2015 fue el año más caluroso desde que se empezaron a tomar medidas de la temperatura promedio del planeta hace más de cien años, por allá por 1880; así como lo había sido el 2014 y así como la última década ha sido la más calurosa en todo ese tiempo. El planeta se está calentando, sobre eso no hay la menor duda, y los glaciares y casquetes polares se están fundiendo a un ritmo cada vez más rápido. De aquí a unos cuantos años el océano ártico estará completamente libre de hielo en el verano y la desaparición de la placa de hielo de Antártida oeste ya está bien avanzada, y es irreversible, según nos dicen diversos reportes que han salido en los últimos meses.
Cocinándonos en nuestras propias emisiones
Las naciones del mundo se están empezando a dar cuenta de que efectivamente hay una problemática ambiental pero todavía no se quiere reconocer ni la naturaleza ni la magnitud ni la urgencia de dicha problemática. En diciembre en París hubo esta reunión internacional, el COP21, en la que cada país se compromete a reducir sus emisiones de carbono en un cierto porcentaje a lo largo de las próximas décadas, y se espera contener el aumento de temperatura global a un máximo de dos grados centígrados en el transcurso de este siglo.
Las naciones del mundo llevan años diciendo lo mismo, que ahora sí van a reducir sus emisiones de carbono, sin que nunca se haya tomado ninguna medida efectiva al respecto. Lo dijeron en Rio en 1992, lo ratificaron en Kyoto en 1997 y lo volvieron a decir en Copenhague en 2009 y las emisiones de carbono no solo no se redujeron sino que de hecho se triplicaron desde la Cumbre de la Tierra en Rio. Las naciones del mundo, sobre todo las que más contaminan, siempre se las arreglan para que todo se quede en palabras, palabras y más palabras y que los negocios sigan como de costumbre. Business as usual, como dicen en inglés.
Pero vamos a suponer que esta vez sí va en serio el asunto; forzados por la opinión pública los líderes del planeta no pueden seguir negando la evidencia y ya se decidieron a dar los primeros pasos para llegar eventualmente a una economía libre de carbono. El problema es que las medidas que se están tomando son claramente insuficientes y a destiempo, además de que no se atienden las razones de fondo de la crisis ambiental.
Vamos por partes. Un primer problema es que se está tratando al cambio climático como si fuera un proceso lineal que avanza progresivamente de acuerdo a un cierto ritmo. En realidad es un proceso exponencial que se va acelerando a medida que agarra vuelo; las emisiones que la biosfera no puede asimilar se van acumulando en la atmósfera y hay ciertos puntos de inflexión que una vez que son superados hacen que el sistema climático se vuelta cada vez más inestable e impredecible. Si en todo el planeta se dejaran de quemar los combustibles fósiles hoy mismo, lo que no va a suceder, con la pura inercia del cambio que ya está sucediendo es suficiente para que la temperatura aumente esos dos grados a los que se trata de contener el aumento.
En 2009 en Copenhague se manejaba la cifra de 1.5 grados centígrados como lo máximo que se podía permitir que la temperatura aumentara globalmente; ahora en París la cifra que se maneja son dos grados. Al parecer 1.5 grados ya se vio que es imposible de conseguir y hay que hacerse la idea de que el aumento mínimo e inevitable es de dos grados. Eso significa que de aquí a diez años se va a manejar la cifra de 2.5 grados y después van a ser tres. Al hacernos la idea de que la temperatura va a aumentar inevitablemente dos grados, en realidad lo que se está haciendo es preparar el camino para que a la mera hora el aumento sea de tres o cuatro grados.
Creemos estar en control de procesos que nos quedan demasiado grandes; el principio de precaución que debía de guiar nuestros pasos sin embargo brilla por su ausencia.
