Aquí la tienen. La fotografía de la muerte de un miliciano, aparecida por primera vez en la revista francesa Vu el 23 de septiembre de 1936, y de la que Robert Capa no quería nunca hablar. Probablemente sea una de las imágenes más icónicas del siglo XX y probablemente una de las imágenes más polémicas. Desde que fue distribuida por la revista LIFE se ha analizado y debatido hasta la saciedad si es una fotografía verdadera o un posado. Nada debería de sorprendernos: el coger los bártulos y querer documentar fotográficamente una guerra debe ser una experiencia inigualable en la que por mucha preparación que uno lleve termina convirtiéndose en una historia con final incierto que se escribe diariamente.
Hace unos días tuve ocasión de asistir a un seminario de John Mharz (organizado por la gente del Centre d’Investigacions FILM-HISTÒRIA) en el que nos recordaba la idea que toda fotografía conlleva una intencionalidad. Podemos ver una imagen superficialmente y apreciar tanto su belleza como aquello que a la luz del día nos quiere mostrar, pero en algunas imágenes existe un mensaje más oscuro y profundo que si queremos podemos desentrañar. Entonces descubriremos cual es la intencionalidad de su autor, o al menos el que cada cual crea haber encontrado. La segunda carga de profundidad que nos lanzaba John Mharz es el concepto de la captación de un instante real o por el contrario la dirección de ese instante que el fotógrafo inmortaliza en su negativo. En el primer caso el fotógrafo captura fortuitamente un instante, que de no encontrarse en ese lugar en un momento determinado, le sería imposible capturar, mientras que en el segundo el autor ha preparado una composición, ha realizado una recreación, que puede mostrarse como tal o puede pasar por una captura de un instante genuino e irreproducible. Esto en el fotoperiodismo como comprenderán es muy polémico porque en este caso el fotógrafo al estar informando de una realidad en principio debería de ser fiel a esos momentos fortuitos que componen la historia que quiere contarnos. En cualquier caso hago notar que para estas dos modalidades no hablo en ningún momento de la verdad. Pues en un caso la captación del instante genuino no puede separarse nunca de la intencionalidad del sujeto que hace la fotografía y su propia existencia que por fuerza influye hacía los demás, y en otro la dirección o la composición de una imagen nos puede estar aportando también una realidad en el caso que estos actores de su propia vida, la historia que estamos contando, y el escenario tengan la misma existencia y función fuera de nuestro objetivo. Por lo tanto ambas conllevan cierta verdad.
Lo que ya no tiene cabida en el periodismo es la falsedad. En el momento en que capturamos un momento fortuito y lo mostramos como la generalidad, o vamos más allá componiendo ese momento sin que exista en ninguna parte más allá de nuestra imaginación, y queramos exponerlo como la realidad de los hechos de nuestra historia, estamos cometiendo un engaño que probablemente sirve a intereses propagandísticos con una clara intencionalidad. Por eso cuando contemplamos imágenes de un conflicto armado es necesario estar alerta y ser cautelosos porque probablemente estemos contemplando lo que alguien quiere que contemplemos: vuelvo a recurrir al derribo de la estatua de Sadam Husein en Bagdad (cuando hablaba tiempo atrás de la plaza como escenario mediático) por parte de unos cuantos iraquíes cuando los combates se reproducían por toda la ciudad, pero podríamos hablar también de las estampas dantescas de Alepo cuando éstas siendo reales forman parte de un sector que comprende la mitad de la ciudad, o la inexistencia de imágenes del cerco a Mosul. Hay que tener en cuenta que en nuestros tiempos asistimos a una revolución tecnológica que permite a cualquier tomar imágenes con cámaras digitales y exponerlas al público a través de Internet y esto lo está cambiando todo: pero siendo esto positivo es también una arma de doble filo porque la manipulación, y por lo tanto en el engaño si no somos precavidos, está al alcance de todos. Muchos periodistas pueden ver en esto un intrusismo que terminará con sus puestos de trabajo pero en mi opinión solo hay dos formas de periodismo, independientemente de la titularidad o el estar a sueldo de medio, el bueno y el mal periodismo.
El hecho es que Robert Capa se encontraba en un barranco de un municipio cordobés tirando fotografías a un grupo de milicianos que se estaban entrenando, cuando entra en escena -para algunos que le han puesto nombre- el miliciano anarquista Federico Borrell García (alias Taino), y el fotógrafo captura el instante preciso de su muerte. La intencionalidad era clara: dar a conocer al mundo entero que en España se está librando una fratricida guerra civil en la que unos cuantos milicianos se estaban enfrentando a unos militares alzados contra la República y apoyados por los fascistas italianos y los nacionalsocialistas alemanes. Las fotografías de Robert Capa no sirvieron para que ninguna democracia en el mundo enviara a sus soldados a luchar a favor del pueblo español -aunque como se comprobó más tarde esta guerra formara parte de los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial-, pero sin embargo, sí que pudo jugar algún papel para que unos cuantos miles de voluntarios idealistas de multitud de países -entre los que se encontraba el joven mexicano Juan Miguel de Mora- decidieran lanzarse al vacío.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Diciembre 2016.