Entre cowboys y hembras indómitas – por Carlos Noyola

El aniversario de nuestra mal llamada independencia suscita año con año varias decenas de artículos, especiales de revistas, reflexiones de intelectuales, políticos y ciudadanos comunes. Cuando festejamos un suceso pasado resulta inevitable no pensar en nuestros orígenes, en lo que nos identifica como nación, en nuestra identidad. Muchas veces, al analizarnos a nosotros mismos nos topamos con cosas que no son completamente de nuestro agrado, el autoanálisis requiere de una gran disposición para aceptar las cosas tal como son. Tal vez estas líneas no sean la excepción, en cuanto a reflexionar sobre la mexicanidad en el mes patrio se refiere, pero sí diferentes. Los pensamientos sobre el surgimiento del país generalmente llevan a conclusiones patrioteras que incitan a salir a gritar vivas sólo para regresar a nuestra vida cotidiana al día siguiente. Quizá buscar la mexicanidad en otros aspectos, alejados del academicismo contemporáneo y el elitismo de clases, y más cercano a la mayor parte de la población, pueda ayudar a comprendernos mejor y por ende a tener un panorama de nuestra evolución como país desde aquella noche de 1810.

Cuando El Libro Vaquero salió por primera vez a la venta a finales de 1978 sin duda México era otro: la dictadura perfecta aún estaba vigente a cargo de López Portillo, el escenario mundial no auguraba buenas cosas con el comienzo de la Guerra de Afganistán y la igualdad jurídica entre hombres y mujeres en nuestro país apenas había sido decretada cuatro años antes. En tecnología, todo cuanto conocemos ahora se encontraba en pañales: las personas no tenían teléfonos celulares ni computadoras portátiles. Para informarse sobre lo que sucedía había que comprar algún diario y hubo quienes pensaron que sería buena idea ofrecer una opción de entretenimiento periódica que los lectores pudieran llevar además de la información.

El Libro Vaquero tal vez no fue la primera opción pero sí la más exitosa: “Sin duda alguna, parte de la cultura popular mexicana”, reza una leyenda en su página de Internet. Y no es para menos, con casi treinta y seis años de publicación ininterrumpida, El Libro Vaquero es la historieta más longeva del país. Más aún, en 1986 El Libro Vaquero imprimía millón y medio de ejemplares cada semana, cifra récord para una publicación de su tipo, y aunque desde entonces sus números han fluctuado de acuerdo a la demanda, hasta la fecha mantienen en circulación cuatrocientos mil ejemplares por edición, lo que demuestra la aceptación que sigue teniendo entre los lectores.

El éxito de El Libro Vaquero

Un viernes por la tarde busco sin éxito algunos ejemplares de la historieta en los puestos de periódicos del centro de la ciudad, la respuesta de todos los vendedores es la misma: está agotado. Solo minutos antes de dar por terminada mi búsqueda encuentro unos pocos ejemplares atrasados en un pequeño puesto que está por cerrar. “Es lo que primero sale” –me dice quien atiende el puesto cuando le pregunto por qué está agotado el ejemplar más reciente. Seguimos conversando sobre la publicación y me dice que puede conseguirme más ejemplares para el día siguiente, me dice que El Libro Vaquero no se queda –como la mayoría de las publicaciones periódicas- a consignación, sino que ellos lo compran. En ese momento me doy cuenta del éxito de El Libro Vaquero: en el mercado editorial de nuestros días, donde hasta los mejores bestsellers y diarios del país se quedan a consigna porque nadie quiere arriesgarse a perder, el que una publicación sea comprada por los vendedores solo puede significar una cosa: que tiene un mercado asegurado.

¿Qué hace a El Libro Vaquero tan exitoso? Sus editores dicen que el elemento romántico en cada una de sus entregas. Situados en el Lejano Oeste de finales del siglo XIX, los argumentos de El Libro Vaquero van desde batallas entre cowboys y tribus nativas, hasta tramas de venganza y codicia de la riqueza ajena, siempre con historias de amor que, aunque efímeras en ocasiones, nunca están fuera de lugar. El Libro Vaquero es “pasión, amor y lucha”, nunca “lujuria y sexo” dice Rodolfo Pérez García, también conocido como “Pegaso”, uno de los dibujantes que ha hecho posible muchas de las ediciones de la historieta. Tiene razón, el amor verdadero nunca falta. Pese a que El Libro Vaquero fue inspirado originalmente por historietas estadounidenses, a diferencia de ellas los cowboys de la historieta mexicana sí matan por amor y no solo por asuntos viriles. Pérez afirma que si El Libro Vaquero ha sobrevivido, mientras otras historietas como Chambeadoras, Los Lavaderos y Sábanas Mojadas desaparecen, es porque es una historieta de “moral”, donde el hombre no se acuesta con la mujer únicamente por placer, y donde no hay casos de violaciones, niños con armas, violencia entre parejas, prostitución o narcotráfico.