Medidas a destiempo
Las medidas que se quieren tomar ahora para reducir las emisiones de carbono se tenían que haber empezado a aplicar hace veinte, treinta, o cuarenta años; cuanto antes se hubieran empezado a implementar, más eficacia hubieran tenido. No es que no se supiera hace treinta o cuarenta años que el creciente uso de los combustibles fósiles iba a provocar eventualmente un cambio climático; ya se sabía perfectamente, pero se decidió no hacer nada al respecto porque lo que mueve al sistema son las ganancias inmediatas y lo que ocurra dentro de treinta o cuarenta años a la gente le tiene completamente sin cuidado. No había, ni sigue habiendo, la menor voluntad política de hacer cambios que afecten a la estructura de un sistema completamente dependiente de la energía barata que nos proporcionan los combustibles fósiles.
Además que son muchísimos los intereses creados que hay de por medio. A fines de la década de los setentas la compañía petrolera Exxon, la más poderosa del mundo, la más grande y la que mueve más dinero, ya tenía estudios realizados por sus mismos ingenieros y científicos que decían sin la menor ambigüedad que la humanidad estaba influenciando el clima global por medio de las emisiones de carbono, y que para evitar un cambio climático potencialmente catastrófico se requeriría de reducciones sustanciales en dichas emisiones. Una vez que los primeros efectos del cambio climático fueran discernibles, podrían ser ya irreversibles.
A la compañía Exxon y a otras compañías petroleras no les convenía que esta información se divulgara, ya que en algo afectaría a las enormes ganancias de miles de millones de dólares que obtienen cada año, lo que es la única consideración que ellos toman en cuenta; y lo que hicieron fue financiar toda una campaña de desinformación para sembrar la duda sobre la realidad del cambio climático y de su origen antropogénico. Tanto éxito tuvieron que consiguieron efectivamente desviar la atención sobre el asunto y posponer cualquier medida regulatoria durante otros 25 años.
Ahora resulta que los efectos del cambio climático ya son perfectamente discernibles y es muy posible que hayan entrado en la fase irreversible. El planeta tierra está pasando por una etapa de transición en la que estamos dejando atrás la relativa estabilidad climática de los últimos diez mil años, desde que terminó la última glaciación y empezó el período llamado holoceno y que permitió el surgimiento de las civilizaciones, para entrar en una nueva etapa de incertidumbre y extremos climáticos que de hecho constituye una terra incognita. No tenemos ni idea de cómo se viene, pero los prospectos no son buenos. Las perturbaciones ya están afectando a millones de personas; sequías, hambrunas, ciclones o inundaciones se están convirtiendo en la norma, exacerbando situaciones de por sí precarias y provocando inevitables conflictos armados y migraciones en gran escala.
Ya el IPCC nos dijo que en el transcurso de este siglo no habrá persona en el planeta que no se vea afectada por el cambio climático pero de hecho esto no nos afecta nada más a nosotros, sino a todas las demás especies vivas. Los hábitats se están alterando, los océanos se están acidificando, y los cambios están sucediendo demasiado rápidamente. Muchas especies no se van a poder adaptar a las nuevas circunstancias. Es una situación bastante delicada, y parece que todavía somos incapaces de comprender todas las implicaciones.
El comportamiento criminal de esas compañías que llevan décadas interfiriendo con cualquier medida que limite en lo más mínimo sus ganancias fabulosas es de una irresponsabilidad que desafía la imaginación. Para estas corporaciones la vida misma del planeta puede desaparecer, pero no sus ganancias. Las medidas que se hubieran podido implementar progresivamente durante los últimos treinta años hubieran ido muy lejos para mitigar los peores efectos del cambio climático; alguien podría decir que las tibias medidas que se quieren tomar ahora son demasiado poco y demasiado tarde.
La vida que desaparece
Éstas son noticias que han salido publicadas recientemente:
El fitoplancton, que es el nutriente crucial en la base de la cadena alimenticia en el océano y del que depende toda la vida marina, se ha reducido en un 40% en los últimos 60 años. Cuando el plancton es abundante, la vida es abundante, y cuando desaparece, la vida marina es imposible. Este declive podría significar un cambio más dramático en el delicado balance de la naturaleza que la perdida de las selvas tropicales, y tendría consecuencias en una amplia gama de especies marinas y terrestres, hasta llegar a los humanos.
