El expreso de medianoche, la importancia de las decisiones – por Claudia Banqueri

Título original: Midnight Express
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 1978
Dirección: Alan Parker
Guion Oliver Stone (basado en el libro homónimo de Billy Hayes)
Reparto: Brad Davis, John Hurt, Randy Quaid, Bo Hopkins, Irene Miracle y Paul L. Smith
Música: Giorgio Moroder

Este drama carcelario de los años 70 dirigido por Alan Parker y con guion de Oliver Stone nos mete en la piel de Billy Hayes, un joven estadounidense que ve su vida convertida en un infierno al ser capturado en el aeropuerto de Turquía con dos kilos de jachís y condenado por contrabando.  Billy comenzara así un drama personal de cuatro años dentro de una prisión turca donde, aparte de conocer los terribles estragos que produce la soledad, comprenderá que la vida esconde muchas caras, algunas más desagradables que otras.

La película contada desde un punto de vista intimista, relata el día a día de los presos en las cárceles turcas de los años setenta. Una representación algo manipulada por el punto de vista estadounidense pero con el trasfondo realista de que la cortesía y la comprensión eran palabras censuradas en dichas prisiones.

Desgarradora, pausada y con una visión que se acerca al documental, la obra de Parker nos sitúa en el interior de los ojos de ese joven estadounidense  que pierde poco a poco su inocencia entre las cuatro paredes de una celda. De forma gradual iremos comprobando como el personaje de Billy comienza a desengañarse del mundo que le rodea, a perder la fe en la justicia y a darse cuenta de que la vida no paga a todos con la misma moneda. Ese proceso de evolución de la figura del protagonista comienza con una visión casi idealista y esperanzadora y culmina con la actitud que tiene aquel que ha perdido la esperanza y se limita a vivir sin hacer mucho ruido, interiorizando así cuáles son las cartas que uno tiene que jugar y sabiendo, de forma férrea, que las posibilidades de salir victorioso se reducen a cada paso que das.

El guion de Oliver Stone está perfectamente estructurado, recogiendo con un pulso narrativo constante  el paso del tiempo y el deterioro de los personajes. Poco a poco el metraje se va tiñendo de una estela de pesimismo y violencia cuyo punto álgido se encuentra en la mitad del mismo, cuando Billy deja de ser el intruso de la prisión para convertirse en la fuerza dominante de la misma.  Quizás el único fallo se encuentre en esa necesidad casi desesperada de querer ajusticiar la figura del estadounidense en pos de la de los propios turcos. Dividendo así al elenco en dos bloques en los cuales los angloparlantes son dibujados con unos modales, educación y entereza muy alejados de la realidad en contraposición de los autóctonos del país, que se quedan en una caricatura medieval y dantesca.

Ese patriotismo camuflado, tan presenta en las películas de producción estadounidense, es una de las mayores diferencias que se encuentran en la adaptación que hace Alan Parker del libro homónimo escrito por el verdadero Billy Hayes. La visión de Parker se encuentra alejada de la del propio Hayes, ambos con dos conceptos distintos de una misma Turquía. De hecho, la fuerza del cine es demostrable en el caso de esta película que, por desgracia, le hizo un flaco favor al país otomano atribuyéndole desde ese momento la imagen de un lugar crudo y salvaje.

La interpretación del malogrado actor Brad Davis es la más significativa de su carrera, a pesar de que años más tarde volvería a destacar en “Querelle” de Rainer Werner Fassbinder.  Por otro lado una de los personajes más interesantes de la película es el fiel amigo de Billy, Max,  interpretado por el recientemente fallecido John Hurt.  Las escenas compartidas por ambos actores aportan esa visión de humanidad y ternura a un escenario absolutamente descorazonador e impersonal. Un soplo de calidez a la frialdad con la que se refleja el trato que recibían los delincuentes en las prisiones de la Turquía de los años 70. Lo más llamativo de la obra es como enfoca la importancia principal de la trama en el funcionamiento interno de las prisiones y deja de lado los crímenes cometidos por los que habitan en ellas. Como espectador resulta realmente complejo no empatizar con los presos y ver en la justicia e instituciones penitenciarias turcas a los verdaderos villanos de la historia.

La banda sonora de Giorgio Moroder acompaña a las escenas aportando melodías suaves y poco llamativas con el uso de instrumentos de viento propios del país en el que  se desarrolla la acción. La pista titulada “Chase” es la única que se desmarca de la naturaleza homogénea  de la composición y aporta un ritmo más techno característico de la década.

“El expreso de medianoche” es una película narrada con una crudeza poco sutil y con un realismo sin precedentes. Una obra que encaja en el contexto de ese cine del new Hollywood tan presente en la Norteamérica de los 70, donde los retratos de las realidades sociales más marginales habían adquirido un protagonismo latente y que invita a cuestionarnos la importancia de las decisiones y el valor de la libertad.

Claudia Banqueri Modet. Granada.
Colaboración. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Abril 2017.