Cube, thriller psicológico de culto – por Cynthia Gómez

Título original: Cube
Nacionalidad: Canadá
Año: 1997
Dirección: Vincenzo Natali
Guión: Vicenzo Natali, André Bijelic, Graeme Manson
Interpretación: Maurice Dean Wint, Nicole de Boer, Nicky Guadagni, David Hewlett, Andrew Miller,Wayne Robson, Julian Richings
Música: Mark Korren

Ficción canadiense de intriga y terror, que gira en torno al desesperado —y se deduce imposible— intento de supervivencia de sus seis únicos personajes. Considerada una cinta de culto, a Cube (El cubo) le basta un reducido presupuesto; la idea por sí sola es de lo más original, y hasta de un surrealismo realista, como un símil y crítica de un sistema que controla al ciudadano, del mismo modo que un “Gran hermano” al estilo de George Orwell. O, si partiendo de una no observación o control de los rehenes del “cubo”, de una prueba de autoconciencia ante las reacciones del ser humano en situaciones extremas, de vida o muerte.

Cube es un cubo de un tamaño, funcionamiento y ubicación desconocidos. Seis personas han llegado a él, mas sin recordar cómo, y, aparentemente, sus historias particulares no les ayudan para hallar explicación. Lo único que saben es que el cubo tiene un sinfín de habitaciones cúbicas, totalmente idénticas, algunas de las cuales esconden trampas mortales. ¿Por qué están ahí? ¿Quién ha podido construir una construcción de tal envergadura? ¿Con qué fin? ¿Por qué, en concreto, a “ellos”, y no a otro grupo de personas? Un laberinto de cubos, entiéndase también de dudas, que ha de llevar a una supuesta salida, con seis puertas cada cubículo, y de hasta cinco colores diferentes. Otro interrogante es cuestionado, como estrategia de motivación personal y grupal: ¿Por qué quiero vivir?

Están Rennes (Wayne Robson), un conocido fugitivo, escapista de cárceles; Helen Holloway (Nicky Guadagni), una doctora; Quentin (Maurice Dean Wint), un policía, que toma el papel de líder; David Worth (David Hewlett), un arquitecto; Leaven (Nicole de Boer), una joven estudiante de matemáticas; y Kazan (Andrew Miller), un autista. Cada uno con un don, que apunta a una función dentro de esta misión de supervivencia (David Worth, por ejemplo, diseñó el armazón exterior de Cube), del que podrá probar su valía. Pero, asimismo, con unos defectos que, trasladados desde sus vidas fuera del cubo, salen a relucir y pueden repercutir al grupo. Es parte de la misión: saber llevar un propio dominio de las facultades; es la hora de demostrar qué somos, en qué podemos convertirnos. Un ambiente de enigmas, invadido por el miedo, la paranoia, la sospecha, la desesperación. Surgen conflictos, roces entre los personajes, alianzas que se hacen o se deshacen, que cargan la atmósfera de tensión. Vincenzo Natali, también guionista (junto con André Bijelic y Graeme Manson), engaña a los espectadores, haciéndoles creer que el causante de las muertes es el cubo. Lo es, de hecho, como los son los mismos rehenes, curiosamente.

El principio de la película impacta por la crudeza del cubo, con una música (Mark Korven) antesala de lo indescifrable, un ritmo que parece acompasarse a los latidos del espectador, que recuerda a Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979). Alderson (Julian Richings) es la primera víctima; su cuerpo es cortado a pedazos en una de las mortíferas salas. Esta primera escena, que sirve de introducción, da paso al encuentro de los cinco personajes (más tarde, hará su aparición al autista), que se despiertan de un sueño, aturdidos y con lagunas en sus memorias. Poco a poco, irán avanzando por las salas, gracias, en gran medida, a las habilidades matemáticas de Leaven, que encuentra conexiones entre una hilera de números grabados entre las puertas de los cubículos. Estos les darán la respuesta para conocer qué salas albergan o no trampas, y otros misterios el cubo. Idea de espacio cerrado, pocas personas, instinto de supervivencia, que llevan a films más recientes, como El corredor del laberinto o Los juegos del hambre. Además, es palpable que la ausencia del mundo exterior nos conduce a un escenario volátil, casi intangible, frecuente en películas del universo, como pueda ser 2001: Odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968).

Cube gana los premios a Mejor Película y Mejor Guión, en el Festival de Cine de Sitges, en la edición de 1998. Como es lógico y entendible, solo fue ideado un cubo para la película, y otro parcial, aquel que se ve desde una sala cuando es abierta la puerta. Los actores y las actrices poco conocidos, dado el dinero con el que se contaba (de ahí también los efectos especiales). Los más destacados, David Hewlett (Stargate Atlantis y Stargate SG-1) y Nicole de Boer (Star Trek: Espacio Profundo 9). Buen final, que nos sitúa en la piel de cualquiera de los personajes, sin ser revelado nada más que lo que ellos mismos serían capaces de explicar. Años habría que esperar para la precuela, Cube Zero (2004), y la secuela, Hypercube (2002), siendo esta última nefasta, en cuanto que trata de añadir modernismo y alta tecnología al planteamiento inicial. Fantástica obra cinematográfica. Querrás que acabe pronto. Prepárate para un desenlace incierto, amargo, que te dejará abatido, con ganas de más. Si te equivocas de puerta, estás perdido.

Cynthia Gómez. Madrid.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Noviembre 2015.