En las últimas dos décadas la población de mariposas monarca se ha reducido en más del 90%, debido al uso generalizado de pesticidas y de organismos genéticamente modificados en la agricultura industrial.
El descenso en las poblaciones de las cuatro especies de abejas más comunes en Estados Unidos ha sido de hasta un 96%, de acuerdo al censo nacional de insectos más completo que se ha realizado. Dicen los científicos que este alarmante declive puede tener implicaciones devastadoras en la polinización de plantas tanto silvestres como cultivadas. El colapso en las colonias de abejas se está convirtiendo en un fenómeno global; de haber sido observado originalmente en Europa y Estados Unidos, ahora está ocurriendo en China, Japón y otros lados.
La población de osos polares en Alaska y Canadá está en caída libre, y se ha reducido en un 40% en los últimos cuantos años. De una población de 1500 osos que había en el área del mar de Beaufort en el año 2006, solo quedaban 900 en el 2014. De un grupo de 80 oseznos que estaban siendo monitoreados entre 2004 y 2007, solo dos sobrevivieron. Al desaparecer las capas de hielo de las que dependen para encontrar alimento prácticamente se les está condenando a desaparecer. A pesar de que se considera una especie amenazada, en Canadá su caza sigue siendo legal y en los últimos años se ha triplicado ya que su piel alcanza altos precios en el mercado.
La población de elefantes en África ha descendido estrepitosamente en los últimos diez años, y se ha reducido hasta en un 62%. Las principales causas son la pérdida de su hábitat por el incremento de la agricultura industrial que cada vez utiliza más terreno, y la caza furtiva que alimenta al comercio ilegal de marfil. Los elefantes están siendo sacrificados en gran escala para producir objetos de ornato y chucherías que se venden como souvenirs. No solo son los elefantes sino todos los grandes herbívoros los que están desapareciendo rápidamente de la tierra. Eso incluye a los hipopótamos, rinocerontes y gorilas, y según un estudio el 60 por ciento de los grandes herbívoros está en peligro inmediato de extinción. Pérdida de hábitats y caza furtiva son las principales razones, y la reducción en sus números y desaparición está dejando enormes espacios vacíos que antes estaban rebosando de vida.
Más de 150,000 antílopes saiga, considerados en peligro de extinción, murieron en un espacio de dos semanas en las llanuras de Kazakstán, en un fenómeno que los científicos son incapaces de explicar. Esta mortalidad masiva supera el conocimiento que se tiene sobre el comportamiento de los sistemas biológicos. Sus muertes ocurrieron demasiado rápido para atribuirse a una enfermedad transmisible. Hace apenas 15 años había más de un millón de estos antílopes; ahora tan solo quedan 30,000, y la extinción de la especie podría ser inevitable.
El 70% de la población total de aves marinas en todo el mundo ha desaparecido en los últimos 60 años, lo que equivale a alrededor de 230 millones de aves, según un estudio publicado por la Universidad de British Columbia. Algunas colonias de aves se han visto reducidas a menos del cinco por ciento de lo que eran hace un par de generaciones. Contaminación, basura plástica, y la disminución en la cantidad de peces en los mares son las principales causas del colapso en sus poblaciones. La magnitud del declive de las aves marinas nos hace ver que hay algo que no funciona con los ecosistemas marinos y nos da una idea del impacto que estamos teniendo por todos lados.
Por donde quiera que volteemos es la misma historia
La letanía es larga. Los animales están desapareciendo por todas partes. No solo son los herbívoros sino también los grandes predadores. El 75% de las especies de grandes carnívoros ha visto reducirse sus números de manera significativa. Esto incluye a los leones, tigres, jaguares, pumas, y todo tipo de felinos; dingos, lobos, coyotes, zorros, osos, nutrias y muchos más. “Globalmente estamos perdiendo a los grandes carnívoros” es la conclusión a la que llega un estudio publicado por la revista Science. Muchos de estos animales están en riesgo de extinción, local y globalmente. Irónicamente, están desapareciendo justo cuando empezamos a conocer sus importantes efectos ecológicos. Su declive está alterando el balance de los ecosistemas a lo largo y ancho del planeta.