El caso de El Libro Vaquero es curioso. A diferencia de las telenovelas, que presentan estereotipos de la sociedad mexicana, en especial de la clase baja, con los que cualquier mexicano promedio puede identificarse, El Libro Vaquero presenta cowboys y vaqueritas güeros de ojos azules, que luchan a lo largo del medio oeste estadounidense en situaciones que simplemente no encajan en el contexto social mexicano, y aun así mantiene a sus lectores. De igual forma, los cuerpos de los personajes son esculturales, perfectos, hombres y mujeres hermosas, que para el descontento de algunos, dejan mucho a la imaginación. Pero probablemente esa sea una de las razones de su éxito: sacar de contexto al lector, situarlo en otra parte, porque su realidad la conoce muy bien, le es cercana y aburrida, ya tiene suficiente de eso. Por otra parte, los personajes perfectos son el ejemplo a seguir, como nos gustaría ser; y lo de la imaginación quizá tenga dos funciones: la primera es, como bien señala Pegaso, una forma de mantener la línea moral de la publicación y hacerla accesible a más personas, pero quizá vaya más allá, ¿qué pasa cuando en una película de terror personalizan al ente malvado? El temor desaparece. Y lo mismo sucede con las relaciones sexuales, no dejar nada a la imaginación tal vez resulte efectivo al principio, pero después de algún tiempo puede volverse el centro de la historia y comenzar a aburrir a los lectores, mejor que cada quien termine las cosas como más le guste.

Mexicanidad ¿con historias gringas?

El Libro Vaquero es, en efecto, un ícono de la popularidad mexicana, pero no por su contenido, que ciertamente representa al vecino del norte, sino por su aceptación entre los lectores a lo largo de los años, que lo han llevado a ser identificado como un referente del lumpen de la sociedad. Cuando Enrique Peña Nieto confundió al autor de La Silla del Águila durante su campaña presidencial, uno de los primeros memes que se mofaban del error mostraba al candidato sosteniendo un ejemplar de la historieta. El microbusero Vitor, caracterizado por Adrián Uribe, siempre guarda un ejemplar de la historieta en el bolsillo trasero de su pantalón. Cuando Adal Ramones dedica uno de sus monólogos a los nacos, de una u otra forma termina por evocarlo. Incluso existen chistes que lo nombran.

En 2004, la secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) distribuyó en El Libro Vaquero millón y medio de ejemplares de La guía del migrante mexicano, la cual advertía sobre los peligros de cruzar la frontera y entre otras cosas daba tips sobre cómo afrontar un arresto y qué ropa usar para cruzar el río. No es impreciso identificar a El Libro Vaquero con el lumpen y por tanto con los niveles más bajos de educación, pero no confundamos, el potencial didáctico de la publicación y su contribución -intencional o no- a la lectura en el país es irrefutable. ¿Quién puede esperar que alguien que por vez primera toma un libro escoja un tomo de quinientas páginas de letras miniatura? Las palabras evocan imágenes y tener la mezcla de ambos vuelve a El Libro Vaquero accesible a casi cualquier persona. Cierto que no es el material más deseable para inducir a la lectura, pero cuando el estado falla en su misión de crear una cultura lectora son de reconocerse las aportaciones que se hacen desde el exterior.

Así, la mexicanidad de El Libro Vaquero radica en el reconocimiento del que goza en la sociedad y que lo ha llevado a ser símbolo de la clase trabajadora, pero eso no le resta mérito, se ha ganado muy bien su lugar más allá de su público, pensar en la cultura popular mexicana es pensar en El Libro Vaquero.

El futuro de El Libro Vaquero

Cuando pregunto sobre los lectores de El libro Vaquero, el hombre de barba blanca que me ha rebajado los ya asequibles ejemplares (el precio de lista es de ocho pesos) se queda pensando, dice no estar seguro de la respuesta, normalmente lo compraban trabajadores en su mayoría hombres de entre 30 y 40 años, pero en años recientes cada vez más jóvenes lo solicitan (está prohibida su venta a menores de 18 años). Esta tendencia tiene que ver con otra tendencia de nuestros días: material más digerible y, sobre todo, más visual. Asimilar más sin tener que razonar tanto, es lo que ofrece El Libro Vaquero. Es práctico –por su tamaño- y de fácil lectura, usualmente no se requiere más de una sentada para terminar un ejemplar.

Por supuesto no todo es bueno. Las ventas caen conforme la tecnología avanza y la competencia es feroz: los pornocómics que utilizan el mismo formato se llevan casi un 35 por ciento de las ventas. Pero hay razones para continuar: Hevi Editores –la editorial responsable de El Libro Vaquero- es una de las pocas que viven de las ventas. Aproximadamente un 90 por ciento de las utilidades provienen de ese rubro. Y así debe ser, el formato de las revistas ilustradas no deja mucho campo para la publicidad. La historieta capta entre 15 y 20 por ciento del mercado, lo que muestra su prevalencia como líder del sector. Además, El Libro Vaquero se exporta a Uruguay, Argentina, Perú, Chile, Bolivia y Guatemala, y tienen planes de expandirlo a España, Brasil y China. Ha habido planes de cambiar el formato a una revista con papel más fino para darle mayor calidad y adaptarse al mercado, pero algunos de sus colaboradores prefieren no cambiar la apuesta. “Por qué cambiar, si la fórmula ha dado resultado” comenta el argumentista Arturo Fabila Mondragón, quien piensa que la publicación debe ser fiel a su identidad y a los lectores.

Tal vez sean los dibujos de mujeres voluptuosas y hombres con abdomen de lavadero, sus intensas tramas de acción o sus finales mezcla de desgracia y felicidad, pero lo cierto es que El Libro Vaquero -repudiado por muchos puritanos y defensores de la supracultura- ha logrado posicionarse más allá de una simple publicación que tiene mucho éxito a pesar de lo cuestionable que pueda ser su contenido –como los periódicos amarillistas- para ser considerada el ícono más notable de lo popular en México, de lo que la mayoría consume como cultura y que, independientemente de la clase social, según su editor Fernando Varela, “todos los mexicanos” hemos leído por lo menos en una ocasión.

Carlos Noyola Contreras. Ciudad de México. México.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Junio 2015.