Hace quince años quería escribir y contar aquellas historias que de una u otra manera deberían importarnos. Pero en lugar de limitarme a lo mío pensé que esta idea podía hacerse extensiva a otras personas con inquietudes similares. Por esto pensé que valía la pena unir mis motivaciones personales con el trabajo y el esfuerzo de los demás y hacía los demás, iniciando la andadura de este periódico. La tarea fue titánica porque no tenía ningún conocimiento sobre periodismo y corría un serio riesgo de poner en marcha un proyecto que no fuera más que un ejercicio de voluntarismo en el que cupiera cualquier cosa y que fracasará a la mínima de cambio por cualquier desanimo o desavenencia. Por eso quise ponerle remedio con ciertas lecturas que hablaran sobre este oficio con las que, al lado de la experiencia que me proporcionaba el trabajo diario, me motivaran y me ayudaran a formar un criterio propio sobre este proyecto. Una de estas lecturas fue el compendio de escritos de Los ojos de la guerra, el homenaje póstumo tanto en palabras como en fotografías a Miguel Gil Moreno, muerto, junto a Kurt Schork, en una emboscada en Sierra Leona. En la primera parte de la obra los que conocieron a Miguel Gil nos cuentan vivencias extraordinarias sobre el reportero y los escenarios en conflicto en los que trabajó (Bosnia, Kosovo, Chechenia, Sierra Leona), y en la segunda se abordan toda una serie de cuestiones de forma crítica sobre esta profesión. Pues bien, este libro fue coordinado por Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez. El primero ya ha muerto y el segundo es el que me emplaza a escribir estas palabras después de ver una antología de sus fotografías.
No es agradable ver las imágenes de los desastres de la guerra pero sigo pensando que en su ausencia todo sería peor de lo que es. Gervasio Sánchez inicia su periplo en América Central y América del Sur (1984-1992), en un momento en que la conflictividad armada es extrema, en un contexto de Guerra Fría, en el que las tendencias izquierdistas son contestadas por golpes de estado y gobiernos militares, que a su vez son contestados por guerrillas. Estas son las imágenes de El Salvador, Guatemala, Chile o Perú. Todo un tanto lejano, pero da lo mismo, la guerra la tendríamos también a dos horas de avión en los Balcanes (1991-1999), sin que los que nos gobiernan apenas se inmutaran, decidiendo al final la OTAN bombardear a los más incomodos de ver. Lo llamaron los conflictos étnicos yugoslavos en los que durante un proceso de diez años y más de 50.000 muertes las diferentes repúblicas suplantaron el comunismo por el nacionalismo excluyente e irredento dando por concluido un proyecto compartido de más de cien años. Vale la pena tenerlo presente. Estas son las imágenes de Bosnia, Croacia, Serbia y Kosovo, en las que apareció un tío montado en una moto que venía desde Barcelona, para hacer periodismo. Sobre África sabemos muy poco, y si es por debajo del Sahara menos aún, porque muchos piensan que ahí aún no ha llegado la civilización, es decir la nuestra, aunque los europeos en el pasado se dividieron al completo el continente. Los conflictos africanos (1994-2004) son la herencia de una descolonización europea, el fracaso de las independencias, y el dominio del neocolonialismo que hasta hoy mismo sigue extrayendo todo tipo de recursos mientras los negros se matan a machetazos. Millones de muertos. Los niños de la guerra son la máxima expresión de esto. Las vidas minadas (1995-2007) son una muestra de este tipo de armamento cobarde que se ceba con los cuerpos de todo aquel que tenga la desgracia de pisar donde no debía aunque la guerra haga años que ha concluido. Pero peor son los desaparecidos (1998-2011) porque están muertos en algún lugar desconocido para sus seres queridos. Esto recientemente es lo que sucedió con los jóvenes profesores normalistas de Iguala en México, pero también sucede aún por aquí sin que la mayoría se inmute.
No entiendo mucho de fotografía pero mantengo que este viaje en el espacio y en el tiempo hasta el momento en que fue tomada la imagen debería decirnos algo: en este caso que todas aquellas personas fotografiadas tienen o han tenido una vida llena de ilusiones, planes, rutinas y hasta pesimismo, que un momento dado, la mayoría de veces sin que lo buscaran, han visto truncadas estas mismas vidas. Puede resultar paradójico que en el momento en que se presenta esta antología de fotografías Gervasio Sánchez su trabajo ahora en la guerra de Oriente Medio prácticamente no pueda llevarse a cabo porque los periodistas se han convertido, una vez más, en objetivo. No obstante por eso mismo vale la pena tenerlo presente para que las nuevas generaciones de profesionales decidan si este oficio debe formar parte del pasado o por el contrario continuarlo. Y para todos porque son un testimonio que debería indicarnos hacía donde debemos ir y hacía nunca debemos marchar.
Para quién quiere ver la antología de fotografías de Gervasio Sánchez puede aún hacerlo sin coste alguno, dejando aparte la sensibilidad de cada uno que siempre cuando contemplamos lo que nos conmueve nos puede dejar marcas, en el Centro de Arte Tecla Sala en L’Hospitalet de Llobregat.
Francesc Sánchez – Marlowe. Barcelona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Enero 2016.
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