La vida marina ha sido particularmente afectada. En el reporte Living Blue Planet que sacó el World Wildlife Fund (WWF) en 2015 se dice que las poblaciones de vertebrados marinos declinaron un 49% en promedio entre 1970 y 2012. La pesca excesiva que no permite que las poblaciones se recuperen, la contaminación, la acidificación de los océanos y el aumento de temperatura producido por el cambio climático son las principales causas. Algunas especies de peces esenciales para la seguridad alimenticia de cientos de millones de personas han visto sus números reducirse en más de la mitad. Las especies más buscadas y más pescadas, como el atún, la sardina, el mackerel o el bonito se han reducido hasta en un 74 por ciento.
Las ballenas fueron llevadas prácticamente al punto de extinción en la primera mitad del siglo veinte. Más de 200,000 ballenas fueron arponeadas entre 1905 y 1949. A pesar de que en 1986 la Comisión Internacional de Ballenas (IWC) estableció una moratoria global sobre la caza con fines comerciales, más de treinta mil ballenas han sido matadas desde entonces, por países como Japón, Islandia y Noruega que insisten en seguirlas cazando. Actualmente quedan entre mil y tres mil ballenas azules, lo que es una reducción del 98% sobre las que había hace apenas un siglo.
Las tortugas marinas han habitado la tierra por más de 150 millones de años. Se las arreglaron para sobrevivir la extinción de fines del cretácico en la que desaparecieron los dinosaurios hace 65 millones de años. Quién sabe si puedan sobrevivir a la presente extinción masiva. El impacto producido por actividades humanas en el último par de generaciones ha resultado en una disminución mayor al 95 por ciento en su población.
Por donde quiera que volteemos es la misma historia. En tiempos relativamente recientes se contaron hasta 100,000 rinocerontes negros. Actualmente quedan 2000 (una reducción del 98 por ciento). El número de cheetahs se redujo un 90 por ciento, de 100,000 a 10,000. Cada 15 o 20 minutos desaparece una especie de las que conocemos, y quien sabe cuántas otras de las que ni siquiera conocemos. El WWF ya nos dijo que entre 1970 y 2010 desapareció el 52% de la vida silvestre. Es decir, que en promedio hay la mitad de animales de los que había hace apenas cuarenta o cincuenta años.
Lo más impactante son los porcentajes que se manejan. Si en algún lugar específico hubiera un descenso repentino de un diez o veinte por ciento en la cantidad de vida de alguna o varias especies en particular, ya sería motivo para preocuparse. Descensos repentinos en poblaciones son síntomas de desequilibrios graves en los ecosistemas. Pero aquí estamos hablando de descensos dramáticos de 40, 50, 70 o noventa y tantos por ciento en las poblaciones de una cantidad enorme de especies, del aire, de la tierra y del mar. La vida y la diversidad biológica están desapareciendo delante de nuestros ojos, en un lapso extremadamente breve de tiempo. Este proceso no se está frenando, se está acelerando. El impacto de nuestras actividades en el mundo en el que vivimos es cada vez más devastador, y no les estamos dejando espacio a las demás especies para que sobrevivan. Hemos querido moldear este mundo para satisfacer nuestras necesidades y nuestros caprichos, pero ¿realmente creemos que podemos prescindir de todas esas especies?
Con todo estamos acabando
Las especies están desapareciendo por todos lados porque los ecosistemas están desapareciendo por todos lados. La pérdida de su hábitat es una de las principales razones por la que los animales no pueden seguir existiendo. Vamos a ver rápidamente como está la situación.
