Viejo y nuevo periodismo – por Lluís Foix

El periodismo sigue más vivo que nunca a pesar de las transformaciones que se están produciendo a una velocidad inalcanzable. Contar lo que pasa, reflexionar sobre los acontecimientos que ocurren, verter opiniones sobre lo que se estime oportuno es la esencia del periodismo y de la libertad.

En las redacciones ya no se fuma, se bebe sólo agua, se habla muy poco. Tampoco se grita o se insulta. Un silencio estrepitoso recorre las salas de ordenadores con los que hablamos como si fueran personas. La información se multiplica, se diversifica, tiene muchos formatos y pocas cosas hay en el mundo que se muevan que no las tengamos delante de la pantalla.

Sabemos mucho, casi todo, però con frecuencia no sabemos lo más importante, aquel detalle o aquella insignificancia que pueden ser la clave que explica la realidad. Este es el punto más relevante del periodismo. Saber relacionar las piezas de una historia hasta hacerla comprensible y veraz. Entre los fragmentos que se conservan del poeta griego Arquileo hay uno que dice que “el zorro sabe muchas cosas pero el erizo sólo sabe una y es la más grande”.

En el libro “Aquella porta giratòria”, premio Josep Pla 2016, rememoro el periodismo que se practicaba hace una generación, unos tiempos en los que no había ordenadores en las redacciones, cuando la información llegaba lenta y fragmentada. No nos podemos imaginar ahora una sala de periodistas hablando en voz alta, discutiendo, criticando abiertamente a cualquiera. Al director, también, por supuesto, porque en el ánimo de cualquier periodista late la convicción de que lo haría todo mejor que el director.

Las nube que almacena toda la información lo ha transformado todo. Ha borrado los diccionarios, enciclopedias, los archivos. Todo está al alcance de la pantalla. No hay que moverse, ni hablar con nadie, ni llamar por teléfono. Todo transcurre en el silencio digital que penetra en los sarcófagos de la información y de la historia.

Pero el reto de hace treinta años es el mismo de hoy. No es otro que saber encontrar una explicación completa, más o menos definitiva, a los acontecimientos que nos toca contemplar para hacer el servicio más categórico a la sociedad. Alcanzar esta lucidez periodística es prácticamente imposible por lo que quien pretenda conocer la política, por ejemplo, tendría que suspender sus juicios sobre las personas y los hechos analizándolos tal como son y no como a uno le convendría que fuesen. Este nivel de objetividad es altamente improbable.

Es aconsejable contar lo que se ve, lo que se puede cuantificar, las ideas que se presume que están detrás de los hechos. Y también ofrecer una opinión de acuerdo con los hechos. Pero si la realidad canvia habrá que modificar también las opiniones.

Antes y ahora es frecuente que veamos pasar por delante personajes, acontecimientos, revoluciones y tragedias sin que alcancemos a visualizar el significado que van a tener. Tuve la oportunidad de cubrir en directo las elecciones en las que Margaret Thatcher fue elegida primera ministra en 1979 y las que llevaron a la Casa Blanca a Ronald Reagan en 1980. Tuvieron que transcurrir muchos años hasta darme cuenta de las repercusiones que tendrían aquellas elecciones que pusieron en marcha la revolución conservadora cuyos efectos todavía perduran en todas las sociedades occidentales.

En el viejo y el nuevo periodismo, con las tecnologías que han marcado las formas de ejercitarlo, hay cuatro cuestiones que no han cambiado y que convendría preservar. Me refiero a la libertad, a la veracidad,, a la justicia y a la compasión. Sin libertad no hay justicia ni democracia. Tampoco se puede llegar a tener una visón aproximada de la realidad.

En estos tiempos de rapidez y precipitación, slogans y frases comprimidas, es necesario poner las informaciones en su contexto. Saber de donde venimos y adonde vamos. Lo que ha ocurrido en el pasado y qué pasa en el presente.

El periodismo no tiene la última palabra. Sólo dispone del primer esbozo de la realidad. Luego vendrán otros periodistas que aportarán más datos y después se presentarán los historiadores que, a su vez, serán superados por otros historiadores con la idea de que la historia no se hace sino que se rehace.

La comunicación, en todos sus soportes de distribución, tiene hoy más importancia que nunca porque llegan a todo el planeta en tiempo real y sin hacer distinción de clases sociales, países, océanos y continentes. Las redes sociales han llegado para quedarse y cambiar la forma de practicar el periodismo.

Pero lo que es una mentira lo sigue siendo, tanto si es publicada en un periódico, es transmitida por radio, se difunde por la televisión o invade las redes. La mentira es el gran obstáculo para el periodista y es un peligro para la sociedad, la paz y la libertad.

En el nuevo periodismo y en el periodismo viejo es imprescindible responder de los propios actos, huir del anonimato, de las trampas, de las fantasías, de las injurias y de las profecías. Está la compasión como elemento importante. Quien no muestra compasión viendo a centenares de personas que se hunden en el Mediterráneo y que son víctimas flagrantes de la injusticia no es un periodista completo. El estar abierto a todos los puntos de vista no significa ser indiferente a todas las acciones. El periodismo ha de contribuir al bienestar de los más desprotegidos favoreciendo su dignidad y su libertad. El objetivo no es hacer caer gobiernos ni enaltecerlos. Simplemente, explicar lo que ocurre en un momento concreto situando los hechos en su contexto político, social, histórico yo humanista.

Lluís Foix ha sido corresponsal en Londres y Washington, ha cubierto informativamente siete guerras, y ha sido también director de La Vanguardia.

Nota: El artículo fue publicado originariamente en la revista El Ciervo, la publicación en este periódico cuenta con la autorización del autor. Puede leerse también en el blog de Lluís Foix a través de este enlace.

Redacción. Periodismo. El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 20 Agosto 2016.