más allá de este ataque. Hay quién argumenta que Damasco también podría haber hecho una demostración de fuerza mandando un mensaje a los rebeldes. Pero vale la pena seguir leyendo.

Precisamente durante estos meses se están celebrando unas negociaciones entre el régimen y los rebeldes en Astaná (la capital de Kazajstán), en las que se está debatiendo dejar a un lado las diferencias para combatir al Estado Islámico y el Frente Al-Nusra, y en la que cualquier movimiento puede ser resolutivo. Cuando sabemos que Estados Unidos no juega ningún papel directo en estas negociaciones quizá entendemos mejor el ataque con los Tomahawk. Todo lo demás es propaganda: un día la embajadora norteamericana en las Naciones Unidas, Nikki, Haley, manifiesta que el objetivo es «derrocar a Al-Asad», leitmotiv que han usado todos sus enemigos cuando el régimen se apuntaba un tanto militar, y al día siguiente el Secretario de Estado, Rex Tillerson, visita Moscú y con su homólogo ruso asegura que no van «a interferir en las políticas internas de Siria». Lo que está claro es que este doble episodio resuelto por Donald Trump con este ataque sobre el régimen sirio ha servido para que el establishment americano y el poder de sus aliados en medio mundo, preocupado por si hacía cumplir sus promesas electorales, le apoye sin fisuras. Hasta la prensa que le criticó desde el principio aparentemente por sus formas soeces y lo señalaba por representar la reencarnación de Adolfo Hitler ahora que ha ordenado matar le aplaude.

Por eso puede que todo sea como título este artículo, un Trumpazo en la noche, ni idilio con Vladimir Putin en Oriente Medio, por la alianza que Estados Unidos mantiene desde hace cuarenta con Arabia Saudita e Israel, por no hablar de Turquía que es miembro de pleno de derecho de la OTAN, ni desembarco en las costas del Levante, por la alianza entre Moscú, Teherán y Damasco: de ahí que más bien esto sea una demostración de fuerza y una toma de protagonismo, esta vez -porque recordemos que el Nobel de la paz preventivo no bombardeó, pero sí armó a los rebeldes- a cara descubierta. No obstante Donald Trump es una caja de sorpresas y éstas pueden ser peligrosas y no tienen por qué gustarnos. Lejos de saber que pasará y, como dice Tomas Alcoverro, de entender Oriente Medio me limito a recordar que la guerra en Siria ya ha llegado a su sexto año y ha producido más de 300.000 muertes (la inmensa mayoría de ellas por el efecto de las armas convencionales), más de 5 millones de refugiados que llaman a las puertas de Europa, y más de 11 millones de desplazados internos.

Post scríptum

Un día después de haber escrito este artículo Bashar Al Asad ha negado que el ejército sirio utilizase armamento químico en la matanza de Jan Sheijun, porque el régimen entrego todo su armamento, denunciando un montaje por parte de los rebeldes y sus aliados, para justificar el ataque de la base aérea de Al-Shayat. Mientras esto sucedía Donald Trump volvía a disparar: esta vez fue con la GBU-43/B, más conocida como la MOAB (Massive Ordnance Air Blast), conocida popularmente como The Mother Of All Bombs (La madre de todas las bombas), sobre una red de túneles en Afganistán, en principio utilizados por combatientes del Estado Islámico. No creo que sea necesario aclarar que Estados Unidos lleva tiempo en una paradoja en Oriente Medio: mientras en Siria ha armado a los grupos rebeldes que combaten al régimen, terminando estos combatientes y gran parte de este armamento en las filas y en las manos del Estado Islámico y el Frente Al-Nusra, y ahora ha atacado directamente al régimen que combate estos dos ejércitos con sus Tomahawk, en Afganistán, Iraq, Libia, y en donde sea que tengan presencia, les combate. Para finalizar no olvidemos que la ideología de estos combatientes en Oriente Medio es la misma que tienen los terroristas que golpean en donde pueden, sea matando cristianos coptos en Egipto, musulmanes contaminados y caídos en la ignorancia en todas partes, o europeos en nuestras propias calles.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 /14 Abril 2017.