Hubo algún tiempo, no hace demasiado, en que el 14% de la superficie de las tierras emergidas (continentes e islas) estaba cubierto de selvas primarias; en la actualidad, este porcentaje se ha reducido tan sólo al 6% y al ritmo actual de deforestación, es posible que las selvas hayan desaparecido por completo alrededor del año 2050. Entre 7.5 y 8 millones de kilómetros cuadrados de los 15 a 16 millones de kilómetros cuadrados que había de selva hace apenas 60 años han desaparecido. Cada año unos 15 mil millones de árboles son talados en todo el mundo y se plantan alrededor de 5 mil millones, apenas la tercera parte de los que se talan. Las selvas son el hábitat de dos terceras partes de toda la biodiversidad de fauna y flora del planeta. Aún quedan por descubrir millones de especies de plantas, insectos y microorganismos, muchos de los cuales están desapareciendo incluso antes de que los conozcamos.
Asimismo, los bosques y selvas que aún persisten están siendo cada vez más fragmentados, parcelados y atravesados por algunos de los 24 millones de kilómetros de nuevas carreteras que se construyen cada año en todo el mundo, que permiten a cazadores furtivos, mineros y toda clase de industrias extractivas llegar a los rincones más recónditos del planeta. La fragmentación de los hábitats puede reducir la diversidad animal y vegetal hasta en un 75 por ciento y sus efectos son acumulativos. La mayor parte de la destrucción está sucediendo en los bosques boreales de Canadá, Rusia y Alaska y en las selvas tropicales del Amazonas y el Congo, y las industrias extractivas juegan un papel crítico en este daño. Se ha calculado que cada día se pierden un promedio de 137 especies de plantas, animales e insectos debido a la deforestación, lo que equivale a 50,000 especies cada año.
No solo son las selvas o los bosques por supuesto, son todos los demás ecosistemas. Más de la mitad de los manglares, pantanos y humedales que había en el planeta han desaparecido en los últimos cien años debido principalmente a desarrollos residenciales o industriales, contaminación, apropiación y desvío de las fuentes de agua, y sobre todo a la idea que se tenía de que los humedales eran tierras inútiles, lugares inhóspitos con animales indeseables y sin valor comercial. En un sistema económico en el que todo gira alrededor del dinero, aquello a lo que no se le da valor comercial no tiene razón de ser, y los pantanos y manglares eran vistos como estorbos que había que quitar de en medio.
Esto condujo a su mal manejo, rellenado, azolvamiento, modificación, y finalmente desaparición. Los manglares se convirtieron en vertederos de toda clase de desechos industriales y es hasta muy recientemente que hemos empezado a darnos cuenta de la gran riqueza en biodiversidad y servicios ambientales que nos proporcionan. Sin embargo, los manglares siguen desapareciendo a una tasa promedio de 2.5 por ciento anual, lo que significa que de aquí a 30 años no va a quedar nada. México es el quinto país con mayor extensión de manglares en el planeta, pero ya perdió 65 por ciento de estos ecosistemas: únicamente le quedan 655,000 hectáreas.
Los arrecifes de coral han sido descritos como las selvas tropicales del océano. Están desapareciendo a un ritmo de dos por ciento al año; la quinta parte de los arrecifes de todo el mundo ya desaparecieron y la mitad de lo que queda está en peligro de desaparecer en los próximos veinte años. El aumento de la temperatura y la acidificación de los océanos, así como la contaminación y la sobrepesca están acabando con estas maravillas del mundo natural. Aunque solo ocupan menos del uno por ciento del área del océano, albergan al 25 por ciento de la vida marina.
Bosques y selvas, manglares y arrecifes; con todo estamos acabando.
