Las uvas de la ira de John Ford – por Francesc Sánchez

Título original: The Grapes of Wrath
Nacionalidad: Estados Unidos
Año: 1940
Dirección: John Ford
Guión: Nunnally Johnson (Novela: John Steinbeck)
Interpretación: Henry Fonda, Jane Darwell, John Carradine, Charley Grapewin, Dorris Bowdon, Russell Simpson, John Qualen, O.Z. Whitehead, Eddie Quillan, Zeffie Tilbury
Música: Alfred Newman

Retrocedamos en el tiempo hasta llegar a los duros años de la Gran Depresión en los Estados Unidos cuando tres millones de personas en la América profunda pierden sus tierras por la sequía que produce, entre los años el 1932 y 1939, el fenómeno climático del Dust Bowl (literalmente el Cuenco de Polvo). Un mundo se desploma y otro no termina de levantarse a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. Dejaremos esto de fondo. El filme de John Ford se inicia con la vuelta al hogar familiar de Tom Joad, después de haber pasado cuatro años en el presidio, y acto seguido pasamos a ver como éste se encuentra con un desahucio a lo bestia que lleva a su familia a agarrarse a un clavo ardiendo: hacer caso de un folleto que reclama ochocientos jornaleros en unas plantaciones frutícolas del estado de California. Así que la familia al completo coge sus bártulos y los sube a un destartalo camión que parte de Oklahoma y atraviesa medio país a través de la Ruta 66 hasta llegar a la Tierra Prometida. Ni el hambre, ni el desierto, ni la muerte de algunos de ellos por el camino, la detienen hasta llegar a su objetivo. Pero nada es lo que se habían imaginado: no encuentran trabajo en la primera ciudad californiana y un sheriff les invita a irse a un campamento donde la espera eterna de multitud de personas se hace amiga del hambre. Los contratistas son seres desaprensivos que están compinchados con policías corruptos que buscan contratar a cualquiera fuera de la ley por el menor precio posible. Cuando recomiendan a nuestro grupo ir a buscar trabajo a una plantación es porque hay una huelga y buscan esquiroles, cuando se dan cuenta que están cercados por alambradas y hombres armados deviene la tragedia, y cuando por fin llegan a un campamento mejor creado por el Gobierno, este mismo entramado de corrupción quiere destruirlo.

El filme como decíamos al principio muestra un ejemplo, que podríamos llamar arquetípico, de una familia de campesinos que ha perdido todo en este caso por las malas cosechas y por haber hipotecado sus tierras, que se desplaza, convirtiéndose en emigrantes, hacia un nuevo territorio en el que han depositado sus esperanzas. Esto se repite continuamente a lo largo de la Historia, sucedió en Europa durante la Revolución Industrial en el siglo XIX, cuando los campesinos llegaron a las ciudades para convertirse en el proletariado, sucedió en España después de la Guerra Civil cuando se repitió esto mismo con centenares de miles de andaluces, extremeños, murcianos, etc. que llegaron a las principales urbes del país, y sucede hoy mismo de nuevo en la inmensa migración de chinos que se desplazan desde el interior del país a las grandes ciudades industriales, donde se fabrica desde la más alta tecnología hasta lo que encontramos en los bazares. Nunca ha sido fácil pero el proceso se repite, y quién sabe si como sucedió en la Edad Media tras el desmoronamiento del Imperio Romano, este proceso pueda invertirse algún día. Y eso no deberíamos verlo como algo deseable. Pero abramos más nuestra mirada y encontraremos que las grandes migraciones de nuestro tiempo de lo que en el pasado se llamó el Tercer Mundo (no por el hecho de ser países pobres o subdesarrollados si no porque declararon de palabra su independencia de los otros dos mundos) hacía Europa y los Estados Unidos no se diferencian demasiado de esto que estamos hablando. En realidad aunque los africanos subsaharianos, y muchos sudamericanos, que huyen de la pobreza, el hambre y las enfermedades, sean de multitud de países, el fenómeno es el mismo. Si a esto le sumamos el factor de la guerra entonces es cuando la larga marcha de la familia Joad no se diferencia tanto de este verdadero éxodo de los sirios, libios, iraquíes, afganos, o palestinos para llegar a esta nueva Tierra Prometida: nadie les pone facilidades y mueren por el camino, en este caso ahogados en el mar Mediterráneo. Los campamentos que visita la familia Joad tampoco son tan diferentes a los que se encuentran los que acaban de llegar: campos de concentración, mejor o peores, trabajo barato para el patrón y a destajo para los emigrantes, corrupción en todos los niveles, y rechazo social de parte de la población autóctona.

No obstante el filme de John Ford pese a su dramatismo es esperanzador. El campamento del Gobierno es un claro mensaje de que algo está cambiando en Estados Unidos: fue la política del New Deal de Franklin D. Roosevelt, entre 1933 y 1938, que frente al desastre de la Gran Depresión puso en marcha un plan de intervención e inversión públicas para proporcionar trabajo a grandes capas de la población que habían caído en la pobreza más extrema. Justo lo contrario que se está llevando a cabo en Europa desde la crisis financiera de 2008 a través de la política de austeridad que lamentablemente propaga Ángela Merkel. Es cierto que la canciller alemana está llevando a cabo una política de acogida a los refugiados, impopular entre sus filas y entre parte de la población autóctona, rechazada por muchos países europeos que mercadean con las cuotas, pero la política de austeridad impuesta por Alemania y el poder de la Unión Europea a todos los estados europeos, pesa demasiado, y en casos como el de Grecia no va a solucionar nada. En esto de momento no parece que nada esté cambiado pero en lo que respecta al ciudadano corriente en el filme encontramos otra clave porque es un alegado por la legalidad, por la lucha sindical, y la organización de los de abajo, en el país que liderará indiscutiblemente el mundo capitalista después de la Segunda Guerra Mundial. Exactamente lo mismo que en el filme de Herbert J. Biberman, La Sal de la Tierra, cuando los mineros (en este caso mejicanos), y sus mujeres, luchan al lado de los autóctonos por sus derechos más elementales. La paradoxal sociedad americana al mismo tiempo que el Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy metía a los creadores de esta película en la lista negra, años después la conservaría en la Librería del Congreso por su valor histórico y cultural. El mensaje del filme de John Ford es positivo y esperanzador porque nuestra  familia Joad (ya nos hemos apropiado de su ejemplo) se ha curtido tras las complicaciones y de una u otra forma no solo se prevé que va a salir para adelante si no que además luchará para cambiar las cosas para mejor por todos los demás. Película imprescindible para comprender de otra manera la historia de los Estados Unidos y el tiempo que nos ha tocado vivir.

Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Marzo 2016.