Salvando el planeta
Pero de nada de esto se han enterado al parecer los señores que deciden los destinos del planeta. Ya van en su reunión número veintiuno y siempre se las arreglan para conseguir su objetivo, que es seguir ganando tiempo. Sí, ya se reconoció que efectivamente el clima del planeta se está alterando y la temperatura promedio global aumentando, y también ya se reconoció que efectivamente somos nosotros los humanos los que hemos provocado ese cambio al quemar alegremente en un par de siglos las reservas de combustibles fósiles almacenadas durante cientos de millones de años y devolver a la atmósfera el exceso de dióxido de carbono que se había retirado de circulación. Ya se sabe que las enormes cantidades de petróleo, carbón y gas natural que se queman cada día han hecho que la temperatura promedio del planeta aumente un grado centígrado y se trata de limitar ese aumento a dos grados en el transcurso de este siglo.
Pero no hay de qué preocuparse; si el planeta tiene una calentura no hay nada que no se solucione con una buena aspirina. Entonces de lo que se trata es de crear las condiciones de mercado y desarrollar las tecnologías adecuadas para que la economía pueda seguir creciendo y podamos seguir consumiendo y consumiendo pero de una manera más “verde”. Para estas personas todo se reduce a una cuestión tecnológica, de encontrar las energías alternativas que permitan que nuestra sociedad industrial, con sus millones de fábricas y cientos de millones de vehículos pueda seguir funcionando y produciendo toda clase de artículos de consumo, pero sin contaminar tanto. A medida que la economía se hace verde, se abrirán enormes oportunidades para hacer negocios y seguir creciendo.
Y las naciones del mundo se comprometieron a reducir voluntariamente sus emisiones en un tanto por ciento, sin que nadie los pueda obligar realmente a hacerlo. Como ha sucedido tantas veces anteriormente, las palabras se las lleva el viento. Es posible que a la mera hora las reducciones que nos proponen sean completamente irrelevantes, y que queden obsoletas incluso antes de haberlas implementado. El mundo está cambiando más rápido de lo que nos estamos adaptando.
El problema aquí es que se quiere tratar al cambio climático como si fuera algo aislado, desconectado, que no tiene nada que ver con el resto de la problemática ambiental, y que se puede solucionar con unos cuantos arreglos por aquí y por allá, una vez que finalmente nos decidamos a hacer algo al respecto. En realidad, el cambio climático no es más que un síntoma de una problemática más grave, que es el impacto que nuestra especie en conjunto y nuestras actividades están teniendo en el resto del planeta. Este impacto se manifiesta de muchas maneras, y el cambio climático, tan grave como es, tan solo es una de ellas. Igualmente grave es la dramática pérdida de biodiversidad que está sucediendo por todos lados; la vida está disminuyendo y desapareciendo delante de nuestros ojos; estamos llevando a miles de especies a la extinción y no hay rincón del planeta que no esté contaminado. Este planeta literalmente ya nos quedó chico; hemos traspasado todos los límites, alterado los ciclos más básicos, roto cualquier equilibrio, con nuestra obsesión por seguir creciendo.
Pero que la economía tiene que seguir creciendo no se cuestiona, ni siquiera se menciona. Estas personas, los líderes del planeta, al parecer no tienen la menor noción de que estamos en una situación bastante precaria con recursos cada vez más escasos y ecosistemas que están fallando en cadena, y que de alguna manera la orgía de consumo en la que nos dimos vuelo los últimos cincuenta años no se puede mantener eternamente, y que quizás, quizás, las enormes concentraciones de poder y riqueza que el sistema permite son una buena parte del problema. Todo esto queda fuera del discurso; las cosas van a seguir siendo como son hasta que ya no puedan serlo.
Al final de su última reunión, el COP21, los líderes del planeta quedaron muy satisfechos de sí mismos, y se aplaudieron y felicitaron porque ahora sí ya se va a hacer algo para “salvar el planeta”. Y uno se pregunta, ¿de qué planeta estarán hablando estas personas? Ciertamente las cosas se ven diferente desde sus torres de cristal. A estos señores no les interesa realmente salvar el planeta. Lo único que les interesa es salvar el business as usual.
David Cañedo Escárcega. Tenango de Doria. Hidalgo. México.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Abril 2016.